Las y los gobernadores rarámuris de Huetosáchi, Bacajipare y Mogotavo, en la
Sierra Tarahumara han dicho que no. No asistieron ni asistirán a las reuniones
del Consejo Consultivo Regional del Fideicomiso Barrancas del Cobre, convocadas
por el Gobierno del Estado, mientras no se cumpla el mandato de la Suprema Corte
de Justicia, en el sentido de que debe constituirse dicho consejo y a él deben
convocarse todas las comunidades afectadas por el proyecto turístico
Barrancas.
Las autoridades indígenas señalan que dicha convocatoria debe
hacerse a todas las personas elegidas según los usos y costumbres de cada
comunidad de la zona afectada, no sólo a cuatro de ellas. Exigen, además que
para participar en dicho consejo, los diversos niveles de gobierno tomen en
cuenta sus demandas, la mayoría interpuestas ante el cúmulo de problemas
causados por el propio gobierno al implementar el proyecto
turístico.
Desde 1996 el Gobierno del Estado, sin consulta previa ni
tomar para nada en cuenta a las comunidades rarámuri de la zona, lanzó con toda
espectacularidad el proyecto turístico Barrancas del Cobre. Contempla una serie
de obras de infraestructura, de instalaciones hoteleras, restauranteras, de
diversas atracciones, etc. Las obras comenzaron hace 12 años. Lo más reciente ha
sido la instalación del teleférico que atraviesa buena parte de la imponente
barranca.
Hasta ahora gobierno y particulares han invertido más de mil
millones de pesos a través del Fideicomiso Barrancas en infraestructura urbana,
sobre todo en Creel, remodelación de estaciones de tren, construcción de locales
comerciales, etc. sin embargo, ni un centavo se ha destinado a mejorar las
condiciones de vida de las comunidades rarámuri de la barranca: carecen de agua
potable, de todo tipo de servicios, de atención adecuada a la
salud.
Todas estas obras han afectado seriamente el hábitat, los lugares
sagrados, los territorios, los terrenos agrícolas y de pastoreo de varias
comunidades rarámuri, entre ellas, las de Huetosachi, Bacajípare y
Mogotavo.
Y, aunque han llegado más turistas a la Barranca del Cobre,
también han llegado vendedores externos de artesanías que desplazan a los
rarámuri; se han contaminado sus aguajes con las descargas de los hoteles; se
acumula basura en los predios. También se han expandido la drogadicción, el
alcoholismo, y se ha intensificado la presión de los inversionistas y del mismo
gobierno sobre la tierra y sus propietarios ancestrales.
Ante todo ello,
la tenacidad de dos gobernadoras de la comunidad rarámuri de Huetosachi, María
Monarca Lázaro y María Luisa Cruz las llevó a interponer un amparo ante las
autoridades federales para que se respete su derecho a la tierra y se les
consulte antes de realizar cualquier inversión en su territorio. El amparo fue
atraído por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, quien en marzo pasado,
emitió un fallo histórico que obliga a los tres niveles de gobierno a integrar a
todas las comunidades rarámuri afectadas en el Consejo Consultivo del proyecto
turístico Barrancas del Cobre en Chihuahua y a que cada año dicho consejo
elabore una propuesta de inversión social para beneficio de la vida de las
comunidades, misma que nunca se ha hecho.
La resolución de la Corte ha
empoderado a las tres comunidades rarámuri. Desde hace cuatro meses han desatado
un proceso de información y discusión entre ellas sobre los impactos del
proyecto turístico y las exigencias que deben plantear al gobierno y a los
inversionistas. Es así que, cuando les llegó la convocatoria a participar en la
reunión del Consejo Consultivo para el pasado 25 de septiembre, decidieron no
asistir. Además de exigir que se convoque por su nombre y apellidos a quienes
todas las comunidades afectadas han elegido como sus representantes, señalan que
no asistirán al Consejo hasta que no se resuelvan sus demandas:
Primero,
que se paren las obras y las construcciones hasta que se informen sobre los
planes del proyecto turístico como el aeropuerto, el parque de aventura, la
deforestación y la extracción de materiales. Segundo, que se agilicen los
trámites para solucionar sus demandas en torno a los derechos sobre su tierra.
Tercero, que se les proporcione información sobre el proyecto para poder
explicarla a todos los miembros de la comunidad, con el tiempo necesario para
discutirla en las comunidades para poder dar su palabra y ésta sea respetada y
llevada a la práctica.
La dignidad y la combatividad de las y los
rarámuri, apoyada en esta resolución de la Corte y en el artículo 2º.
Constitucional, vienen a sentar un formidable precedente. En esta coyuntura de
despojos de recursos naturales, de imposición de megaproyectos turísticos, de
expansión del extractivismo, las comunidades movilizadas, exigiendo
participación, con todo el apoyo de la legalidad y las instancias que la
vigilan, constituyen un instrumento inmejorable y una inspiración para los
pueblos que defienden sus territorios, sus recursos naturales, los lazos, usos y
costumbres que generan y reproducen su comunidad.
(No basta la hambruna que asuela a las comunidades rarámuris de Chihuahua y las enfermedades derivadas de la desnutrición en los niños indígenas sino que se enfrentan también con la plaga de langostas de los proyectos turísticos que sólo beneficiarán a empresas de capital extranjero, españoles algunos, seguramente. Editorial de Víctor M. Quintana S. en el sitio Diario de Juárez.)
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