lunes, 23 de abril de 2012

F. Vallejo: a Colombia ni por coca

Lo encontré con una lupa en forma de hacha en su poderosa mano y las gafas de aumento puestas. Cuando miró a través de ellas, me pareció un cíclope. El ojo de un monstruo que devora libros.

Sobre el escritorio de su estudio, en Ciudad de México, había no menos de 30 investigaciones académicas sobre la vida y obra de don Rufino José Cuervo Urisarri; todos, releídos, tachoneados y reciclados, repletos de apuntes hechos a mano al margen y a pie de página. Borradores de ideas e interrogantes y, en la gaveta central del mueble austero, unas tijeras punzantes y el libro que lo atrapó en “este idioma hermoso” y terminó alejándolo de la música y el cine: la séptima edición de Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano. Siendo niño, en sus antioqueños días azules, lo descubrió en la biblioteca de su padre. Es la herencia que más aprecia, la obsesión por la que se encerró aquí durante los últimos 14 meses.
Afuera se despoja de lentes y de la fama bien ganada de escritor malhumorado. Sonríe y acaricia a su perra Quina antes de ocuparse de preparar y servir el almuerzo. David Anton, coreógrafo y su compañero de vida, al que dedica El cuervo blanco, la biografía que lanzará en la Feria del Libro de Bogotá este 28 de abril, me dijo, mientras puso la mesa, que pocas veces lo había visto tan aislado del mundo. Incluso, mandó a presurizar las ventanas para aislar los ruidos de la gran ciudad. También estaba preocupado por su deficiencia visual. Los ojos, con los que el escritor dice ver, gracias a córneas de sicario de Medellín, ya no le daban más entre tanto papelerío, entre tanto dato por confrontar. Pero no volvió al oftalmólogo hasta que terminó la obra sobre el filólogo Cuervo, homenajeado en Colombia, donde nació en 1844, y en Francia, donde murió hace cien años. El precio de su terquedad: un cuarto trasplante de córnea para seguir viendo “el infierno en que vivimos”.
Está claro que a Fernando Vallejo se le ama o se le odia por la fuerza de sus afirmaciones literarias y políticas. Aunque en este libro las reafirma, va más allá de sus ataques a la iglesia, la clase política y la mala madre que es Colombia. Es una monumental investigación no sólo de la vida y obra de Cuervo, sino del alma del idioma español. En casi 400 páginas de prosa vertiginosa logra más que una minuciosa biografía que nace en el barrio bogotano La Candelaria. Viaja en vapores transoceánicos hacia Europa y luego se pasea desde París hasta la antigua Constantinopla.
Es un ensayo comparativo sobre la historia de la gramática, confrontando idiomas como latín, árabe, francés, alemán, inglés e italiano, y los trae al presente para dar una lección de español a través de la historia de las palabras, desde ‘empezar’ hasta ‘gonorrea’. Debería convertirse en un texto obligatorio para quien quiera dominar de verdad el español, hablado y escrito, como lo es en materia literaria la gramática Logoi, en la que Vallejo repasó la historia de la ficción universal antes de dedicarse a escribir novelas y ensayos por los cuales es reconocido como uno de los mejores autores hispanoamericanos.
Vallejo dice que no quiere abrumar al lector con el expediente que recopiló en Europa y especialmente en Bogotá, pero no puede evitarlo para bien: cada línea tiene la autoridad de un filólogo de corazón, sin cartón, como era Cuervo; y a pesar de que termina declarándolo santo no sublima al personaje, sino que es capaz de revivirlo y desafiarlo desde lo carnal, por ejemplo por venir de una familia que tenía esclavos o por no haberse ido de putas en París; desde lo ideológico, por ser hijo de un presidente interino de Colombia además de ciego católico, apostólico y romano; y desde lo pseudocientífico, porque le objeta normas gramaticales del Diccionario de Construcción y Régimen de la Lengua Castellana, la ‘máxima locura de esta raza’, la gran obra que empezó el biografiado y que el Instituto Caro y Cuervo terminó en 1994.
Así Vallejo demerite la biografía como ‘género menor’, el valor literario de ésta reside en una estructura densa que no agota, ya que el hilo conductor es el proceso de beatificación y canonización de Cuervo, de personajes como su hermano Ángel y de amigos trascendentales como el profesor Ezequiel Uricoecha; el alemán August Pott, máximo lingüista europeo y quien bautizó al colombiano como ‘el cuervo blanco’; el experto alemán Günther Schütz y el poeta Rafael Pombo, que también terminan en el santoral.
Otros, como el procurador Ordóñez, que hace de abogado del diablo, una ralea de presidentes y un sinnúmero de falsos profetas del idioma se van al infierno mientras un Vallejo, al estilo Dante, crea ‘la nada’ para sus propios fines. Obra mayor del mismo anfitrión que ofrece en México colaciones bogotanas de sobremesa y del cíclope que me concedió el honor de ser uno de los primeros lectores de El cuervo blanco. De ahí surgió esta entrevista para El Espectador.
Maestro, me encontré con un trabajo investigativo del rigor de ‘Barba Jacob el mensajero’. ¿Es la metodología que consolida, a través suyo, la biografía como género literario?
La investigación de mi biografía de Barba Jacob me tomó diez años, y dos más escribir los dos libros distintos que llevaron el mismo título (‘un’ mismo título, habría dicho Cuervo, con el artículo indefinido): Barba Jacob el mensajero. La de Cuervo, que acabo de terminar, sólo me tomó en total un año y dos meses. Es que durante 60 años el Instituto Caro y Cuervo me había hecho la investigación. Ellos eran quienes debían haberla escrito, pero como no lo hicieron, la hice yo. En fin, la biografía (y me refiero a la biografía estricta, no a la novela biográfica, que es miserable), ha sido siempre un género menor de la literatura, y no veo la forma de volverlo un género mayor. El gran género de la literatura desde hace varios siglos es la novela.
Como los buenos libros debería ser para todos, pero no es para cualquier lector, porque es un compendio magistral de la historia del idioma.
No he escrito mis libros para todos sino para unos cuantos; digamos unos pocos miles de lectores, y pensando siempre en los de mi idioma, nunca en que mis libros fueran traducidos. Como este que ahora sale, El cuervo blanco, trata de Rufino José Cuervo y a la vez, dado quien fue el personaje, del alma de este idioma, no es traducible, y por lo tanto no voy a permitir que lo traduzcan, si es que alguna editorial de otro idioma algún día se interesa en él.
Claro que, al tiempo, repasé la historia política de Colombia en la transición del siglo XIX al XX, la de la literatura, la del periodismo. ¿Mató ‘todos los pájaros de un solo tiro’?
Ya sabes que yo amo a los animales y que soy incapaz de matar a un pájaro. A un bípedo humano sí, según la magnitud de la ofensa que me haga. Pero en fin, lo del pájaro es una expresión. Cuervo era profundamente católico, y en segundo lugar, profundamente colombiano. La historia de Colombia pasa por su vida como por la mía. Su padre era un político, como el mío. Pero Cuervo no lo fue; y yo, como él, tampoco lo fui. Ahora bien, la Colombia de ayer es la misma de hoy. Los países, como las personas, en esencia no cambian. Así, lo que diga en mi libro de la Colombia de su tiempo, lo estoy diciendo también de la del mío.
Ésta es la tercera biografía que escribe, incluida la de José Asunción Silva, ‘Chapolas negras’. Les puede haber destinado entre 15 y 20 años de su vida. ¿Qué le dejan?
La satisfacción de haber llegado a saber de mis tres personajes todo lo que se podía. Me intrigaban mucho, y conocerlos era la finalidad de mis pesquisas, no escribir unos libros. Me metí en ellas porque sospechaba que me iban a revelar mucho de mí. Y así fue. Yo en parte era ellos. Barba Jacob y Cuervo sobre todo; Silva menos.
‘El cuervo blanco’ y ‘Logoi’, su gramática del español, son un invaluable aporte al uso correcto de la lengua.
No hay un uso correcto de la lengua. Cada quien habla y escribe como puede y cada quien es sus palabras: las que usa ante todo, y después, calladamente, las que deja de usar.
A pesar de que no faltan ‘malparidos’ e ‘hijueputas’ bien merecidos en la estructura del libro, el de ‘El cuervo blanco’ es un Vallejo blanco, si lo comparo con el veneno verbal de sus novelas y ensayos.
El odio en todas ellas era una simple forma mía de decir el amor. Una menos choteada.
Usted, como todopoderoso, no sólo canoniza a don Rufino, sino a Ángel Cuervo, el hermano del que hace una biografía paralela. ¿Por qué se justificaba esto?
Estos dos hermanos eran iguales: de alma grande, de alma pura.
A don Rufino sólo le encontró pecados veniales. ¿Le resultó un personaje totalmente opuesto al Barba Jacob negro?
Sí, totalmente opuesto. Ambos vivieron vidas distintas, pero murieron igual: confesados.
El otro gran personaje es el profesor Ezequiel Uricoechea. ¿Otro santo al que nadie le había levantado altar?
Otro que hay que sumarle a los colombianos nobles, de alma grande y justos, que a diferencia de los de Sodoma y Gomorra, que no llegaron ni a uno, calculo que lleguen a diez. Tal vez porque ya somos 46 millones, y en Sodoma y Gomorra habría cinco mil.
Condena a presidentes como Reyes y Marroquín mientras Tomás Cipriano de Mosquera parece quedar en su santoral.
No, a Mosquera no, lo que tú interpretas al pie de la letra era una ironía. Ningún presidente puede ser un hombre bueno: en ello habría una contradicción ontológica. Un sol oscuro. Un oximoron.
Andrés Bello también se va para el cielo, pero ¿qué hizo don Rufino que lo llevó a superarlo?
No, Andrés Bello no se va para el cielo. Era un hombre del común, no uno de alma grande. Cuervo sí.
¿Al poeta Rafael Pombo, el amigo de los Cuervo, no le alcanzó para canonización?
Canonizado está. Y si parece que no está canonizado en mi libro, fue algún error de redacción mía o de interpretación tuya. También a él se le puede rezar. Y como quería a los animales (don Rufino no), con más razón. Van a ver que va a resultar el más milagroso.
Condena a Miguel Antonio Caro, coautor con Cuervo de una gramática latina, pero transformado en ‘bribón de la política’. Teniendo en cuenta su investigación, ¿deberían quitarle el nombre de Caro al Instituto y sólo dejarlo Cuervo?
En 1942, cuando lo fundaron, no debieron haberlo puesto así. Ya es tarde para cambiarle el nombre porque el Instituto Caro y Cuervo ya no tiene razón de ser. Lo que tenía que hacer ya lo hizo. Al padre Félix Restrepo, a José Manuel Rivas Sacconi, a Rafael Torres Quintero, a Guillermo Hernández de Alba, a Günther Schütz, a monseñor Mario Germán Romero, mis colerrigionarios en la devoción a don Rufino, sólo les faltó escribir su vida: me la dejaron a mí, la acabo de escribir yo, así que el gobierno bien puede cerrar ya ese instituto. Con su actual directora enquistada ahí, ya no vale la pena gastar más plata de impuestos. Hoy el Instituto Caro y Cuervo se reduce al viento polvoso que sopla sobre la Hacienda de Yerbabuena.
La semana pasada estuvo en Bogotá Elodie Weber, profesora de la Sorbona y experta en Cuervo, y dijo que los anglicismos no degradan el español sino que lo enriquecen. Usted, que ha criticado tantas veces ‘el adefesio anglicado’ que es nuestro idioma, ¿qué opina?
Que cada quien hable y escriba como pueda, que al hombre lo revelan sus palabras.
¿La ley del ‘spanglish’?
Hoy todos los hispanohablantes, aunque no lo sepan, hablan spanglish. Y no porque digan ‘fútbol’ o ‘e-mail’, sino por razones más sutiles, de las que ni los académicos de la lengua se dan cuenta. Un ejemplo, uno entre miles que te podría dar: cuando entras a una discoteca o a un restaurante elegante te saludan así: Bienvenido. Aunque la palabra existe en el español, en la situación indicada se trata de la traducción literal de la palabra “welcome” del inglés. En mis tiempos, cuando el español estaba menos pervertido, nos habrían saludado diciéndonos: Buenas noches, señor, como me le va. O algo así.
En su libro Francia, el país donde vivió y murió Cuervo, sale mal librado. ¿Por qué a los franceses les dio ahora por rescatar la obra de Cuervo?
¿Quién dijo que la están rescatando? ¿Crees que lo que sale en la prensa colombiana respecto a los colombianos es la verdad del mundo? Nosotros no le importamos a nadie. Ya ni siquiera por la cocaína. ¿Acaso por la filología y la gramática entonces? ¿Por el amor al idioma? ¡Qué ingenuidad! ¿Cuál amor por el idioma queda aquí?
Leer tanta carta y papelerío, ¿le afectó más los ojos?
Me han hecho cuatro trasplantes de córnea (dos en cada ojo), me han puesto en cada ojo lentes intraoculares, y en el ojo izquierdo radiaciones de láser. ¡Qué importa! Los muertos no leen, los muertos no ven.
Yo digo que usted es, como era Cuervo, ‘el más profundo conocedor de la lengua castellana’. ¿Qué piensa?
Que no. Ya ni siquiera la quiero.
A usted yo lo canonizo y lo nombro sumo pontífice del idioma, para que en el cielo le dé unas clases de español a Juan Pablo II. ¿Se arriesga?
Sí, se las voy a dar, pero no en el cielo sino en el infierno, que es donde está él y a donde voy a caer yo. ¡Qué desgracia la mía! Después de una vida tan dura ir a terminar con semejante compañía, tan aburrida, tan sosa, tan fea, tan mala. ¡Qué ocurrencias las de Dios!
¿Qué opina de repatriar los restos de Cuervo de Francia, ordenada por decreto desde la presidencia de Carlos Lleras?
¿Y para qué quieren unos huesos polvosos aquí? Lo que importaba de él era su alma, y ya está en mi libro. Yo, que era un simple cazador de sombras, de fantasmas, esta vez agarré un santo. ¡Qué chiripazo! No me lo esperaba. De biógrafo pasé a hagiógrafo. Me siento muy afortunado.
¿Cuál es el futuro del español en un mundo dominado por el inglés y tal vez por el mandarín?
El inglés hoy es el idioma universal: el de las ciencias, el de las finanzas, el del turismo y el de la diplomacia. El español es la lengua de veintidós naciones subdesarrolladas y no tiene ningún porvenir. El chino tampoco, con esa escritura tan complicada, que toma media vida aprender. La ortografía del inglés también es complicada porque en su mayor parte es etimológica y no fonética, pero infinitamente menos que la del chino. Con semejante escritura, el mandarín no tiene porvenir.
¿Cuál es el papel que debe cumplir el Instituto Caro y Cuervo frente a este panorama?
El que te dije, desaparecer.
¿El fondo Cuervo está bien conservado y usado en la Biblioteca Nacional?
Bien conservado sí. Bien usado no, porque en los cien años que lleva ahí, si lo han consultado nueve, no lo han consultado diez. El que lo conoció mejor fue un alemán Günther Schütz, riguroso como Cuervo, de alma grande y que quería a Colombia como él. Ha de estar muy viejo, si es que vive. Le pedí a la directora del Instituto Caro y Cuervo que lo invitara a la conmemoración del centenario de la muerte de don Rufino, pero fue como hablarle a una pared. Antes de cerrar el Instituto, a esa señora hay que echarla, pero sin goce de prestaciones ni compensaciones porque no hay por qué. Al Instituto llegó hace poco a acabar con lo poco que quedaba. Es una mujer indolente e inepta. Su nombre no lo digo, pero es fácil de averiguar. Se puede buscar en internet.
¿Cuál es la responsabilidad del Ministerio de Cultura frente a nuestra lengua?
Ninguna. Ni la del Estado. La única función del Estado es evitar que unos se maten con otros. Y es lo que no hace. Colombia es un gran matadero: de reses y de humanos. Lo de las reses me duele mucho: lo de los humanos, menos.
Usted se convirtió en albacea de don Rufino. ¿Cómo mantener a salvo el legado de Cuervo de abogados del diablo como el procurador Ordóñez?
El procurador Ordóñez es un pirómano y un malnacido. Y que la ponga conmigo como quiera a ver cómo nos va.
¿Cíteme funcionarios que no le ayudaron en la investigación sobre los Cuervos?
Doña Elvira Cuervo antes que nadie, luego la directora de la Biblioteca Nacional, la señora Ana Roda, y Camilo Páez, quien en esta misma biblioteca se encarga ahora del Fondo Cuervo; luego el historiador Juan Camilo Rodríguez; y luego, en pequeña medida, don Edilberto Cruz Espejo, quien dirigió la terminación del Diccionario de Construcción y Régimen.
Los Cuervo se fueron al cielo y usted se quedó llorando en este infierno. ¿Qué va a escribir mientras le llega el turno?

Un libro titulado ‘El desastre’.

¿Cuándo muera, va a repartir la herencia como hizo Cuervo? ¿A quién dejará su biblioteca y los derechos de sus libros?
No tengo ninguna biblioteca ni nada que dejar. En cuanto a los libros míos, los que escribí, éstos se mueren antes que yo, por poco que yo dure: los voy a enterrar a todos. Son dieciocho. Como los hijos que tuvo mi mamá. Ella sólo alcanzó a enterrar a dos, pero su sueño era enterrarnos a todos. De paso nos convirtió en sus sirvientas, que fuimos las únicas que le duraron.
¿Enviará este libro a la Real Academia de la Lengua y volverá a España?
No tengo relaciones con la Real Academia Española de la Lengua, por la que sin embargo siento afecto. Y nunca volveré a España.

La magnitud de una obra monumental

2.600 cartas componen el archivo de Cuervo, mil de ellas escritas a sus amigos, 44 al poeta Rafael Pombo.
45 días tardaba en llegar una carta entre Bogotá y París a finales del siglo XIX.
5°entre siete hijos fue el lugar familiar de Cuervo, hijo y hermano de dos presidentes encargados de Colombia: Rufino Cuervo Barreto y Antonio Basilio Cuervo.


(Si tuvieras la disyuntiva de llevarte un libro al infierno pero del mismo autor, dudarías en cargar en el necesaire "El Desbarrancadero" o la biografía del poeta Porfirio Barba Jacob; pero si te pidieran dos títulos del mismo autor para echarlos al fuego, dudarías entre "La puta de Babilonia" y "La rambla paralela." La pareja sentimental del escritor colombiano es escenógrafo, por sus limitaciones físicas David Antón no podría ser ni remotamente "coreógafo", como se sostiene en esta entrevista, clonada de El Espectador.)