Último sueño
Mi abuela Isabel
oía en sueños rebaños de ovejas
pasando junto a la ventana.
Cada noche, en plena ciudad,
las ovejas de su infancia le visitaban.
Aseguraba que oía los suaves balidos,
el delicado tintineo de los cencerros
mezclándose con rumor de patas pisando el asfalto.
A mi abuela Isabel
le visitaban los sonidos de su niñez a los noventa años.
Para ella, la ciudad se poblaba de ovejas invisibles
ramoneando entre sus recuerdos de infancia en la aldea
sin electricidad, sin agua corriente, sin automóviles.
Cuando un sonido, un olor, una imagen o una voz
encuentran su camino de regreso hasta nosotros,
no hay nada más cierto que esa presencia
vívida, intensa, verdadera.
Tal vez al final de nuestra vida
nos esté dado recordar lo esencial,
lo más hermoso que hayamos vivido.
Si es cierto que nuestra memoria
nos concede un último deseo antes del viaje
en forma de ilusión con visos de realidad,
de alucinación hermosa como un cielo de verano,
¿con qué sonido dormiremos cada uno de nosotros?
(texto tomado del blog "rima interna", martín lópez-vega, sitio "el cultural".)
1 comentario:
Muy buen texto, Uriel, siempre eres muy amables con los colegas, te felicito.
Un abrazo.
HD
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