La primera vez que le hice una visita, le dije que sólo podía trabajar avanzada la noche, en total silencio, pero no sería capaz de escribir en un ámbito totalmente aislado del mundo. Me doy cuenta ahora, hasta qué punto esta observación es cierta en lo que me concierne. Cuando comienzo a escribir, estoy preso de angustia, tengo la impresión de estar en el vacío, de no tener ningún apoyo. ¿Es la "soledad del sol que se entrega" de la que habla Nietzsche? La felicidad de "recibir" me parece fuera de mi alcance. Y hasta del aislamiento sólo se puede disfrutar un breve instante. Cautivo de esta soledad cargada de angustia, no puedo quedarme tranquilo. Espero que venga un amigo. Pero el amigo no viene. Desde lo más profundo, maldigo a mis brazos hechos para abrazar. Querría deshacerme de mis manos. Abolir el acto de tocar. En este estado, encontrarme con usted me sería insoportable. Pues de entrada, usted percibiría sin duda este fuego que me quema.
(trozo tomado de Correspondencia (1945-1970), Yasunari Kawabata y Yukio Mishima, ed. Emecè Cornucopia, Buenos Aires, 2003. Traducción de Liliana Ponce.)
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