“Cuando cumplí 18 años, a pesar de que ya había ‘salido del clóset’ ante mi familia y amigos, me di cuenta de que era totalmente ignorante en cuanto a la historia gay. De hecho, no sabía que existía una. Iba a bares gay en Bogotá en los que conocí a gais y lesbianas mayores que yo, pero todos éramos marginales, vivíamos una vida escondida, no había un sentido histórico de pertenencia. A ese punto nunca pensé que gais y lesbianas se pudieran organizar políticamente para luchar por sus derechos o formar su propia cultura. No había caído en cuenta de que podía ser gay más allá de la alcoba. La homosexualidad nunca se discutió en el colegio como una forma posible de vida, lo que hacía que el matoneo del que era objeto por los otros niños fuera justificado de una manera perversa. Puesto que me sentía diferente y no existían menciones de esa diferencia en libros o en mis referencias adultas, me vi obligado a buscar por mis antecesores queer* en la oscuridad. Me convertí en mi propio instructor. También me convertí en un artista”. Es la confesión del colombiano Carlos Motta en una de las conferencias que han hecho parte del proyecto académico y artístico ‘We who feel differently’ (Nosotros que sentimos diferente).
¿Realmente la comunidad LGBT quiere luchar por el matrimonio? ¿Quiere realmente un homosexual ser aceptado en el ejército? ¿Será que una pareja de lesbianas quiere tener el derecho de adoptar un hijo? El discurso tradicional, el que se oye en los pasillos, el que se debate en las políticas de los gobiernos, el que sale publicado en los medios, es el que apunta a la equidad y el que boga por la igualdad de los derechos de las minorías sexuales. Sin embargo, existe un lado B y activistas que se resisten a entrar en la norma, a entrar en el establecimiento y que no pretenden encajar dentro de una sociedad dominada por la práctica heterosexual.
Este discurso, diferente y hasta paradójico para algunos, fue el que este artista multidisciplinario plasmó en la exposición ‘We who feel differently’ inaugurada esta semana en el New Museum de Nueva York.
Esta muestra es sólo una tuerca del gran engranaje en el que Motta se embarcó. “Partí con la idea de construir un archivo que representara historias de la construcción y el desarrollo de los movimientos LGBT (lesbianas, gais, bisexuales y transexuales) internacionalmente”. Para ello, con fondos que el gobierno noruego le suministró, escogió cuatro países: Korea, Noruega, Colombia y Estados Unidos, donde investigó y realizó 50 entrevistas a activistas, académicos, artistas, investigadores, entre otros, que se han dedicado a difundir y debatir acerca de las políticas que se adentran en nociones de diferencia sexual, igualdad y democracia en relación con la orientación sexual y la identidad de género.
La plataforma principal del proyecto es la página de internet www.wewhofeeldifferently.info. Ahí se articulan todas las charlas, simposios y debates que se han realizado y que se siguen haciendo alrededor del trabajo, de ahí surgen las exposiciones en museos y galerías, una revista on-line que se edita regularmente para formar lo que es un proyecto en curso, que vive y que respira. De ahí también nació el libro Nosotros que sentimos diferente, publicado por Siglo del Hombre Editores en Colombia. “Mientras hacía las entrevistas me di cuenta de que no me interesaba la narrativa convencional o común de las minorías sexuales que se basa en la búsqueda de la equidad. Es un discurso muy limitado, que plantea ciertos problemas de exclusión, de discriminación y que es dominado por ciertos tipos de gais, de clase media, blancos que tienen intereses de asimilarse. Lo clave fue entender que había un discurso distinto y ese fue el que quisimos rescatar en el libro. En vez de hablar de la equidad, es hablar de la noción de la diferencia”, advierte Motta.
Carlos Motta nunca ha basado su práctica artística en la producción de objetos estéticos ni tampoco encaja en la categoría de un solo medio. El resultado de su arte siempre ha estado muy unido a la academia, a factores antropológicos y filosóficos. Según Marie Shurkus, profesora de nuevos medios de la Pomona College, su trabajo produce contra narrativas que reconocen y hasta celebran historias de comunidades, identidades e ideologías oprimidas.
Sus piezas responden a la firme creencia de que el arte puede ser un elemento pedagógico, un medio para cambiar la sociedad y una herramienta de transformación. No importa si el medio para llegar al fin es el video, la escultura, el dibujo o la instalación. Todas son plataformas válidas para llevar un mensaje. Este proyecto, ‘Nosotros que nos sentimos diferentes’, sigue un patrón de una serie de trabajos que viene haciendo desde hace cinco años en los que parte de una investigación con una metodología, generalmente basada en entrevistas.
La muestra del New Museum consta de una instalación de cinco videos, en los que se debaten varios temas como el activismo de la enfermedad del sida, el esquema de la igualdad que siempre ha sido el hito de la agenda LGBT y la pone en perspectiva, la resistencia a la asimilación, el discurso queer del arte, entre otros. Una serie de elementos gráficos, desde carteles hasta dibujos, sirven para ilustrar las ideas centrales del proyecto. Además, hay una muestra escultórica que relata la historia del triángulo rosado. Los nazis marcaban a los judíos homosexuales en los campos de concentración con un triángulo rosado. Según Motta, esta figura ha tenido varias apropiaciones. En los años 70 el movimiento gay lo tomó como un símbolo de orgullo y de liberación, y dejó de ser ese estigma. En los años 80 fue un símbolo de esperanza dentro de la epidemia del sida.
La exhibición es un documento valioso para la academia y para el público que quiera ponerse en la otra orilla y conocer de cerca la complejidad y los matices de la dinámica de las políticas sexuales y sociales. Motta se pregunta y se responde: “¿Qué puedo hacer yo de esa acción de sentirme diferente? Articular el espacio de la diferencia, de la tolerancia y el arte para construir una contra narrativa”.
* Queer no tiene traducción en ningún idioma. Se refiere a una construcción de la sexualidad y del género más amplia, plural e inclusiva que se resiste a las categorizaciones.
(Has conocido a gays de tu edad que en un inicio se creían los únicos en el mundo, que si aceptaban una relación fortuita y pasajera el otro divulgaría tu "secreto", hecho que se traduciría en violencia y humillaciones en la escuela, la familia, la calle, etc. Eso acaso te volvió hosco y desconfiado. Nota tal cual en El Espectador en línea.)