Constantino P. Cavafis (Alejandría, 1863-1933) nació y
murió el mismo día, un veintinueve de abril. En consecuencia, este 2013, en esa
fecha señalada, se cumplieron tanto los ochenta años de su fallecimiento como
los ciento cincuenta de su nacimiento. La vida y la muerte conmemoradas al
unísono. Como, en cierta medida, oblicuamente podríamos decir, hacen sus
poemas. Piezas entre la solemnidad y la ironía, de indudable calidad poética,
que se sustentan con frecuencia en la Historia: “Muchos poetas son exclusivamente
poetas -dijo Cavafis en una ocasión–… Yo soy un historiador-poeta”.
En efecto, en sus versos abundan las referencias históricas,
pero soslayando la evocación de las hazañas usuales, la Historia heroica. En
cambio, su poesía escarba en las páginas que han quedado olvidadas o
menospreciadas para, a través de ellas, iluminar el punto de confluencia, u
oposición, entre el destino personal y el del devenir histórico. Para Cavafis,
el ser humano ha de asumir con valor y libremente el propio destino ya que se
juega en ese punto crucial gran parte de su dignidad; quizás, incluso, la única
victorial real de su vida.
La muerte del padre, acaecida en 1870, cuando Constantino,
que era el benjamín, tenía siete años, trastocó los planes de su familia. Poco
tiempo después, en 1872, su madre, Khariklia, él y sus ocho hermanos se
trasladaron a Liverpool, ciudad en la que vivieron durante siete años, hasta
1879 cuando regresaron a Alejandría. Esta estancia en Inglaterra resultó
fundamental para la formación del poeta ya que aprendió inglés y conoció los
textos de Shakespeare, Wilde y Robert Browning.
Cavafis salió una segunda vez de Alejandría, a raíz de los
bombardeos ingleses de 1882. Permaneció tres años en Constantinopla
(actualmente Estambul) acompañando a su madre. Cuando regresó, en 1885, con
veintidós años, contó con el generoso apoyo de su hermano mayor para
consagrarse a las Letras. Estudió literatura francesa, inglesa e italiana,
aunque fue en los poetas alejandrinos Simónides y Calímaco en quienes halló su
estirpe literaria.
Otra muerte, esta vez la de su hermano, en 1891, volvió a
modificarlo todo, y hubo de procurarse un empleo con el que ganarse el
sustento. Gracias a su dominio de distintas lenguas, encontró un puesto en las
oficinas estatales de Alejandría. No obstante, Cavafis puso bastante cuidado en
que tal desempeño profesional no se inmiscuyese con su vocación poética, con su
verdadera vida.
La poesía de Cavafis tardó bastante tiempo en salir del
estrecho marco local porque la repercusión de sus escritos fue escasa mientras
vivió. De alguna manera, el poeta, que era un corrector incansable de su obra,
respaldó su aislamiento literario, consciente de que no era del todo
desfavorable, como afirmó en 1907: “Pero al lado de todo lo desagradable y
hostil de la situación, cada día peor, déjenme anotar una ventaja. La ventaja
es la independencia intelectual que se garantiza. Cuando un escritor sabe bien
que unos pocos ejemplares serán vendidos, gana una gran independencia para su
trabajo creador”.
El primer poema de Cavafis que fue traducido al inglés, El
dios abandona a Antonio, apareció en un libro sobre la ciudad de Alejandría que
escribió E. M. Foster, quien se convertiría en el divulgador de la poesía de
Cavafis en Europa.
Es notable la influencia del poeta griego en otros
escritores, como, por ejemplo, los novelistas Lawrence Durrell –cuyo cuarteto
de Alejandría está impregnado de la figura del poeta griego– y Coetzee –léase
su obra Esperando a los bárbaros–, o los poetas Luis Cernuda, Jaime Gil de
Biedma y, sobre todo, W. H. Auden, que escribió: “Cavafis no ha dejado de
influir en mi propia obra; pienso al decir esto en poemas que, de no haber
conocido a Cavafis, habría escrito yo de modo muy diferente o no habría escrito
en absoluto”.
Además del destino y lo histórico, las composiciones
amorosas y eróticas son el tercer pilar de su estructura poética básica. El
poeta cantó el amor homosexual, primero veladamente, y luego, a partir de 1912,
sin ambages y con cierta tendencia al fracaso.
La publicación íntegra de la obra de Cavafis se realizó tras
su muerte. Desde entonces, el atractivo y la repercusión de sus poemas(3) han
ido en aumento. En realidad, no podía acontecer de otra manera, era su destino.
(semblanza del poeta Cavafis de Estanislao M. Orozco tomada parcialmente del sitio "la vanguardia".)
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