Día para no estar
Vete, día maldito;
guarda bajo tus párpados de yeso la mirada de lobo
que me olvida mejor;
camina sobre mí con tu paso salvaje, simulando un desierto
entre el hambre y la sed,
para que todos crean que no estoy,
que soy una señal de adiós sobre las piedras;
cierra de par en par, lejos de mí, tus fauces sin crueldad
y sin misericordia,,
como si fuera ya la invulnerable,
aquella que sin pena puede probarse ya los gestos de otros;
y tiéndete a dormir, bajo la ciega lona de los siglos,
el sueño en que me arrojas desde ayer a mañana:
esta escarcha que corre por mi cara.
Aun así, he de llegar contigo.
Aun así, has de resucitar conmigo entre los muertos.
(texto tomado de Obra poética,
ed. Corregidor, 2007, 3a. reimpresión, 2007)
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