En los últimos cinco años, Islandia se ha visto azotada por dos desastres de dimensiones descomunales para un país de 331.000 habitantes. En 2007, la avaricia del rico que nunca supo serlo rompió el saco e Islandia se adelantó, sin saberlo, a la peor crisis económica mundial de las últimas décadas. Aún en proceso de recuperación, en marzo de 2010 entró en erupción el volcán impronunciable (Eyjafjallajökull) dejando tras de sí pérdidas ya irrecuperables.
La escritora Auður Ava Ólafsdóttir se encontraba en pleno proceso creativo de su tercera novela cuando la crisis se cruzó con sus musas y tuvo claro cuál sería el argumento de «Rosa Candida». «Me gustaba la idea de crear a un nuevo prototipo de hombre, a un antivikingo», confiesa la autora en la penumbra de un atardecer de finales de septiembre en Reikiavik. «En 2007 la avaricia reinaba en Islandia, surgió un nuevo vikingo que iba a otros países para robar a los bancos. Nunca me ha gustado el estereotipo de vikingo, de bárbaros e incultos, ellos no escribieron nuestras sagas», se queja Ava Ólafsdóttir.
Viaje y retorno emocional
Fue así como, noche tras noche y a razón de capítulo diario, esta profesora de Historia del Arte fue construyendo la vida de Lobbi, un joven islandés de 22 años que, tras la reciente pérdida de su madre, emprende un viaje con retorno emocional dejando atrás a su anciano padre, a su hermano gemelo autista, a su hija de siete meses y a la madre de su hija. «En la novela hay dos temas fundamentales, la muerte y el cuerpo. El protagonista es un hombre que es a la vez hijo, hermano, padre y amante y vive una historia de amor que no se desarrolla en el orden establecido», explica Ólafsdóttir. Lobbi se presenta ante el lector como una especie de héroe masculino y sensible que va en busca de la belleza, pues su máxima aspiración es devolver su esplendor a una rosaleda ubicada en un monasterio muy lejos de su hogar, pero no de su corazón. Para la autora «era importante que Lobbi fuera hasta el monasterio para dar, ofrecer, no quitar». La propia autora busca «esa rosaleda porque es importante que cada uno cultive su propio jardín sin importar el tamaño», confiesa como metáfora de esta road movie emocional. Con ella Ólafsdóttir quería «reflejar el tema de la paternidad masculina, que no es tan palpable, y al final terminó convirtiéndose en una oda a la sensibilidad masculina porque es importante deconstruir las ideas preconcebidas».
Llamar la atención
Al intentar someter, con un toque de vehemencia y pragamatismo (como su literatura), a la literatura nórdica a esa misma deconstrucción, Auður Ava Ólafsdóttir se muestra incómoda al verse rodeada de sagas y novelas negras, y parece intentar reclamar un lugar en el universo literario para esos escritores contemporáneos, «mucho más poéticos» que Stieg Larsson, Henning Mankell y compañía. Según ella, «todas las novelas de crímenes se parecen, pero yo busco llamar la atención del lector de otro modo, que sienta algo distinto al leer la primera y la última frase de mis novelas al acercarse a ellas en una librería». Precisamente en una de esas pequeñas librerías que pueblan Reikiavik, el lector podría encontrarse con Auður Ava Ólafsdóttir mientras esta ojea con devoción un libro de Roberto Bolaño, ese autor al que la islandesa siempre vuelve.
(entrevista tomada del diario Abc.)
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