martes, 12 de febrero de 2013
Adiós al Vaticano
Nadie notará su ausencia, aunque lo canonicen vertiginosamente. Otro igual de santo, sabio y valioso le sustituirá en fumata tras las luchas cardenalicias, ellos tan desinteresados en lo terreno, disponen de un surtido inagotable. No besará más suelos extranjeros, no beatificará más mártires de guerras civiles, no amnistiará a más ayudantes infieles, no verá con sus ojos en clausura cómo otras religiones emergentes más o igual de verdaderas desbancan a la suya, no se descubrirán los tupidos velos de las finanzas de la empresa.
El mundo le rendirá pleitesía, no tendrá que pagarse sus medicinas, no calzará más de Prada, su empresa sigue existiendo y siendo potente al cabo de dos mil años, es la decana de la modernidad. El Más Allá está más cercano y ni él mismo sabe qué habrá allí, tal vez nada, teme, Dios está fuera de cobertura.
Los ateos del mundo, los teólogos de la liberación, no le perdonarán, nunca han sido capaces de comprender su cerrazón. Las mujeres, abortistas o no, estarán al quite de por qué no pueden ser curas, obispas, cardenales, papas, en esa Organización que se reconoce a sí misma como machista y no democrática, sino piramidal. Las mujeres españolas del PP o de quien sea, las cospedales y de las vegas ya no le visitarán con mantilla, luto y peineta. Los importantes hombres de negocios no guardarán cola para rendirle honores.
No nos visitará más, nadie se lucrará en la corrupción, los jubileos y los caminos de Santiago y las basílicas y las indulgencias y los nuevos Opus continuarán proliferando. En los ciudadanos permanecerá el miedo, el por si acaso, la comodidad de creer, es más rentable vital, económica y políticamente.
El bondadoso anciano cavila. Y le ha hecho la última picardía al rey Juan Carlos. El Papa renuncia.
Y lo más hermoso; ha dimitido sin que nadie se lo pida. ¿O los aún más conservadores que él le han hecho un ERE y le han movido la silla? El Gobierno ya ha pedido la vez para que el nuevo Pedro visite España el año próximo.
(Cuando llegues a casa, quién te acercará las chanclas, quién te preparará el té que calme tu fiebre, quién te calmará los dolores de reúma, de espalda, de vejiga, de muelas -si te queda alguna-, quién te ayudará a repasar el libro de oraciones, quién te acercará el cómodo a media noche, de madrugada, quién te cobijará cuando las pesadillas te arranquen sábanas, cojines y cobertores. Quién vestirá por ti la ropa que te heredó Francisco de Asís, las gorgueras y los calzones de Paolo II. Nota de Arturo González tomada del sitio "Público".)
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