sábado, 30 de octubre de 2010

GOITIA: MORIR AL MARGEN



Tata Jesucristo, 1926

uno.
En la semana asistí a una charla sobre la obra del pintor Francisco Goitia (1882/1960), a propósito de los cincuenta años de su fallecimiento. El autor fresnillense hizo varios autorretratos, entre los que destaca, para mi gusto, aquel en que aparece como un hombre abatido en la cúspide de un muladar, rodeado de aves de rapiña que esperan su muerte o que buscan algo que rescatar de ese enorme basurero. La plática giró en torno al análisis de "Tata Jesucristo", que expresa el dolor de dos mujeres indígenas ante el hombre crucificado, obra que a su vez nos remite a las imágenes que se conservan en el inconsciente colectivo sobre el via crucis, sobre el calvario o el compás de espera ante la resurrección.

dos.
En la plática no se abordó para nada el origen de clase del pintor que murió siendo miembro de la orden terciaria de los franciscanos, ni mucho menos que fue producto del derecho de pernada de un señor hacendado sobre la indígena Andrea; que Francisco nació en una religión distinta a la católica, que de chico acudía a una escuela primaria de Fresnillo y en el trayecto se detenía a observar a los colgados de la Guerra Cristera, los paisajes desérticos que luego se traslucirían en su obra. Tampoco se abordó su periodo en la ciudad de México, a donde su padre -que lo reconoció- lo envió a estudiar a la Academia de san Carlos, que fue objeto de hostigamiento (llamado ahora bullying) por parte de sus parientes, enfrascados en otra academia militar, por ser un hombre de voz delgadita y de modales finos.

tres.
Tampoco se investigó acerca de un viaje que hizo primero a España y después a Italia, donde seguramente se convirtió al catolicismo pues regresó a su tierra natal, Zacatecas, en donde elaboró varios bocetos del interior de la catedral, en que refleja su mundo espiritual y una serenidad que se obtiene con la renuncia a los bienes materiales. En su lugar de origen fue también hostigado pues hubo un personaje que un día entró a su casa, sin orden de cateo, en busca de un lienzo propiedad del obispado. Federico Sescosse sólo encontró un puñado de pinceles y mierdas de paloma, según confesó a un periodista.

cuatro.
Seguramente el ser miembro de una orden franciscana seglar, lo llevó a vivir en una choza en Xochimilco como parte de sus votos de renuncia a los bienes materiales. En su momento se negó a afiliarse a la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), agrupación creada a iniciativa de algunos integrantes del movimiento muralista, en voz baja el fresnillense se confesaba "socialista católico", cuando la moda era ser ateo y simpatizante de la Revolución soviética y, de paso, la cubana. Con todo y eso, vivir al margen, encontró en Manuel Gamio una especie de mecenas que lo comisionó a distintos puntos del país a estudiar el arte indígena, investigaciones que se reflejan en la referida "Tata Jesucristo", para algunos la más emblemática de sus obras.

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