sábado, 5 de noviembre de 2011

Primeros gays en Chile

¿Se lo digo a mi mujer o no se lo digo?, y si se lo cuento, ¿cómo lo hago? Probablemente preguntas como éstas pasaron por la cabeza de más de un agente de la Brigada de Vicios. Es que el suyo no era un trabajo común, no era como llegar y decir: "Cariño, ¿recuerdas el anuncio del concierto que dará ese que dicen que es el mejor pianista vivo? Pues bien, me acerqué a él en un baño para caballeros, lo suficiente para que se comprobara su conducta impropia y pudieran arrestarlo. Excelente, ¿no?".

Para Claudio Arrau, no. Cuarenta años antes del caso de George Michael, el pianista cayó en la misma trampa: un baño, un agente que seduce, otro que espera la falta para aparecer y detener. Era el 17 de junio de 1957 cuando sucedía la "conducta impropia" en Sydney, Australia.
Culpable y multado resultó Arrau en primera instancia. Apeló, argumentando un malentendido. Dos meses después abandonó el país, dejando su gira inconclusa y el caso abierto. En febrero de 1958 se retiraron los cargos, no por inocencia, sino por una cláusula que beneficiaba a los acusados sin historial.
La anécdota es parte de Raro, el último libro de Oscar Contardo (Siútico), que se lanza hoy a las 19.30 horas en la Feria del Libro. Descrito como una historia gay de Chile, desde la Colonia hasta el presente, según su autor no tiene la "morbosidad de sacar del closet" ni de "indagar en la vida sexual de nadie, sino en la repercusión que ésta tiene en la sociedad y en la forma en que las instituciones reaccionan". Y se nota. En esa línea, la aparición del caso de Arrau viene a graficar una época en la que la policía tenía un rol de control social. Pero, además, la historia muestra la invisibilidad del tema en Chile, porque acá poco y nada se supo.
Poco y nada se sabía en general de la historia de la homosexualidad local. Por eso el tono de Raro es el de la autocensura, de decir y desdecir, lo que según Contardo "no puede ser de otra forma, porque las fuentes son así, pero a pesar de todo queda un rastro, débil, pero queda". Como los informes judiciales y la prensa que perpetuaron el caso en Australia o como los diarios, cartas y libros que siembran de referencias homosexuales la cultura local.
"Encima tienen hombres tan importantes", le escribió Engels a Marx comentando la posibilidad de que los gays se agruparan. La historia mundial está llena de casos de homosexuales célebres, y Chile no es la excepción. El listado es particularmente fecundo en las artes, por eso Raro ahonda en una larga lista de artistas chilenos. Pero para Contardo no se trata de un área "más gay", sino más tolerante y expuesta: "Dadas las características del trabajo creativo y la necesidad de expresión que involucra, es más difícil en estas actividades ocultar o disfrazar la historia privada".
Los cruces aparecen claros. Augusto d'Halmar crea la que se considera la primera novela hispanoamericana en tocar el tema gay (Pasión y muerte del cura Deusto), mientras en vida se enamoró de su discípulo más destacado: Fernando Santiván. Alone escribe en La sombra inquieta el primer personaje afeminado de la literatura nacional, mientras vive una doble vida gracias al departamento que él llama "el palacio de todas las libertades". También aparece Víctor Jara, quien remontó en 1968 Entreteniendo al señor Sloane, la primera obra con un beso homosexual. Tres años después, en portada de diario lo acusaron de haber ido con el folclorista Rolando Alarcón a una fiesta con menores de edad, todos de sexo masculino. Sin pruebas que acrediten la acusación, Raro se la juega por el montaje en una época en que ser gay era ofensivo para cualquier bando político. Y para muchos sigue siéndolo, agrega Contardo. Un motivo más para entender por qué Raro es "un relato sobre la violencia, la vergüenza y el miedo".


(La primera generación ilustrada abiertamente gay en México se conoció como los Contemporáneos. Y aunque hay quien ha afirmado que sólo pueden considerarse el núcleo de ese grupo a Xavier Villaurrutia y a Salvador Novo, fueron más, entre ellos el médico humanista -le conseguía y regalaba recetas para comprar cocaína a Antonin Artaud-, Elías Nandino, los tres poetas. Pero cada sociedad y cada generación tienen sus propios demonios, tabúes y miedos. Es el caso de los chilenos que tuvieron una poeta premio Nóbel. Nota tomada del diario La Tercera, autora Estefanía Etcheverría.)

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