Si un poli viene y hurga en mis bolsas de basura, encontrará que atravieso noches y madrugadas como puedo, sin los remos de tus brazos, sin las concavidades de tus sueños.
Si aquella vecina que cruza la calle algunas tardes se asomase a esos recipientes, encontraría toallas desechables que cubren heridas sin cerrarlas.
Si tú llegaras de improviso como una profecía no advertida, preguntarías por los sifones de alcohol, por los cerillos de madera, por los depósitos de combustible almacenado, por las piedras que reposan al fondo del estanque, por las ranas que croan antes o después de la lluvia. Pero no advertirías los esteros, la bahía, la planicie desierta de mi lengua.
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