Chilaquiles con huevo estrellado
uno.
El viernes tuve la fortuna de gorrear un desayuno en un café-cantante (donde asisten muchos jilgueros) del centro. Mientras llegaba el Doctor X yo hojeaba los periódicos: leía una nota de una chapulina que había dado el salto de un instituto político a otro, con todo y silla de ruedas, la imaginaba como Sísifo que siempre se esfuerza por escalar la montaña del éxito con un litro de combustible elaborado a base de caña de azúcar. Ahora que están de moda los sustitutos de los derivados del petróleo. De pronto, es temporada de campañas en los comederos del centro histórico, apareció el candidato joven, jovial y guapo que todos esperan trepe por una pendiente no tan pronunciada. ¡Se acercó a mi mesa a saludarme! Desconcertado, ya que nunca nos vemos ni nos saludamos -pero estamos en plena campaña-, correspondí a su mano extendida y alcancé a ver, al mismo tiempo, que su fotógrafo de cabecera (todos tienen uno, más un camarógrafo, más un secretario privado que les empuje la silla con resortes, propia de los chapulines), nos tomaba una instantánea cashual. En política todo aparenta ser cashual, por lo menos en Dogville.
dos.
No intercambiamos más que un choque de puños y cada uno una sonrisa. El candidato se fue pues supongo llegaba la hora de las declaraciones candentes a los chicos de la prensa que acostumbran formular preguntas inteligentes, atinadas y perspicaces. Pero me quedé pensando en la instantánea que nos tomaron mientras yo esperaba que llegara el Doctor X con sus dudas propias de un académico comprometido (en Dogville cada uno vive comprometido con su quehacer, así sea integrante de la Reserva Mundial de Chicos Talentosos, que siempre los ve uno atareados en su quehacer de hora-nalga en cualquier café-cantante del Centro Histórico.) Esa foto, ese flashazo como al azar y a la buena fortuna, ¿la veré pronto en alguna página de sociales, en algun pendón de los que cuelgan de semáforos, en algún crucero donde las marías venden frituras, semillas, chicles, klínex o piden caridad con una mano extendida?, me preguntaba solitario en la multitud de Acrópolis, en tanto me impacientaba porque mi amigo el Doctor Equis no llegaba.
tres.
Quizá, y sólo quizá, como sinónimo de acaso, mañana o pasado reciba en mi muro de Feis-Buk su humilde invitación para que seamos amigos públicos en un podio de alcance mundial, como lo hacen muchos escritores mexicanos, aunque nunca contesten los mensajes de "I don't like". Pero quién sabe: la política es canija, decía mi abuelita de la colonia Portales.
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