El doble
Mientras bebo café y repaso los diarios matutinos
otro se anuda mi corbata
y sumiso sale a cumplir itinerarios
tareas, caprichos ajenos.
Aclaro:
No estoy exponiendo a mi subconsciente
ni me valgo de retórica
o de trampas metafísicas.
Le pago a un doble
como en el cine
para que envejezca tras las ventanillas
para que a él lo asalten en las puertas del metro
para que sonría cuando lo devalúen
y responda cuando los gigantes griten mi nombre.
De noche me rinde cuentas.
Su rostro se muestra agobiado
y jamás parece satisfecho de su paga.
Sus ojos
-cuando me atrevo a enfrentarlos-
me acechan con ira
y entonces me invade un profundo temor
a que las cosas cambien
a que de pronto una mano
invierta los papeles.
(Diecinueve poetas, una casa, un tiempo, antología de Silvia Aboytes, UAM Azcapotzalco, México, 1999.)
jueves, 30 de abril de 2015
miércoles, 29 de abril de 2015
Félix Dauajare (1920/2011 )
El sueño de la criatura intacta
Hizo, pues Yavé Dios caer sobre el hombre
un profundo sopor.
Génesis
Era yo, en el comienzo,
(esta triste palabra
que fue forjada después por el pecado)
un agua transparente.
No sabía de la orilla,
del caminar exacto y pasajero.
El mar estaba lejos o,
tal vez no existía.
El abrazo salobre de la Nada
se cernía como un sueño que pude no soñar.
Mis sentidos carecían de su objeto:
la luz estaba dentro de la carne,
detrás de la mirada;
el sonido era uno, circular, infinito,
una voz inasible, impregnadora;
el tacto se alargaba sobre todos los seres
expectantes y mudos;
un aroma indistinto
se extraviaba en la sombra
como un ciego sin luz;
los labios transitaban sin pudor
en los frutos colgantes
(la simiente del dolor anunciado);
lo sensible era blanco, perennemente dúctil,
arena que recuerda lo que se hunde y flota.
Dios estaba conmigo
en esta infancia de la tierra y del alma.
El instante callaba
sin herir a las piedras y al aliento:
perro de piernas frágiles
que no alcanza a la vida.
El polvo era de luz, de fuego,
un medio solamente
para encarnar anhelos de la criatura intacta.
Sólo palabras interiores
brotaban dócilmente
sin sentido y sin forma:
surtidor que retorna a su fuente primaria.
Sólo el nombre tocaba
a las aves del cielo y a las bestias del campo
para darles relieve, ubicación, latido.
Estaba con el mundo, con el tiempo, con todo,
y sentía algunas veces
en el fondo de la conciencia adormecida
que era único y solo.
Esto brotaba en el país del sueño…
Saber, sufrir, andar a tientas
con la razón incandescente
era el oscuro patrimonio
que el mandato celeste otorgaría.
Aquí, en este cruce de los mundos
unidos, separados,
anteriores, futuros,
una mano impalpable
arrullaba la dignidad amarga de ser
hombre.
Por las ondas ocultas se transmite
la palabra terrible...
Entenderás mi voz de otra manera.
Esta mano que un día modeló tu contorno
ha pensado dejarte.
La dicha es un veneno que sólo yo soporto,
la unidad es un fruto para mi boca universal.
La primera distinción que concibas
te arrojará en el pozo de la muerte;
te cubrirá la desnudez
con su manto de hielo y de furor;
en el agua de tu propio costado
contemplarás un rostro deslumbrante y amargo:
la acechanza invisible
que te dirá quien eres;
dejarás lo que es tuyo
(la raíz de tus frutos)
por el influjo de la carne ondulante
que te dará la paz, el extravío,
y unas leves pisadas arrastrando en su ritmo
la crueldad del enigma;
tendrás otra mirada para hundirte en su abismo,
unos labios para el dolor y para el canto;
contra tu cuerpo un cuerpo
semejante y distinto:
recipiente que contendrá continuidad y lágrimas.
La sencillez de los objetos
ofreciendo sus formas y su esencia
se tornará impermeable a tu mirada.
Sabrás lo que es amar el mundo,
la pureza del aire,
el aliento del fuego,
la lluvia descendida de mis manos ocultas,
por la tristeza de sentirlos distintos,
separados, perdidos.
Amar será apresar el viento, el humo, la distancia.
Conocerás el reino que no cambia
por el flujo que llevará a tu cuerpo
hacia la noche irreparable y maldita.
El gusano del tiempo
romperá la corteza de tu dorada plenitud;
bajo tus plantas perforadas
se tejerán alfombras de un vacío
que sólo colmarás con la locura y el pecado:
ciudades de terror, hambre, murallas,
crímenes contra el cuerpo y contra el alma;
percibirás la inútil fuerza,
la sensación caliginosa, trágica,
de surgir para nada;
en el ritmo, el color, la palabra,
recordarás el acto que sólo yo poseo:
la creación interminable,
el contemplar puro, sin ojos,
el amor silencioso y sin objeto.
¿Quién detendrá ese sueño
antes de que se precipite
en las aciagas formas de lo real,
en la imagen quebrada de lo que no sucumbe?
Rebeldía-libertad-dolor-conocimiento.
("periódico de poesía")
Hizo, pues Yavé Dios caer sobre el hombre
un profundo sopor.
Génesis
Era yo, en el comienzo,
(esta triste palabra
que fue forjada después por el pecado)
un agua transparente.
No sabía de la orilla,
del caminar exacto y pasajero.
El mar estaba lejos o,
tal vez no existía.
El abrazo salobre de la Nada
se cernía como un sueño que pude no soñar.
Mis sentidos carecían de su objeto:
la luz estaba dentro de la carne,
detrás de la mirada;
el sonido era uno, circular, infinito,
una voz inasible, impregnadora;
el tacto se alargaba sobre todos los seres
expectantes y mudos;
un aroma indistinto
se extraviaba en la sombra
como un ciego sin luz;
los labios transitaban sin pudor
en los frutos colgantes
(la simiente del dolor anunciado);
lo sensible era blanco, perennemente dúctil,
arena que recuerda lo que se hunde y flota.
Dios estaba conmigo
en esta infancia de la tierra y del alma.
El instante callaba
sin herir a las piedras y al aliento:
perro de piernas frágiles
que no alcanza a la vida.
El polvo era de luz, de fuego,
un medio solamente
para encarnar anhelos de la criatura intacta.
Sólo palabras interiores
brotaban dócilmente
sin sentido y sin forma:
surtidor que retorna a su fuente primaria.
Sólo el nombre tocaba
a las aves del cielo y a las bestias del campo
para darles relieve, ubicación, latido.
Estaba con el mundo, con el tiempo, con todo,
y sentía algunas veces
en el fondo de la conciencia adormecida
que era único y solo.
Esto brotaba en el país del sueño…
Saber, sufrir, andar a tientas
con la razón incandescente
era el oscuro patrimonio
que el mandato celeste otorgaría.
Aquí, en este cruce de los mundos
unidos, separados,
anteriores, futuros,
una mano impalpable
arrullaba la dignidad amarga de ser
hombre.
Por las ondas ocultas se transmite
la palabra terrible...
Entenderás mi voz de otra manera.
Esta mano que un día modeló tu contorno
ha pensado dejarte.
La dicha es un veneno que sólo yo soporto,
la unidad es un fruto para mi boca universal.
La primera distinción que concibas
te arrojará en el pozo de la muerte;
te cubrirá la desnudez
con su manto de hielo y de furor;
en el agua de tu propio costado
contemplarás un rostro deslumbrante y amargo:
la acechanza invisible
que te dirá quien eres;
dejarás lo que es tuyo
(la raíz de tus frutos)
por el influjo de la carne ondulante
que te dará la paz, el extravío,
y unas leves pisadas arrastrando en su ritmo
la crueldad del enigma;
tendrás otra mirada para hundirte en su abismo,
unos labios para el dolor y para el canto;
contra tu cuerpo un cuerpo
semejante y distinto:
recipiente que contendrá continuidad y lágrimas.
La sencillez de los objetos
ofreciendo sus formas y su esencia
se tornará impermeable a tu mirada.
Sabrás lo que es amar el mundo,
la pureza del aire,
el aliento del fuego,
la lluvia descendida de mis manos ocultas,
por la tristeza de sentirlos distintos,
separados, perdidos.
Amar será apresar el viento, el humo, la distancia.
Conocerás el reino que no cambia
por el flujo que llevará a tu cuerpo
hacia la noche irreparable y maldita.
El gusano del tiempo
romperá la corteza de tu dorada plenitud;
bajo tus plantas perforadas
se tejerán alfombras de un vacío
que sólo colmarás con la locura y el pecado:
ciudades de terror, hambre, murallas,
crímenes contra el cuerpo y contra el alma;
percibirás la inútil fuerza,
la sensación caliginosa, trágica,
de surgir para nada;
en el ritmo, el color, la palabra,
recordarás el acto que sólo yo poseo:
la creación interminable,
el contemplar puro, sin ojos,
el amor silencioso y sin objeto.
¿Quién detendrá ese sueño
antes de que se precipite
en las aciagas formas de lo real,
en la imagen quebrada de lo que no sucumbe?
Rebeldía-libertad-dolor-conocimiento.
("periódico de poesía")
martes, 28 de abril de 2015
Saúl Ordóñez (1981 )
Rafael Cauduro, El Sansebastián, 1986
Sansebastián, patrono de los soldados y de los putos,
amante y domador de las saetas
Sansebastián, duro atleta, trusa blanca que dibuja tu
sexo
-en armarios antiguos encuentro para ti conchas y
llaves y Una estación en el infierno (Rimbaud en
la Estación Metro Insurgentes, Zona Rosa,
lugar que tú y yo bien conocemos)
Sansebastián, señor y señora, no cierres la puerta,
deja que nuestro amor diga su nombre
(Museo vivo, fondo editorial tierra adentro, méxico, 2009)
Sansebastián, patrono de los soldados y de los putos,
amante y domador de las saetas
Sansebastián, duro atleta, trusa blanca que dibuja tu
sexo
-en armarios antiguos encuentro para ti conchas y
llaves y Una estación en el infierno (Rimbaud en
la Estación Metro Insurgentes, Zona Rosa,
lugar que tú y yo bien conocemos)
Sansebastián, señor y señora, no cierres la puerta,
deja que nuestro amor diga su nombre
(Museo vivo, fondo editorial tierra adentro, méxico, 2009)
lunes, 27 de abril de 2015
Luis Miguel Aguilar (1956 )
Las gemelas, prostitutas
Aquí estamos Ignacia y Sonia Hernández.
En vida, las Gemelas.
Fuimos las dos delgadas como palmeras,
Los lucerso azules de Xel-há.
A ella la mató un exagerado;
Yo me morí de cáncer pulmonar; aunque en el fondo
Nos morimos las dos de amor cadáver. Lo conocimos
En Guadalajara. Lo seguimos prácticamente en
Chetumal.
Ignacia me pidió que refiriera
Nuestro caso, por si alguien se interesa.
De ser así, queremos ver si también fuera posible
Que recordaran por nosotras la canción
De Las tres Isabeles, que nos gusta
Aunque sólo fuimos dos: Ignacia y yo.
("el minuto difícil, poesía reunida 1979/2007, unam, méxico, 2009)
Aquí estamos Ignacia y Sonia Hernández.
En vida, las Gemelas.
Fuimos las dos delgadas como palmeras,
Los lucerso azules de Xel-há.
A ella la mató un exagerado;
Yo me morí de cáncer pulmonar; aunque en el fondo
Nos morimos las dos de amor cadáver. Lo conocimos
En Guadalajara. Lo seguimos prácticamente en
Chetumal.
Ignacia me pidió que refiriera
Nuestro caso, por si alguien se interesa.
De ser así, queremos ver si también fuera posible
Que recordaran por nosotras la canción
De Las tres Isabeles, que nos gusta
Aunque sólo fuimos dos: Ignacia y yo.
("el minuto difícil, poesía reunida 1979/2007, unam, méxico, 2009)
domingo, 26 de abril de 2015
LA PUERTA NEGRA
Uriel Martínez
Siete fábulas
2. Ese martes dijo el mico culto: "Vine a Dogville porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal John Gavin". En eso pasó una parvada de cuervos graznando: "cuar, cuar, cuar".
3. Ese miércoles el mico culto tuvo un dilema: ¿Qué leeré La Divina Comedia o Manhattan Transfer? Optó por El Pecado de Oyuki, de Yolanda Vargas Dulché.
Siete fábulas
1. Ese lunes dijo el mico culto: "Me duele una banana en todo el cuerpo."
2. Ese martes dijo el mico culto: "Vine a Dogville porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal John Gavin". En eso pasó una parvada de cuervos graznando: "cuar, cuar, cuar".
3. Ese miércoles el mico culto tuvo un dilema: ¿Qué leeré La Divina Comedia o Manhattan Transfer? Optó por El Pecado de Oyuki, de Yolanda Vargas Dulché.
4. Ese jueves el mico culto se puso a buscar en el desorden de sus libreros la poesía reunida de Cavafis, versión de Cayetano Cantú. Encontró un libro que ya daba por perdido, "Mi padre, el inmigrante", de Vicente Gervasi, la "Poesía erótica" del griego y "Cinco poetas neohelénicos". Desistió de su propósito original y zarandeó y zarandeó los barrotes de la jaula.
5. Ese viernes el mico culto salió de casa oliendo a Camay y loción after shave azul. Tenía un desayuno de trabajo con su agente literario y, por esa razón, estrenó corbata. Trepó a la ruta 5 que siempre huele a cemento para suelas y tacones. La música norteña hacía que tiritaran las ventanillas por el volumen alto. Antes de acercarse a la bajada de Catedral -centro histórico-, el punto más cercano a la cita, escuchó la enésima de Los Tigres del Norte. Bajó crispado.
6. Ese sábado el mico culto quiso instalarse al borde de su propia depresión. Para esto sacó de la audioteca una selección de música portuguesa. Cuando se percató de que nunca había viajado a Coimbra -y de que nunca lo haría, ya era demasiado tarde-, supo que no... Se había ido la luz.
6. Ese sábado el mico culto quiso instalarse al borde de su propia depresión. Para esto sacó de la audioteca una selección de música portuguesa. Cuando se percató de que nunca había viajado a Coimbra -y de que nunca lo haría, ya era demasiado tarde-, supo que no... Se había ido la luz.
7. Cuando el mico culto hubo de ver concluida su obra cumbre, El Arca del Mico Noé, buscó al centauro y a la centaura, al unicornio y a la unicornia, al guacamayo y a la guacamaya, al minotauro y a la minotaura, al dragón y a la dragona, al murciélago y a la murciélaga. Pero eran seres sin par, sin equivalente. Eso no lo desalentó: él tampoco halló nunca a la mica correspondiente.
sábado, 25 de abril de 2015
José Watanabe (1945/2007 )
Tres piedras blanquecinas sobre la arena
Tres piedras blanquecinas sobre la arena.
Un hombre vino y se sentó en una de ellas, cansado.
Miró a las otras dos sin intención, sólo posó sus ojos
en su superficie como en al aire.
Su mente estaba flotando en una hora antigua.
No escogidas para contemplar, miradas
sin ideas, las piedras
no iban a ser recordadas nunca por ese hombre.
Cuando se fue,
las tres siguieron inmaculadas sobre la arena.
("otra iglesia es imposible")
Tres piedras blanquecinas sobre la arena.
Un hombre vino y se sentó en una de ellas, cansado.
Miró a las otras dos sin intención, sólo posó sus ojos
en su superficie como en al aire.
Su mente estaba flotando en una hora antigua.
No escogidas para contemplar, miradas
sin ideas, las piedras
no iban a ser recordadas nunca por ese hombre.
Cuando se fue,
las tres siguieron inmaculadas sobre la arena.
("otra iglesia es imposible")
viernes, 24 de abril de 2015
Carlos Marzal (1961 )
Cálculos infinitesimales
La luz de esas estrellas ya ha ocurrido.
En una lejanía inapropiada
para nuestra penosa sensatez,
Ya han muerto las estrellas que miramos.
Millones de millones años luz,
agujeros del tiempo inconcebibles,
la confabulación de la energía,
más allá de cuanto nos resulta soportable
en una aterradora fiesta sin nosotros.
Todo el escrupulosos asombro de la ciencia
parece que conduce hasta este asombro
con que contempla el cielo un ignorante.
Según nos dicen, hay que seguir viviendo
cercados de preguntas sin respuestas.
Nuestras lentes exploran las galaxias
y nuestra pequeñez sólo es tangible
en el inmaculado abismo de los números,
en el sagrado horror
de cálculos infinitesimales.
¿Hacia dónde conducen estas cavilaciones
de aturdido astrofísico? Estas cavilaciones
no conducen.Estas cavilaciones ya han estado,
ya han sido desde mí en otro yo que ha muerto
en la distancia. Todo lo que refulge es luz marchita.
Ser es un fui que n no soy yo contempla
desconcertado desde un planeta ajeno.
La Historia y el futuro han sido para siempre
y acosan desde lejos, ya ocurridos.
La vida es la nostalgia incorregible
de habitar un rincón del firmamento
que sólo se ha erigido en el pasado
y cuyo planiferio hemos perdido.
Así que cuando te amo ya te he amado.
El dolor que te causo y que me causas
es un dolor tan viejo que no duele,
aunque puedas pensar que está doliéndonos,
y ese fuego eucarístico en el que me consumo
es un simple capricho de las cronologías,
un voluntario error de apreciación
con respecto al pasmoso suceder de las cosas.
Nuestra felicidad ya no nos pertenece,
vivimos de prestado en lontananza,
que es el inconcebible tiempo de las constelaciones.
La perpetua ordalía de tu cuerpo
es el altar de una ciudad hundida
en donde los ahogados de mí mismo
aún mantienen un culto que ha perdido a sus fieles.
El temblor de quererte, el estremecimiento
de coincidir contigo en esta nada
quizá es una ilusión de mi memoria astral.
Y el caso es que no importa.
No importa que no podamos ser, porque hemos sido;
no importa que en ti no pueda estar, porque ya estuve,
no importa si lo que ya ha acabado nunca nace.
Me incumbe la conciencia del álgebra celeste
y en lugar de alejarme de ti los números me acercan.
No puedo comprender esas distancias
y aunque las comprendiera no las vivo.
Hay una plenitud crepuscular
en la conspiración del universo
para que no nos encontremos tú y yo.
Ya no concibo una embriaguez más grande
que ese convencimiento con que irradias
la falsa luz de las estrellas muertas.
("poética y poesía", fundación juan march, madrid, 2005)
La luz de esas estrellas ya ha ocurrido.
En una lejanía inapropiada
para nuestra penosa sensatez,
Ya han muerto las estrellas que miramos.
Millones de millones años luz,
agujeros del tiempo inconcebibles,
la confabulación de la energía,
más allá de cuanto nos resulta soportable
en una aterradora fiesta sin nosotros.
Todo el escrupulosos asombro de la ciencia
parece que conduce hasta este asombro
con que contempla el cielo un ignorante.
Según nos dicen, hay que seguir viviendo
cercados de preguntas sin respuestas.
Nuestras lentes exploran las galaxias
y nuestra pequeñez sólo es tangible
en el inmaculado abismo de los números,
en el sagrado horror
de cálculos infinitesimales.
¿Hacia dónde conducen estas cavilaciones
de aturdido astrofísico? Estas cavilaciones
no conducen.Estas cavilaciones ya han estado,
ya han sido desde mí en otro yo que ha muerto
en la distancia. Todo lo que refulge es luz marchita.
Ser es un fui que n no soy yo contempla
desconcertado desde un planeta ajeno.
La Historia y el futuro han sido para siempre
y acosan desde lejos, ya ocurridos.
La vida es la nostalgia incorregible
de habitar un rincón del firmamento
que sólo se ha erigido en el pasado
y cuyo planiferio hemos perdido.
Así que cuando te amo ya te he amado.
El dolor que te causo y que me causas
es un dolor tan viejo que no duele,
aunque puedas pensar que está doliéndonos,
y ese fuego eucarístico en el que me consumo
es un simple capricho de las cronologías,
un voluntario error de apreciación
con respecto al pasmoso suceder de las cosas.
Nuestra felicidad ya no nos pertenece,
vivimos de prestado en lontananza,
que es el inconcebible tiempo de las constelaciones.
La perpetua ordalía de tu cuerpo
es el altar de una ciudad hundida
en donde los ahogados de mí mismo
aún mantienen un culto que ha perdido a sus fieles.
El temblor de quererte, el estremecimiento
de coincidir contigo en esta nada
quizá es una ilusión de mi memoria astral.
Y el caso es que no importa.
No importa que no podamos ser, porque hemos sido;
no importa que en ti no pueda estar, porque ya estuve,
no importa si lo que ya ha acabado nunca nace.
Me incumbe la conciencia del álgebra celeste
y en lugar de alejarme de ti los números me acercan.
No puedo comprender esas distancias
y aunque las comprendiera no las vivo.
Hay una plenitud crepuscular
en la conspiración del universo
para que no nos encontremos tú y yo.
Ya no concibo una embriaguez más grande
que ese convencimiento con que irradias
la falsa luz de las estrellas muertas.
("poética y poesía", fundación juan march, madrid, 2005)
jueves, 23 de abril de 2015
Constantino Cavafis (1863/1933 )
Los caballos de Aquiles
Cuando vieron muerto a Patroclo,
tan valiente, tan fuerte y tan joven,
los caballos de Aquiles prorrumpieron en llanto;
su inmortal condición se indignó
ante la obra de la muerte que veían.
Alzaron su cabeza, sacudieron las largas crines,
golpearon el suelo con las patas, y lloraron
a Patroclo, a quien sentían inánime —destruido—
una carne abyecta ahora —el espíritu disipado—
indefenso —sin aliento—
hacia la inmensa Nada vuelto desde la vida.
Zeus vio las lágrimas de esos inmortales
caballos y sintió lástima. “En las bodas de Peleo”,
dijo, “no he debido actuar tan irreflexivamente.
Habría sido mejor no haberos regalado,
infelices caballos. ¿Qué ibais a hacer allí,
entre esos pobres seres, juguetes del destino?
A vosotros que estáis libres de la muerte y la vejez,
os atormentan calamidades pasajeras. En sus apuros
el hombre os ha atrapado”. Pero sus lágrimas,
por la calamidad eterna de la muerte,
seguían derramando los dos nobles animales.
1897
("otra iglesia es imposible", versión: francisco rivera)
Cuando vieron muerto a Patroclo,
tan valiente, tan fuerte y tan joven,
los caballos de Aquiles prorrumpieron en llanto;
su inmortal condición se indignó
ante la obra de la muerte que veían.
Alzaron su cabeza, sacudieron las largas crines,
golpearon el suelo con las patas, y lloraron
a Patroclo, a quien sentían inánime —destruido—
una carne abyecta ahora —el espíritu disipado—
indefenso —sin aliento—
hacia la inmensa Nada vuelto desde la vida.
Zeus vio las lágrimas de esos inmortales
caballos y sintió lástima. “En las bodas de Peleo”,
dijo, “no he debido actuar tan irreflexivamente.
Habría sido mejor no haberos regalado,
infelices caballos. ¿Qué ibais a hacer allí,
entre esos pobres seres, juguetes del destino?
A vosotros que estáis libres de la muerte y la vejez,
os atormentan calamidades pasajeras. En sus apuros
el hombre os ha atrapado”. Pero sus lágrimas,
por la calamidad eterna de la muerte,
seguían derramando los dos nobles animales.
1897
("otra iglesia es imposible", versión: francisco rivera)
miércoles, 22 de abril de 2015
Eloy Sánchez Rosillo (1948 )
Una muchacha
Ha salido, tal vez, de su casa hace un rato.
No va a ninguna parte. Da gusto, en primavera,
pasear a estas hora sin rumbo, mientra cae
la tarde lentamente y vuelan los vencejos
en la luz que declina. Ha estado en un jardín;
pasó por una plaza y por una alameda.
Tiene ganas de andar.
Ahora, el azar la trae,
despacio, hasta mi calle. Yo, aburrido, me asomo
a un balcón de mi casa, y, al mirar hacia abajo,
la veo venir. Tendrá veinte años apenas.
Camina con la gracia que regala la vida
a quien es bello y joven: gloria breve del cuerpo;
milagro de lo efímero, que cifra en su relámpago
visos de eternidad.
Ajena a mi mirada,
se va acercando. El oro del sol último brilla
en su piel, en sus ojos, en el dulce desorden
oscuro de su pelo. En este instante, cruza
de una acera a la otra. No sabe que la observo,
que su fugaz presencia me hace feliz. Muy pronto
pasará por la puerta de la casa en que vivo.
Ya llega. Ya ha pasado. Y sigue. Y va alejándose.
Dentro de unos momentos doblará aquella esquina.
(de Autorretratos)
("poética y poesía", fundación juan march, madrid, mmv)
Ha salido, tal vez, de su casa hace un rato.
No va a ninguna parte. Da gusto, en primavera,
pasear a estas hora sin rumbo, mientra cae
la tarde lentamente y vuelan los vencejos
en la luz que declina. Ha estado en un jardín;
pasó por una plaza y por una alameda.
Tiene ganas de andar.
Ahora, el azar la trae,
despacio, hasta mi calle. Yo, aburrido, me asomo
a un balcón de mi casa, y, al mirar hacia abajo,
la veo venir. Tendrá veinte años apenas.
Camina con la gracia que regala la vida
a quien es bello y joven: gloria breve del cuerpo;
milagro de lo efímero, que cifra en su relámpago
visos de eternidad.
Ajena a mi mirada,
se va acercando. El oro del sol último brilla
en su piel, en sus ojos, en el dulce desorden
oscuro de su pelo. En este instante, cruza
de una acera a la otra. No sabe que la observo,
que su fugaz presencia me hace feliz. Muy pronto
pasará por la puerta de la casa en que vivo.
Ya llega. Ya ha pasado. Y sigue. Y va alejándose.
Dentro de unos momentos doblará aquella esquina.
(de Autorretratos)
("poética y poesía", fundación juan march, madrid, mmv)
martes, 21 de abril de 2015
Philip Blake Morrison (1950 )
Contra dietas
Por favor, amor, basta de dietas.
Ya leí los textos de por qué
ayuda a la autoestima. Te he observado
corriendo en plazas y sudando en cintas.
Me despojé de unos kilos yo también.
Pero basta. ¿Qué son unos rollitos
entre amigos? Por dos kilos
no vale luchar tanto.
Estoy hasta acá de las sin sal.
Llegué a cuestionar la premisa.
Míralo desde mi punto de vista,
quiero más, no menos, de ti.
("la biblioteca de marcelo leites", trad. de andrew graham yooll)
Por favor, amor, basta de dietas.
Ya leí los textos de por qué
ayuda a la autoestima. Te he observado
corriendo en plazas y sudando en cintas.
Me despojé de unos kilos yo también.
Pero basta. ¿Qué son unos rollitos
entre amigos? Por dos kilos
no vale luchar tanto.
Estoy hasta acá de las sin sal.
Llegué a cuestionar la premisa.
Míralo desde mi punto de vista,
quiero más, no menos, de ti.
("la biblioteca de marcelo leites", trad. de andrew graham yooll)
lunes, 20 de abril de 2015
Luis García Montero (1958 )
Hay aviones que despegan desde ningún lugar
Y que aterrizan en ninguna parte
Nadie puede bañarse en lágrimas dos veces
en el mismo aeropuerto.
En la bandeja pongo
el reloj, la cartera, el teléfono móvil
y el cinturón. De golpe
las ordenanzas de seguridad
ayudan a entender la despedida.
Y nada es decisivo,
nada quiere importarme,
ni el fracaso del lunes, ni el misterio del sábado
con sus torpes vestidos melancólicos,
ni el sol de las agendas perdidas en la nieve.
Todo da igual, insisto,
respeten mi insistencia.
No es grave la aduana.
El reloj que me piden y devuelvo
ha sabido esperar en todas las esquinas
de la ciudad, en los amaneceres
cuando fue necesario levantarse,
y en el último tren,
y en los bares cerrados.
La cartera que entrego no guarda documentos
sino un barrio con álamos y niños escondidos,
la luz en los cristales de un balcón
y las primeras cartas mojadas por la lluvia,
ese agua de ayer que no deshace
letras ni direcciones en los sobres.
No es grave la memoria.
Tampoco se han quejado
los números borrosos del teléfono,
porque detrás no existe un restaurante,
un puesto de trabajo, un domicilio.
Ya no cuentan los mapas navegables
en los días de siempre,
y las voces que quedan van conmigo.
No es grave el cinturón. Estoy desnudo,
respeten mi desnudo sin espejo,
y sin manos de nadie,
y sin besos primero al abrir los botones,
y sin piel conocida al lado de mi piel.
Tan sólo dos colmillos sobre mi identidad,
dos heridas pequeñas en el cuello.
La luna me interroga,
¿quién soy yo?,
perdonen mi insistencia,
y no sé contestarle.
Nadie puede bañarse en lágrimas dos veces
en el mismo aeropuerto,
porque siempre hay aviones que despegan
desde ningún lugar
y que aterrizan en ninguna parte.
("apología de la luz")
Y que aterrizan en ninguna parte
Nadie puede bañarse en lágrimas dos veces
en el mismo aeropuerto.
En la bandeja pongo
el reloj, la cartera, el teléfono móvil
y el cinturón. De golpe
las ordenanzas de seguridad
ayudan a entender la despedida.
Y nada es decisivo,
nada quiere importarme,
ni el fracaso del lunes, ni el misterio del sábado
con sus torpes vestidos melancólicos,
ni el sol de las agendas perdidas en la nieve.
Todo da igual, insisto,
respeten mi insistencia.
No es grave la aduana.
El reloj que me piden y devuelvo
ha sabido esperar en todas las esquinas
de la ciudad, en los amaneceres
cuando fue necesario levantarse,
y en el último tren,
y en los bares cerrados.
La cartera que entrego no guarda documentos
sino un barrio con álamos y niños escondidos,
la luz en los cristales de un balcón
y las primeras cartas mojadas por la lluvia,
ese agua de ayer que no deshace
letras ni direcciones en los sobres.
No es grave la memoria.
Tampoco se han quejado
los números borrosos del teléfono,
porque detrás no existe un restaurante,
un puesto de trabajo, un domicilio.
Ya no cuentan los mapas navegables
en los días de siempre,
y las voces que quedan van conmigo.
No es grave el cinturón. Estoy desnudo,
respeten mi desnudo sin espejo,
y sin manos de nadie,
y sin besos primero al abrir los botones,
y sin piel conocida al lado de mi piel.
Tan sólo dos colmillos sobre mi identidad,
dos heridas pequeñas en el cuello.
La luna me interroga,
¿quién soy yo?,
perdonen mi insistencia,
y no sé contestarle.
Nadie puede bañarse en lágrimas dos veces
en el mismo aeropuerto,
porque siempre hay aviones que despegan
desde ningún lugar
y que aterrizan en ninguna parte.
("apología de la luz")
domingo, 19 de abril de 2015
CABALLOS DESBOCADOS
Uriel Martínez
Preámbulo.
En alguna obra de algún cronista de Indias se afirma que cuando los aborígenes vieron al español montado sobre un caballo, supusieron que uno y otro eran un solo cuerpo. Pero no se sabe, yo al menos, si de esa observación surja la imagen del Centauro, presente en la historia de México con la figura del legendario Pancho Villa. En todo caso la estampa del Minotauro procede de otra vertiente, Grecia, que más tarde desembocará en los dibujos eróticos de Picasso. En cualquier caso, la presencia del caballo proviene de muy lejos, animal martirizado que un día le provocará la locura y la muerte por piedad a Nietszche. Hasta que llegamos a la literatura del siglo XX. Aquí unos botones de muestra arbitraria.
1.
En las antiguas teogonías, órficas o persas, el visitante es el muerto. El espíritu de la visita está íntimamente entrelazado con la ausencia, por la muerte de algún familiar. Ahora bien, el que llega no es el esperado, sino el caballo que con sus cascos toca a la puerta. Ambas cosas son imposibles, pero su simple potencialidad en la imagen basta para crearle su gravitación. Esperábamos al muerto, que desde luego no vendrá, pero el caballo comienza a golpear la puerta con sus cascos, cosa que tampoco sucederá, pero en ambas inexistencias es posible crear la realidad del terror del caballo como mensajero o trasladador de las dos esferas.
(José Lezama Lima, Tratados en La Habana.)
2.
Por estas calles camino yo y todos los que humanamente caminan
por esencia me siento un completo animal, un caballo salvaje
que trota por la ciudad alocadamente sudoroso que va pensando
muy triste en ti muy dulce en ti, mis cascos dan contra
el cemento de las calles. Troto y todo el mundo trata
de cercarme, me lanzan piedras y me lanzan sogas
por el cuello, sogas por las patas, me tienden toda clase
de trampas, en un laberinto endemoniado donde los hombres
arman expediciones para darme caza armados con perros policías
y con linternas, y cuando esto sucede mis venas se hinchan
y parto a la carrera a una velocidad jamás igualada
por los hombres, vuelo en el viento y vuelo en el polvo.
( Jorge Pimentel, Balada para un caballo, fragmento)
3.
Al contemplar a Patroclo asesinado/ -tan valeroso, fuerte y joven-/ los caballos de Aquiles empezaron a llorar:/ su naturaleza inmortal se estremeció/ ante la obra de la muerte que veían./ Cimbreaban la cabeza, agitaban las largas crines/ y hacían remecer la tierra con sus cascos;/ se lamentaban por Patroclo/ al verlo inerte -aniquilado-/ tan solo su cruel despojo -su espíritu perdido-/ indefenso -ya sin hálito-/ fundirse en la Gran Nada, arrancado de la vida.
(Constantino Cavafis, Los caballos de Aquiles, fragmento)
4.
Sólo brinqué el lienzo de piedra que últimamente mandó poner mi padre. Hice que el Colorado lo brincara para no ir a dar ese rodeo tan largo que hay que hacer ahora para encontrar el camino. Sé que lo brinqué y después seguí corriendo; pero, como te digo, no había más que humo y humo y humo.
(Juan Rulfo, Pedro Páramo)
5.
Reconocí a los equinos,
uno de ellos tenía voz humana y profética.
El héroe tomó las bridas,
hincó las espuelas y lanzó hacia adelante
su juventud divina.
Corceles sagrados, el destino
los hizo indestructibles
al poner en su frentes negrísimas
-para conjurar miradas sacrílegas-
como talismán
un enorme y purísimo lucero.
(Anghelos Sikelianós, Los caballos de Aquiles, fragmento. )
6.
¿Surgió de bajo tierra?
¿Se desprendió del cielo?
Estaba entre los ruidos,
herido,
malherido,
inmóvil,
en silencio,
hincado ante la tarde,
ante lo inevitable,
las venas adheridas
al espanto,
al asfalto,
con sus crenchas caídas,
con sus ojos de santo,
todo, todo desnudo,
casi azul, de tan blanco.
Hablaban de un caballo.
Yo creo que era un ángel.
(Oliverio Girondo, Aparición urbana)
Preámbulo.
En alguna obra de algún cronista de Indias se afirma que cuando los aborígenes vieron al español montado sobre un caballo, supusieron que uno y otro eran un solo cuerpo. Pero no se sabe, yo al menos, si de esa observación surja la imagen del Centauro, presente en la historia de México con la figura del legendario Pancho Villa. En todo caso la estampa del Minotauro procede de otra vertiente, Grecia, que más tarde desembocará en los dibujos eróticos de Picasso. En cualquier caso, la presencia del caballo proviene de muy lejos, animal martirizado que un día le provocará la locura y la muerte por piedad a Nietszche. Hasta que llegamos a la literatura del siglo XX. Aquí unos botones de muestra arbitraria.
1.
En las antiguas teogonías, órficas o persas, el visitante es el muerto. El espíritu de la visita está íntimamente entrelazado con la ausencia, por la muerte de algún familiar. Ahora bien, el que llega no es el esperado, sino el caballo que con sus cascos toca a la puerta. Ambas cosas son imposibles, pero su simple potencialidad en la imagen basta para crearle su gravitación. Esperábamos al muerto, que desde luego no vendrá, pero el caballo comienza a golpear la puerta con sus cascos, cosa que tampoco sucederá, pero en ambas inexistencias es posible crear la realidad del terror del caballo como mensajero o trasladador de las dos esferas.
(José Lezama Lima, Tratados en La Habana.)
2.
Por estas calles camino yo y todos los que humanamente caminan
por esencia me siento un completo animal, un caballo salvaje
que trota por la ciudad alocadamente sudoroso que va pensando
muy triste en ti muy dulce en ti, mis cascos dan contra
el cemento de las calles. Troto y todo el mundo trata
de cercarme, me lanzan piedras y me lanzan sogas
por el cuello, sogas por las patas, me tienden toda clase
de trampas, en un laberinto endemoniado donde los hombres
arman expediciones para darme caza armados con perros policías
y con linternas, y cuando esto sucede mis venas se hinchan
y parto a la carrera a una velocidad jamás igualada
por los hombres, vuelo en el viento y vuelo en el polvo.
( Jorge Pimentel, Balada para un caballo, fragmento)
3.
Al contemplar a Patroclo asesinado/ -tan valeroso, fuerte y joven-/ los caballos de Aquiles empezaron a llorar:/ su naturaleza inmortal se estremeció/ ante la obra de la muerte que veían./ Cimbreaban la cabeza, agitaban las largas crines/ y hacían remecer la tierra con sus cascos;/ se lamentaban por Patroclo/ al verlo inerte -aniquilado-/ tan solo su cruel despojo -su espíritu perdido-/ indefenso -ya sin hálito-/ fundirse en la Gran Nada, arrancado de la vida.
(Constantino Cavafis, Los caballos de Aquiles, fragmento)
4.
Sólo brinqué el lienzo de piedra que últimamente mandó poner mi padre. Hice que el Colorado lo brincara para no ir a dar ese rodeo tan largo que hay que hacer ahora para encontrar el camino. Sé que lo brinqué y después seguí corriendo; pero, como te digo, no había más que humo y humo y humo.
(Juan Rulfo, Pedro Páramo)
5.
Reconocí a los equinos,
uno de ellos tenía voz humana y profética.
El héroe tomó las bridas,
hincó las espuelas y lanzó hacia adelante
su juventud divina.
Corceles sagrados, el destino
los hizo indestructibles
al poner en su frentes negrísimas
-para conjurar miradas sacrílegas-
como talismán
un enorme y purísimo lucero.
(Anghelos Sikelianós, Los caballos de Aquiles, fragmento. )
6.
¿Surgió de bajo tierra?
¿Se desprendió del cielo?
Estaba entre los ruidos,
herido,
malherido,
inmóvil,
en silencio,
hincado ante la tarde,
ante lo inevitable,
las venas adheridas
al espanto,
al asfalto,
con sus crenchas caídas,
con sus ojos de santo,
todo, todo desnudo,
casi azul, de tan blanco.
Hablaban de un caballo.
Yo creo que era un ángel.
(Oliverio Girondo, Aparición urbana)
sábado, 18 de abril de 2015
Yannis Ritsos (1909/1990 )
Mujeres
Son tan distantes las mujeres. Sus sábanas huelen
a buenas noches.
Acomodan el pan sobre la mesa para que no advirtamos
que están ausentes.
Entonces comprendemos la magnitud de nuestra culpa.
Nos levantamos de la silla y decimos:
"Te cansaste mucho hoy" o "deja,
yo prenderé la lámpara."
Cuando prendemos el cerillo, ella se da vuelta lentamente
y se dirige con una incomprensible concentración a la cocina.
Su espalda
una pequeña y amarga montaña cargada de muchos
muertos:
los muertos de la familia, sus propios muertos
y tú mismo.
Escuchas el crujir de los pasos en las viejas tablas del piso,
escuchas los platos que lloran en el escurridor,
por último se oye el tren
que lleva los soldados hacia el frente.
("cinco poetas neohelénicos", ed. UAEM-Toluca, 1981, traductora Carmen Chuaqui)
Son tan distantes las mujeres. Sus sábanas huelen
a buenas noches.
Acomodan el pan sobre la mesa para que no advirtamos
que están ausentes.
Entonces comprendemos la magnitud de nuestra culpa.
Nos levantamos de la silla y decimos:
"Te cansaste mucho hoy" o "deja,
yo prenderé la lámpara."
Cuando prendemos el cerillo, ella se da vuelta lentamente
y se dirige con una incomprensible concentración a la cocina.
Su espalda
una pequeña y amarga montaña cargada de muchos
muertos:
los muertos de la familia, sus propios muertos
y tú mismo.
Escuchas el crujir de los pasos en las viejas tablas del piso,
escuchas los platos que lloran en el escurridor,
por último se oye el tren
que lleva los soldados hacia el frente.
("cinco poetas neohelénicos", ed. UAEM-Toluca, 1981, traductora Carmen Chuaqui)
viernes, 17 de abril de 2015
Mary Jo Bang (1946 )
Usos de la restricción
El porche es gris—a medio camino entre sílex
y ballena—la casa, una fachada de sol tardío.
Dos mujeres sentadas afuera en el junio
de un año memorable mientras un niño duerme
justo detrás de una puerta abierta. Nota:
mantén la descripción en el mínimo.
Evita adjetivos, usa adverbios
moderadamente. El tren pasa, inquietando
las ventanas, corrigiendo el centro regular del sol
hasta que una banda negra lo cubre.
Se levanta de la silla, desaparece
de la vista. Nunca cuelgues un revólver en la pared
en el Acto I, a menos que planees
que alguien lo dispare en el último acto. Deja
al niño jugando en el patio de atrás; al perro,
suspirando en el porche; se sube al coche.
Ha estudiado literatura rusa. Ahora,
levanta la cámara hasta sus ojos.
La narrativa es aparentemente fácil.
Cada frase debe referirse a la pregunta
¿y después
qué pasó?
y apunta hacia el tren
que llega. Pastillas brillantes en su cartera, una tabla
de planchar abandonada, una lista de compras incompleta
pegada a una puerta de metal blanco: Pan,
Leche. Cordero, atravesada por una línea roja.
("el poeta ocasional", trad. de patricio grinberg y aníbal cristobo)
jueves, 16 de abril de 2015
Eloy Sánchez Rosillo (1948 )
La playa
Nadie podrá quitarme -me digo- la ilusión
de soñar que ha existido esta mañana.
Se ha detenido el tiempo: oigo tu risa,
tus palabras de niño. Nunca he estado
tan conforme con todo, tan seguro
de mi alegría. Juegas junto al agua, y te ayudo
a recoger chapinas, a levantar castillos
de arena. Vas corriendo de un sitio para otro,
chapoteas, das gritos, te caes, corres de nuevo,
y luego te detienes a mi lado y me abrazas
y yo beso tus ojos, tus mejillas, tu pelo,
tu niñez jubilosa. El mar está
muy azul y muy plácido. A lo lejos,
algunas velas blancas. El sol deja
su oro violento en nuestra piel.
Me digo
que es cierto este milagro, que es verdad
el inmóvil fluir de la quieta mañana,
la ilusión de soñar el remanso dulcísimo
en el que acontecemos como seres
dichosos de estar vivos, felices de estar juntos
y de habitar la luz.
Pero escucho, de pronto,
el ruido terrible y oscuro y velocísimo
que hace el tiempo al pasar, y la firmeza
de mi sueño se rompe; se hace añicos
-como un cristal muy frágil- la ilusión
de estar aquí, contigo, junto al agua.
El cielo se oscurece, el mar se agita.
Siento en mi sangre el vértigo espantoso
de la edad: en un instante, transcurren muchos años.
Y te veo crecer, y alejarte. Ya no eres
el niño que jugaba con su padre en la playa.
Eres un hombre ahora, y tú también comprendes
que no existió, ni existe, ni existirá este día,
la venturosa fábula de mis ojos mirándote,
la leyenda imposible de tu infancia.
Estás solo, y me buscas. Pero yo he muerto acaso.
Somos sombra de un sueño, niebla, palabra, nada.
("poética y poesía", fundación juan march, madrid, mmv)
Nadie podrá quitarme -me digo- la ilusión
de soñar que ha existido esta mañana.
Se ha detenido el tiempo: oigo tu risa,
tus palabras de niño. Nunca he estado
tan conforme con todo, tan seguro
de mi alegría. Juegas junto al agua, y te ayudo
a recoger chapinas, a levantar castillos
de arena. Vas corriendo de un sitio para otro,
chapoteas, das gritos, te caes, corres de nuevo,
y luego te detienes a mi lado y me abrazas
y yo beso tus ojos, tus mejillas, tu pelo,
tu niñez jubilosa. El mar está
muy azul y muy plácido. A lo lejos,
algunas velas blancas. El sol deja
su oro violento en nuestra piel.
Me digo
que es cierto este milagro, que es verdad
el inmóvil fluir de la quieta mañana,
la ilusión de soñar el remanso dulcísimo
en el que acontecemos como seres
dichosos de estar vivos, felices de estar juntos
y de habitar la luz.
Pero escucho, de pronto,
el ruido terrible y oscuro y velocísimo
que hace el tiempo al pasar, y la firmeza
de mi sueño se rompe; se hace añicos
-como un cristal muy frágil- la ilusión
de estar aquí, contigo, junto al agua.
El cielo se oscurece, el mar se agita.
Siento en mi sangre el vértigo espantoso
de la edad: en un instante, transcurren muchos años.
Y te veo crecer, y alejarte. Ya no eres
el niño que jugaba con su padre en la playa.
Eres un hombre ahora, y tú también comprendes
que no existió, ni existe, ni existirá este día,
la venturosa fábula de mis ojos mirándote,
la leyenda imposible de tu infancia.
Estás solo, y me buscas. Pero yo he muerto acaso.
Somos sombra de un sueño, niebla, palabra, nada.
("poética y poesía", fundación juan march, madrid, mmv)
miércoles, 15 de abril de 2015
Linda Gregg (1942 )
Adulta
Al campo donde crecí feliz regresé
cambiada. Ya no siento ahora el opresivo peso de la pasión.
Me pregunto qué ocupará el lugar de mi deseo.
Yo podría ser el fantasma de mi propia vida que retorna
a los lugares donde mejor vivió. Que camina aquí y allá
asintiendo cuando veo algo que antes me importaba profundamente.
Ahora, desde el interior de mi casa escucho el llamado de los búhos
y me pregunto si lentamente encarnaré de nuevo.
("emma gunst",traducción de bernardo gómez)
Al campo donde crecí feliz regresé
cambiada. Ya no siento ahora el opresivo peso de la pasión.
Me pregunto qué ocupará el lugar de mi deseo.
Yo podría ser el fantasma de mi propia vida que retorna
a los lugares donde mejor vivió. Que camina aquí y allá
asintiendo cuando veo algo que antes me importaba profundamente.
Ahora, desde el interior de mi casa escucho el llamado de los búhos
y me pregunto si lentamente encarnaré de nuevo.
("emma gunst",traducción de bernardo gómez)
martes, 14 de abril de 2015
Rose McLarney
Arcadia
Quise dejar atras
cuanto pudiera hacerme arder
para evadirme de la urgencia
del cambio, para acallarme a mí misma
en el campo. Vivo apartada
en la quietud y paso las tardes
en búsquedas silenciosas, estudiando
historia. Lo que he aprendido
es que la casa que elegí
por su descuidada madera crujiente
se construyó después de que una mujer
prendiera fuego a su primera casa,
desesperada por tener algo
nuevo. Es a la casa de su
deseo, a sus azaleas en llamas
alrededor, creciendo cada vez más cerca,
adonde he venido a simplificar
mis deseos. Vadeo el arroyo,
recojo del agua fragmentos
de porcelana con los bordes chamuscados.
("el cultural.es", trd. martín lópez-vega)
Quise dejar atras
cuanto pudiera hacerme arder
para evadirme de la urgencia
del cambio, para acallarme a mí misma
en el campo. Vivo apartada
en la quietud y paso las tardes
en búsquedas silenciosas, estudiando
historia. Lo que he aprendido
es que la casa que elegí
por su descuidada madera crujiente
se construyó después de que una mujer
prendiera fuego a su primera casa,
desesperada por tener algo
nuevo. Es a la casa de su
deseo, a sus azaleas en llamas
alrededor, creciendo cada vez más cerca,
adonde he venido a simplificar
mis deseos. Vadeo el arroyo,
recojo del agua fragmentos
de porcelana con los bordes chamuscados.
("el cultural.es", trd. martín lópez-vega)
lunes, 13 de abril de 2015
Luis Antonio de Villena (1951 )
Un arte de vida
Vivir sin hacer nada. Cuidar lo que no importa,
tu corbata de tarde, la carta que le escribes
a un amigo, la opinión sobre un lienzo, que dirás
en la charla, pero que no tendrás el torpe gusto
de pretender escrita. Beber, que es un placer efímero.
Amar el sol y desear veranos, y el invierno
lentísimo que invita a la nostalgia (¿de dónde
esa nostalgia?). Salir todas las noches, arreglarte
el foulard con cariño esmerado ante el espejo,
embriagarte en belleza cuanto puedas, perseguir
y anhelar jóvenes cuerpos, llanuras prodigiosas,
todo el mundo que cabe en tanta euritmia.
Dejar de amanecida tan fantásticos lechos,
y olerte las manos mientras buscas taxi, gozando
en la memoria, porque hablan de vellos y delicias
y escondidos lugares, y perfumes sin nombre,
dulces como los cuerpos. ¡Qué frío amanecer entonces,
qué triste es, qué bello! Las sábanas te acogerán
después, un tanto yermas, y esperarás el sueño.
Del día que vendrá no sabes nada. (No consultas
oráculos). Te quemarán hastíos y emociones,
tertulias y bellezas, las rosas de un banquete
suntuario, y las viejas callejas, donde se siente
todo, en el verano, como un aroma intenso.
Vivir sin hacer nada. Cuidar lo que no importa.
Y si todo va mal, si al final todo es duro,
como Verlaine, saber ser el rey de un palacio de invierno.
("rua das petras")
Vivir sin hacer nada. Cuidar lo que no importa,
tu corbata de tarde, la carta que le escribes
a un amigo, la opinión sobre un lienzo, que dirás
en la charla, pero que no tendrás el torpe gusto
de pretender escrita. Beber, que es un placer efímero.
Amar el sol y desear veranos, y el invierno
lentísimo que invita a la nostalgia (¿de dónde
esa nostalgia?). Salir todas las noches, arreglarte
el foulard con cariño esmerado ante el espejo,
embriagarte en belleza cuanto puedas, perseguir
y anhelar jóvenes cuerpos, llanuras prodigiosas,
todo el mundo que cabe en tanta euritmia.
Dejar de amanecida tan fantásticos lechos,
y olerte las manos mientras buscas taxi, gozando
en la memoria, porque hablan de vellos y delicias
y escondidos lugares, y perfumes sin nombre,
dulces como los cuerpos. ¡Qué frío amanecer entonces,
qué triste es, qué bello! Las sábanas te acogerán
después, un tanto yermas, y esperarás el sueño.
Del día que vendrá no sabes nada. (No consultas
oráculos). Te quemarán hastíos y emociones,
tertulias y bellezas, las rosas de un banquete
suntuario, y las viejas callejas, donde se siente
todo, en el verano, como un aroma intenso.
Vivir sin hacer nada. Cuidar lo que no importa.
Y si todo va mal, si al final todo es duro,
como Verlaine, saber ser el rey de un palacio de invierno.
("rua das petras")
domingo, 12 de abril de 2015
Horacio Castillo (1934/2010 )
El árbol azul
Un árbol azul ordena el universo.
Sus hojas destilan sobre la tierra lluvia o miel
y nace a su alrededor un espacio indeleble,
la zona donde duerme el pájaro real.
Inscripción
Viva el sol degollado al mediodía,
viva el aroma de los eucaliptos,
viva el cuello del ánade,
viva el color del azafrán,
viva la cólera del sueño,
viva el pie desnudo sobre la nada.
Hice un hoyo
Hice un hoyo en la tierra
y lloré dentro de él; lloré de bruces,
hasta que el llanto llegó al fondo,
hasta que todo se anegó,
hasta que brotó de la profundidad
un tallo que nadie hubo tocado.
("otra iglesia es imposible")
sábado, 11 de abril de 2015
Carlos Marzal (1961 )
Ayunando
A veces nos conviene desasirnos,
quitarnos de la boca lo más propio.
Negarnos la apetencia nos afirma.
Perdernos al albur,
desalojarnos,
desahuciarnos de casa por un fuego
que limpie de impurezas nuestra casa.
Dejarnos ir, en ondas,
declinar de quienes somos y quienes fuimos.
A veces nos ayuda el renunciar
a nuestras certidumbres, proceder
por un afilamiento,
adelgazarnos
de nuestras ilusiones.
La templanza
de estar entre las cosas sin anhelo,
para anhelar estar entre las cosas.
A veces el vacío
en el que se diría que flotamos
es todo lo más pleno que nos colma.
Muchas veces conviene ser mendigo
de nuestra realidad,
quedar ayunos
de lo que más amamos y nos ama.
Permanecer a un lado,
mirándonos pasar,
dándonos la limosna de no darnos
más limosna que la de seguir vivos.
Conviene endurecer,
fraguar sutiles.
Y regresar al mundo, voraces,
con más ansias.
("life vest under your seat")
A veces nos conviene desasirnos,
quitarnos de la boca lo más propio.
Negarnos la apetencia nos afirma.
Perdernos al albur,
desalojarnos,
desahuciarnos de casa por un fuego
que limpie de impurezas nuestra casa.
Dejarnos ir, en ondas,
declinar de quienes somos y quienes fuimos.
A veces nos ayuda el renunciar
a nuestras certidumbres, proceder
por un afilamiento,
adelgazarnos
de nuestras ilusiones.
La templanza
de estar entre las cosas sin anhelo,
para anhelar estar entre las cosas.
A veces el vacío
en el que se diría que flotamos
es todo lo más pleno que nos colma.
Muchas veces conviene ser mendigo
de nuestra realidad,
quedar ayunos
de lo que más amamos y nos ama.
Permanecer a un lado,
mirándonos pasar,
dándonos la limosna de no darnos
más limosna que la de seguir vivos.
Conviene endurecer,
fraguar sutiles.
Y regresar al mundo, voraces,
con más ansias.
("life vest under your seat")
viernes, 10 de abril de 2015
Juan Rodolfo Wilcock (1919/1978 )
¡Y vete, eres demasiado enamorante!
¡Y vete, eres demasiado enamorante!
Demasiado seda para este plástico roto,
demasiadas esmeraldas, hebillas con jabalíes,
y cuando te acaricias la mirada con las pestañas,
yo Ravenna y Pisa en un asiento
no sé por dónde comenzar a admirarlas,
ni sé manejar con un Tiziano al lado
que de reojo y a lo lejos, entre arbolitos,
muestra como un secreto un agua azul
pero de un azul que no es más que una idea,
la idea del fondo que está más allá del fondo
de un laberinto como tú de belleza,
que del marfil me lleva hasta las perlas
y de las perlas a la espuma de mar
y de la espuma...¡Baja de este auto,
eres demasiado enteramente cautivante!
("intercuerpos", trad: guillermo piro)
¡Y vete, eres demasiado enamorante!
Demasiado seda para este plástico roto,
demasiadas esmeraldas, hebillas con jabalíes,
y cuando te acaricias la mirada con las pestañas,
yo Ravenna y Pisa en un asiento
no sé por dónde comenzar a admirarlas,
ni sé manejar con un Tiziano al lado
que de reojo y a lo lejos, entre arbolitos,
muestra como un secreto un agua azul
pero de un azul que no es más que una idea,
la idea del fondo que está más allá del fondo
de un laberinto como tú de belleza,
que del marfil me lleva hasta las perlas
y de las perlas a la espuma de mar
y de la espuma...¡Baja de este auto,
eres demasiado enteramente cautivante!
("intercuerpos", trad: guillermo piro)
jueves, 9 de abril de 2015
Haikú Inesperado
Uriel Martínez
Supe que ya era hora de regresar a mi pueblo cuando vi un ideograma chino de caca en los calzones puestos. De pronto aluciné que era el inicio de un haikú. Y regresé.
(inédito)
Supe que ya era hora de regresar a mi pueblo cuando vi un ideograma chino de caca en los calzones puestos. De pronto aluciné que era el inicio de un haikú. Y regresé.
(inédito)
miércoles, 8 de abril de 2015
Cesare Pavese (1908/1950 )
Lo steddazzu *
El hombre solo se levanta cuando el mar está todavía oscuro
y las estrellan vacilan. Una tibieza de aliento
sube desde la orilla, donde está el lecho del mar,
y suaviza la respiración. Esta es la hora en que nada
puede suceder. Hasta la pipa, entre los dientes,
cuelga apagada. Nocturno es el tranquilo chapoteo.
El hombre solo ya encendió un gran fuego de ramas
y lo mira enrojecer el terreno. También el mar,
dentro de poco, será como el fuego, llameante.
No hay cosa más amarga que el alba de un día
en que no pasará nada. No hay cosa más amarga
que la inutilidad. Cuelga cansada del cielo
una estrella verdosa, sorprendida por el alba.
Mira el mar todavía oscuro y la mancha de fuego
con la que el hombre, por hacer algo, se calienta;
mira, y cae de sueño entre las oscuras montañas,
donde hay un lecho de nieve. La lentitud de la hora
es despiadada para quien no espera ya nada.
¿Vale la pena que el sol se levante del mar
y la larga jornada comience? Mañana
volverá el alba tibia con la luz diáfana
y será como ayer y nunca pasará nada.
El hombre querría solamente dormir.
Cuando la última estrella se apaga en el cielo,
lento el hombre prepara la pipa y la enciende.
* dialectal, Calabria: la gran estrella, el lucero.
("otra iglesia es imposible",versión de j. aulicino)
El hombre solo se levanta cuando el mar está todavía oscuro
y las estrellan vacilan. Una tibieza de aliento
sube desde la orilla, donde está el lecho del mar,
y suaviza la respiración. Esta es la hora en que nada
puede suceder. Hasta la pipa, entre los dientes,
cuelga apagada. Nocturno es el tranquilo chapoteo.
El hombre solo ya encendió un gran fuego de ramas
y lo mira enrojecer el terreno. También el mar,
dentro de poco, será como el fuego, llameante.
No hay cosa más amarga que el alba de un día
en que no pasará nada. No hay cosa más amarga
que la inutilidad. Cuelga cansada del cielo
una estrella verdosa, sorprendida por el alba.
Mira el mar todavía oscuro y la mancha de fuego
con la que el hombre, por hacer algo, se calienta;
mira, y cae de sueño entre las oscuras montañas,
donde hay un lecho de nieve. La lentitud de la hora
es despiadada para quien no espera ya nada.
¿Vale la pena que el sol se levante del mar
y la larga jornada comience? Mañana
volverá el alba tibia con la luz diáfana
y será como ayer y nunca pasará nada.
El hombre querría solamente dormir.
Cuando la última estrella se apaga en el cielo,
lento el hombre prepara la pipa y la enciende.
* dialectal, Calabria: la gran estrella, el lucero.
("otra iglesia es imposible",versión de j. aulicino)
martes, 7 de abril de 2015
Myriam Moscona (1955 )
Dos poemas
a
lapidar el agua
rajarla
dividirla
la luz es un lugar
b
cuando abras
esas redes
verás que al otro lado
nada
("el que nada", coed. era-conaculta, méxico, 2006)
a
lapidar el agua
rajarla
dividirla
la luz es un lugar
b
cuando abras
esas redes
verás que al otro lado
nada
("el que nada", coed. era-conaculta, méxico, 2006)
lunes, 6 de abril de 2015
Dana Gelinas (1962 )
Alba
Los gatos de Siam
recogen las sombras
que resguardan los templos.
El perro de fuego ladra
en la falda del volcán
y los hombres se atreven a salir,
pequeños y abrigados,
a sus laberintos de cemento.
Noé
Noé no cupo apenas en su asombro;
entonces nombró a su mujer, de especie a especie:
zorra, puerca, víbora, perra...
( Bajo un cielo de cal, coed. Instituto Coahuilense de Cultura-Fondo Editorial Tierra Adentro, México, 2006, 2a. edición)
Los gatos de Siam
recogen las sombras
que resguardan los templos.
El perro de fuego ladra
en la falda del volcán
y los hombres se atreven a salir,
pequeños y abrigados,
a sus laberintos de cemento.
Noé
Noé no cupo apenas en su asombro;
entonces nombró a su mujer, de especie a especie:
zorra, puerca, víbora, perra...
( Bajo un cielo de cal, coed. Instituto Coahuilense de Cultura-Fondo Editorial Tierra Adentro, México, 2006, 2a. edición)
domingo, 5 de abril de 2015
Juan Vicente Piqueras (1960 )
Ella y yo
Ella lee libros de yoga, de budismo, de numerología.
Yo leo poesía, teatro, ensayos, novelas, todo
lo que cae en mis manos.
Ella es vegetariana.
Yo, omnívoro.
Ella es disciplinada, ascética, creyente.
Yo, escéptico y perezoso.
Ella cree en la reencarnación de las almas.
Yo soy agnóstico.
Ella está segura.
Yo, no.
Ella es presente de indicativo.
Yo, condicional en mis mejores días
y en los peores pretérito
pluscuamperfecto de subjuntivo.
Ella es un hombre de acción.
Yo, una mujer confundida.
Ella quiere que yo cambie.
Yo, también.
Ella sabe lo que quiere y lo que necesita
y lo que quiero y necesito yo.
Yo sólo sé que no sé nada
pero no estoy muy seguro.
Ella es la luna de día.
Yo, un girasol en la noche.
Ella y yo, contra viento y marea,
nos amamos.
("rua das petras")
Ella lee libros de yoga, de budismo, de numerología.
Yo leo poesía, teatro, ensayos, novelas, todo
lo que cae en mis manos.
Ella es vegetariana.
Yo, omnívoro.
Ella es disciplinada, ascética, creyente.
Yo, escéptico y perezoso.
Ella cree en la reencarnación de las almas.
Yo soy agnóstico.
Ella está segura.
Yo, no.
Ella es presente de indicativo.
Yo, condicional en mis mejores días
y en los peores pretérito
pluscuamperfecto de subjuntivo.
Ella es un hombre de acción.
Yo, una mujer confundida.
Ella quiere que yo cambie.
Yo, también.
Ella sabe lo que quiere y lo que necesita
y lo que quiero y necesito yo.
Yo sólo sé que no sé nada
pero no estoy muy seguro.
Ella es la luna de día.
Yo, un girasol en la noche.
Ella y yo, contra viento y marea,
nos amamos.
("rua das petras")
sábado, 4 de abril de 2015
Wislawa Szymborska (1923/2012 )
Bajo una estrella
Perdona, azar, que te llame necesidad.
Perdón, necesidad, si al tenerte me equivoco.
Perdonen, difuntos, que apenas los recuerde.
Perdón, tiempo, por todo lo que se me escapa en un segundo.
Perdóname, viejo amor, que el nuevo me parezca el primero.
Perdónenme, guerras lejanas, por traer flores a casa.
Perdonen, heridas abiertas, que acabe de pincharme el dedo.
Perdónenme los que claman desde el abismo por escuchar ese disco de minueto.
Perdónenme, los que corren en las estaciones, por quedarme dormida al amanecer.
Perdón, esperanza azuzada, porque a veces estalle de risa.
Disculpen, desiertos, por no ofrecerles ni una gota de agua.
Y tú, halcón, idéntico desde siempre, enjaulado,
que miras fijamente el mismo punto,
perdóname, aunque seas un pájaro embalsamado.
Discúlpame, árbol cortado, por las cuatro patas de la mesa.
Perdón, grandes preguntas, por darles respuestas fútiles.
Verdad, no me hagas demasiado caso.
Trascendencia, muéstrate generosa.
Soporta tú, misterio del ser, que no haga más que deshilvanar tu solemne velo.
No me condenes, alma, por tenerte tan rara vez.
Todo, perdóname si no estoy en todas partes.
Me disculpo frente a todo por mi incapacidad de ser cada uno o cada una.
Sé que mientras vivo, nada me justifica,
pues yo mismo soy mi propio obstáculo.
Lenguaje, no me tomes a mal por servirme de tus patéticas palabras
y luego empeñarme en que parezcan ligeras.
("life vest under your seat", s/c a la tr.)
Perdona, azar, que te llame necesidad.
Perdón, necesidad, si al tenerte me equivoco.
Perdonen, difuntos, que apenas los recuerde.
Perdón, tiempo, por todo lo que se me escapa en un segundo.
Perdóname, viejo amor, que el nuevo me parezca el primero.
Perdónenme, guerras lejanas, por traer flores a casa.
Perdonen, heridas abiertas, que acabe de pincharme el dedo.
Perdónenme los que claman desde el abismo por escuchar ese disco de minueto.
Perdónenme, los que corren en las estaciones, por quedarme dormida al amanecer.
Perdón, esperanza azuzada, porque a veces estalle de risa.
Disculpen, desiertos, por no ofrecerles ni una gota de agua.
Y tú, halcón, idéntico desde siempre, enjaulado,
que miras fijamente el mismo punto,
perdóname, aunque seas un pájaro embalsamado.
Discúlpame, árbol cortado, por las cuatro patas de la mesa.
Perdón, grandes preguntas, por darles respuestas fútiles.
Verdad, no me hagas demasiado caso.
Trascendencia, muéstrate generosa.
Soporta tú, misterio del ser, que no haga más que deshilvanar tu solemne velo.
No me condenes, alma, por tenerte tan rara vez.
Todo, perdóname si no estoy en todas partes.
Me disculpo frente a todo por mi incapacidad de ser cada uno o cada una.
Sé que mientras vivo, nada me justifica,
pues yo mismo soy mi propio obstáculo.
Lenguaje, no me tomes a mal por servirme de tus patéticas palabras
y luego empeñarme en que parezcan ligeras.
("life vest under your seat", s/c a la tr.)
viernes, 3 de abril de 2015
Dulce Chacón (1954/2003 )
Digo rostro de arena
Digo rostro de arena
y digo labios
y párpados de arena.
Digo dolor de arena
y digo manos
y caricias
de amor, de arena.
Y digo viento.
Digo rostro de arena
y digo labios
y párpados de arena.
Digo dolor de arena
y digo manos
y caricias
de amor, de arena.
Y digo viento.
("rua das petras")
jueves, 2 de abril de 2015
Enrique Solinas (1969 )
Distancia
Cae una hoja desde la copa
de un árbol altísimo.
Mis ojos atrapan la imagen
en ese instante lento
y siguen su recorrido.
Esa es la distancia absoluta
que existe
entre vos y yo.
Esa es la distancia
cuando mi corazón
cae de tus manos
y contra la noche
se estrella.
Cae una hoja desde la copa
de un árbol altísimo.
Mis ojos atrapan la imagen
en ese instante lento
y siguen su recorrido.
Esa es la distancia absoluta
que existe
entre vos y yo.
Esa es la distancia
cuando mi corazón
cae de tus manos
y contra la noche
se estrella.
("palabra argentina")
miércoles, 1 de abril de 2015
Bernardo Ruiz (1953 )
Ciudad Futura
Por el pasillo de la edad
-al borde-
se contempla luminosa
la sala de operaciones,
la enfermera y mi rostro ajado.
Terapia intensiva
-describe el letrero-:
salud intensa,
murmura la paradoja en mi mal griego.
Y al pie de mis pies,
tras la ventana,
se alzan vigilantes los cipreses
en el cementerio.
(Diecinueve poetas, una casa, un tiempo, antología, compilación de silvia aboytes, uam azcapotzalco, méxico, 1999)
Por el pasillo de la edad
-al borde-
se contempla luminosa
la sala de operaciones,
la enfermera y mi rostro ajado.
Terapia intensiva
-describe el letrero-:
salud intensa,
murmura la paradoja en mi mal griego.
Y al pie de mis pies,
tras la ventana,
se alzan vigilantes los cipreses
en el cementerio.
(Diecinueve poetas, una casa, un tiempo, antología, compilación de silvia aboytes, uam azcapotzalco, méxico, 1999)
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