Hacía muchos años que aquella maldita costumbre de los bárbaros (en el franquismo postrero, en los principios de la Transición) no volvía a asombrar a los que creemos que los libros son materia sagrada de lectura, de conocimiento y de concordia. Y ha vuelto a pasar.
Muy temprano esta mañana un ciudadano trató de incendiar la Librería Antonio Machado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Lanzó objetos contundentes (sillas que robó del bar de al lado) contra la potente cristalera, y luego intentó incendiar el interior lanzando contra las vidrieras deterioradas por él pastillas incendiarias propias de los asados y las barbacoas.
Previamente, según me cuenta Miguel Visor, el librero, este incendiario se había sentado a leer un libro, precisamente, según registran las cámaras que grabaron el incidente. Y después se dedicó a cumplir con su oscura misión. Ahora la policía busca sospechosos y se encarga del caso. Es posible que haya sido cualquier cosa, un incendiario sin más, o un individuo que quería dañar para avisar.
Quién sabe. Lo que queda del incidente ahora es su carácter simbólico, pues en este país por desgracia se supo en los aledaños de la democracia, antes y después, cuántos entienden la existencia de los libros como un signo evidente de cultura sospechosa.
Miguel Visor me dijo que se sintió, al hacer la denuncia, como un chaval de los años 60 cuya librería principal, la Antonio Machado de la calle Fernando VI recibió la indeseable visita de los ultras. La Machado, la Alberti..., tantas librerías de Madrid, de Barcelona, de Sevilla, de tantos sitios, recibieron la maldita visita del fuego que ahora en seguida viene a nuestra memoria el dramático simbolismo de esos humos. Y se queda uno helado.
(No lo sabemos, ¿se atentó contra la memoria del hombre, o sea, contra una librería; o se atentó, en el pasado y en el presente, contra el símbolo de nombres como Antonio Machado, Rafael Alberti, como pudieron ser Federico García Lorca, Jaime Gil de Biedma o Luis Cernuda? La sola memoria de los juglares-poetas que fueron por la vida con la bandera de su pluma, su patria, su sexualidad, sí, su sexualidad, ¿sigue irritando a la derecha que avanza como metástasis sobre este mundo flagelado? Nota de Juan Cruz en El País, en línea.)