viernes, 18 de mayo de 2012

Don Paterson (1963 )

Poesía



De la misma forma en que el mecánico diamante lleva
por siempre atrapada en su red de hielo
una chispa de los primeros incendios del planeta,
no es el postrero fuego del amor lo que guarda la poesía,
sino el átomo del amor que la hizo salir del silencio:
de manera que si el carbón brillante de su amor
empieza a arder, el poeta escucha su voz
forzada de repente, como la de un cantante de taberna
—jactándose de su enorme sentimiento, o ahogado por los
violines;
pero si produce una luz más estable, él ya sabe
que el verso puro, cuando finalmente llegue, sonará
como un manantial de montaña, anónimo y sereno.

Bajo el ajeno cielo azul pasa un río. El agua
no canta de nada, ni de tu nombre, ni del mío.


(texto tomado del blog "café verlaine", traducción de Gustavo Adolfo Chaves.)