El martes vi a los gemelos
enamorados cada uno de sí
por separado, para no confundirme,
ni a mí que no los distingo
ni mucho menos a Cupido
de ojos vendados y pene lúdico.
A principios de semana
me acordé de ellos,
ambos llevan piocha
como de trotsky uno
y como de piolet sangriento
el otro, cada uno narciso
de su idéntico.
Cuando termine la semana,
en la alcoba quieta
conjuraré a uno, el menos
obeso, para que me cierre
uno y otro ojos
y me diga si soñaré
con el otro, el confundido
que respira en mí.
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