Jerónimo Pizarro quiere aportar rigor científico a un campo, el de la edición pessoana, que durante bastante tiempo habría carecido de él. Pero su cientifismo resulta muy poco científico al no distinguir entre textos literarios y textos que no lo son. Un archivero no hace juicios de valor, y eso es lo que él es: un estudioso del archivo de Pessoa, “un conjunto documental ampliamente inédito”.
¿Pero de dónde viene nuestro interés por cualquier rasguño salido de la pluma de Pessoa? Pues de que es el autor de un puñado de obras maestras, firmadas por Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos, Bernardo Soares o él mismo. Esas obras fueron publicadas en una pequeña parte por el propio Pessoa durante su vida (quizá no tan pequeña: son más de cuatrocientas las colaboraciones de Pessoa en libro o en revista) y en su mayor parte después dsu muerte. Los primeros editores no consideraron que todos los inéditos de Pessoa tuvieran el mismo interés. En primer lugar, se ocuparon de los textos literarios, no de los que no lo eran, y trataron de distinguir –como haría el propio Pessoa– entre textos acabados y meros borradores o apuntes incompletos.
No quiere esto decir que la labor de Jerónimo Pizarro no resulta necesaria y útil. En Alias Pessoa nos ofrece algunas muestras de esa utilidad. Los apuntes manuscritos de Pessoa, dada su enrevesada caligrafía, se prestan a lecturas equívocas, algunas tan inverosímiles como leer “Whitman” por “Nietzsche”, y es posible encontrar, en el desordenado archivo, fragmentos que añadir a obras ya publicadas.
Pero a algunos editores actuales, como a Jerónimo Pizarro, les parece poco esa labor de limpieza textual o de retoques menores, y quieren hacernos creer que hay un nuevo Pessoa todavía por descubrir y que aún existen obras maestras que esperan en el fondo del arca la voz que les diga –como ocurrió entre 1940 y 1982– levántate y asombra al mundo
Y no es
así, sino todo lo contrario. Hace tiempo que los más o menos sensacionales
descubrimientos pessoanos que de vez en cuando anuncian los periódicos tienen
solo un valor anecdótico y no le añaden, sino que le restan, lectores.
Lo que vale la pena en la obra de Pessoa, lo
firmó con su propio nombre o con los de Caeiro, Reis, Campos y Soares (de todos
ellos anticipó textos durante su vida). Los António Mora, Barón de Teive,
Alexander Search y así hasta docenas y docenas de presuntos heterónimos no
pasan de una curiosidad menor para estudiosos. Los admiradores de Pessoa
dispersos por el mundo hacen bien en mantenerse alejados de ellos.Jerónimo Pizarro no se limita a la crítica textual. De vez en cuando se mete en filosofías y se pregunta si existe Pessoa o, más en general, si existe el autor. Y hace afirmaciones que él mismo califica de “algo categóricas y quizá desconcertantes”. Por ejemplo, “el Livro do Desasocego no existe, del mismo modo que el Fausto no existe”.
Hay que hacer notar que Pizarro llama Livro do Desasocego al que habitualmente se conoce como Livro do Desassossego, sin duda porque encontró algún manuscrito con esa grafía, prefiriéndola a la que utilizó Pessoa en los fragmentos que publicó en vida.
“¿Por qué afirmo que estos libros no existen?”, se pregunta retóricamente. Y su respuesta no descubre el Mediterráneo: porque “de estos libros-proyecto solo existen fragmentos”.
¿Y había alguien que no lo supiera?, cabría preguntarle a él. ¿Y hace falta haber estudiado en Harvard para formular semejante obviedad? Pero esos fragmentos no pertenecen a la misma categoría: los del poema Fausto son borradores de una obra fallida, dejarían de ser fragmentos si Pessoa hubiera terminado el poema en que pretendía emular a Goethe; los del Livro del Desassossego son, por decirlo así, fragmentos “completos”, algunos de los cuales fueron publicados en vida del autor. El carácter fragmentario del primer libro se debe a la casualidad; el del segundo, forma parte de su estructura. El primero no pasa de una curiosidad en la producción pessoana; el segundo, a pesar de inacabado, a pesar de requerir la intervención activa del editor, es una de sus obras mayores.
En los estudios literarios se da a menudo una paradoja: cuando más “científicos” pretenden ser más se alejan de su objeto de estudio, la literatura, y acaban no distinguiendo entre los textos que han hecho grande a un autor, como el poema “Tabacaria” o las odas de Ricardo Reis, y cualquier garabato salido de su pluma. Ese parece ser el caso de Jerónimo Pizarro y es lo que le permite afirmar que Pessoa “continúa ampliamente inédito”. Es posible, pero no el Pessoa que importa, no el que asombró al mundo.
(reseña tomada del blog "crisis de papel", de José Luis García Martín.)
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