lunes, 12 de marzo de 2012

PAN: raza superior

Dado que carecen de originalidad y que los exabruptos forman parte de una campaña secular de basurización del ciudadano laico, conviene examinar el caso de las injurias proferidas por el joven Juan Pablo Castro Gamble en su contexto, en la red que le da sentido. Es decir, en la cuna educativa que modela ese discurso de odio, en el fervor mediático que alienta el linchamiento de la comunidad homosexual, en el proceso de chivoexpiatorización tan caro al conservadurismo.
Las ofensas del joven Juan Pablo Castro Gamble se transformarán mañana en golpes contra el valet parking, siguiendo el ejemplo de Miguel Sacal; pasado mañana los golpes secundarán injurias a la policía, a la manera de las ladies de Polanco. No es una coincidencia fortuita que la ira y la arrogancia corran en estos tres escenarios creados, dirigidos y protagonizados por gesticuladores, que no razonadores, prepotentes.
El de Castro Gamble es un caso que debería llamar a reflexión a su universidad, a su partido, en especial a su candidata Josefina Vázquez Mota que lo exhibe con orgullo maternal en fotografías que han dado incontables vueltas a la red en segundos. Deslindarse de sus declaraciones, como lo han hecho los dirigentes del Pan señalando que ese partido desconoce esas estrategias, de que Juan Pablo Castro Gamble nada tiene que ver con los principios panistas, es la forma menos adecuada de abordar un tema grave. Por otro lado, las excusas expresadas en el reducido espacio de los 140 caracteres son inaceptables. Juan Pablo Castro Gamble ha sido amadrinado por la candidata Vázquez Mota, empollado en una universidad donde, a juzgar por la estructura de la "propuesta" castrogamblista (?), se promueven los valores de sotana, de donde seguramente saldrá titulado con suma cum laude por su fervoroso ardor contra la laicidad y, como pilón, con la bendición especial del muchacho del uniforme nazi.
Se dice que Juan Pablo Castro Gamble subió a proponer. Dejando de lado prohibiciones y estigmatizaciones como tropos de una retórica inflamada por las llamas del infierno, lo suyo cae más bien en una exhibición de privilegios y la exclusión de quienes no se ajustan a su reducido club religioso. Para él, la tribuna de la Asamblea es una pasarela en donde cuenta más hacer alarde de los privilegios de su clase que una visión social; más el hacer ostensible el narcisismo del privilegiado que la equidad; donde pesa más el catecismo que la democracia; donde cuenta más el dogma que la Constitución.
¿Es esta la educación que proporcionan las instituciones privadas a las clases privilegiadas? ¿Así se entrena a los juniors en universidades confesionales, difundiendo la educación como privilegio, educando en la ira, la confrontación, acentuando la conciencia de clase que ha de defender sus privilegios atacando a quien no los tiene? ¿Para esto alcanza el nuevo catecismo católico? ¿Respaldan las autoridades universitarias de la sotana milagrosa la discriminación contra la nueva mujer que decide y la estigmatización de la comunidad LGBT como programa educativo? ¿El daño institucional lo promueve la comunidad LGBT o el airado desconocimiento del fanatismo? Y paralelamente ¿cómo expresar el incomensurable hartazgo de la comunidad LGBT a ser presa de la estupidez, a que cada vez que no hay nada qué decir salgan con un insulto y se vayan por el supremachismo para intentar salir de la invisibilidad mediocre?
Juan Pablo Castro Gamble grita porque carece de argumentos. Sus insultos son eco de la política gaycida orquestada desde los Pinos. Su simulacro de prestación es un episodio más de la feroz respuesta orquestada por Mariana Gómez del Campo y el secretario de la representación panista César Nava que exigían un referendum para evitar que el jefe de Gobierno firmara la reforma a la Ley de Matrimonio. Fue cómico su fracaso cuando ni siquiera lograron conseguir las firmas necesarias para interponer un recurso que partiera desde la misma ALDF contra las reformas promovidas por la Ley Razú, votada el 21 de diciembre de 2009, la primera Navidad en que la comunidad LGBT gozó del reconocimiento legal de sus nexos afectivos poniendo fin a la campaña de bestialización del homosexual promovida mediáticamente por todos y cada uno de los jerarcas de la iglesia Católica.
Según los altos dignatarios de la iglesia ni los perros se entregan a prácticas homosexuales. Siguiendo esa pseudológica de sacristía se podría afirmar que ni los perros se entregan a vociferaciones crispadas como las de Juan Pablo Castro y continuar: ¿Se ha visto a perros católicos? Que quede claro que la bestialización es un recurso del sadismo católico contra los no creyentes. El razonamiento laico denuncia esa falsa lógica, lesiva de la dignidad humana. Sin embargo, es obvio que se pueden revertir los términos.
Jalisco y Baja California Sur interpusieron recursos para no reconocer en sus territorios los derechos humanos de la comunidad LGBT, en una clara voluntad de transformar a México en un Apartheid, donde se practicara la purificación genérica mientras que los poderosos lobies de la iglesia orquestaron una actividad para que en los estados se decretara al vapor que el matrimonio era sólo entre un hombre y una mujer heterosexuales, violando la laicidad del Estado. Esto sin duda contribuye a la debilidad estatal por la cual México ha sido declarado un estado fallido. Esta degradación del Estado tiene entre otros motivos el hecho de que es manipulado por estados extranjeros. Sin duda se ha perdido soberanía al arrodillar a la tradición de Juárez y los liberales frente al Vaticano.
Juan Pablo Castro vocifera en tribuna lo que ha escuchado en su casa, oído en su universidad; lo que repiten sus amigos, maestros, familiares, líderes políticos. Practica la estigmatización como estrategia para subrayar sus privilegios. Juan Pablo Castro es un caso de desinformación, de la fuerza del prejuicio sobre la razón, del fracaso de un sistema educativo doctrinal, basado en la repetición dogmática, que adiestra para el odio y la dominación a través del latigazo del desprecio. Siendo parte de las enardecidas huestes juveniles de Josefina Vásquez Mota, se puede temer que México siga siendo un “pueblo de mujeres enlutadas”, basado en la represión, en la repetición de dogmas.
Juan Pablo Castro Gamble no dice nada: es dicho por el odio del cristopanismo que a la hora de la hora lo desconoce y quiere meterlo al clóset.


(Durante la semana Juan Pablo repudió en tribuna los matrimonios entre personas del mismo sexo legalizados desde el 2009 por la Asamblea Legislativa del DF, de filiación predominantemente perredista, a los que llamó "parejas de jotos". Ante la polémica desatada de repudio a la expresión racista y cuasifascista, el Partido Acción Nacional se deslindó. Nota tomada del blog ´mester de jotería´, de Antonio Marquet, llamada "Nacido para insultar".)