Aún no puedo creer que la delegación cubana en las Naciones Unidas se sumó con su voto a un grupo de “países que contemplan la homosexualidad como un delito dentro de sus legislaciones, incluyendo la pena capital por ese motivo, en cinco de ellos”. La frase entrecomillada no la he inventado yo, sino que proviene de una declaración publicada por el CENESEX para intentar explicar ese absurdo, justificar lo abominable. En una peculiar lista, en la que aparecen algunos grandes avasalladores de las libertades individuales, está también esta Isla, donde el discurso oficial asegura –de un tiempo a esta parte– que el capítulo del atropello a homosexuales es cosa del pasado.
Está de más decir que nadie consultó a los cubanos para ratificar –en nombre nuestro– una resolución que da carta blanca a la pena de muerte motivada por la orientación sexual de las víctimas. Ni una palabra se dijo en la prensa oficial, ni un solo travesti ha podido salir a protestar en la Plaza de la Revolución o frente al Ministerio de Relaciones Exteriores como muestra de su desagrado con este gesto de conveniencia política. En un inicio, fue la representación de Benin la que impulsó un cambio en la resolución sobre ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias en el mundo, con lo cual desde hace dos semanas la ONU ya no observará si el acusado llegó a esa situación por amar a otro de su propio género. Estamos asistiendo espantados a la rueda que lanzan los intolerantes, a la complicidad que se establece entre sectarios, que enmudecen ante las violaciones cometidas por otros, comprando así su silencio para cuando ellos mismos lo necesiten.
Es triste que una institución que ha trabajado en aras de fomentar el respeto a la diversidad –como es el CENESEX– haga maromas verbales para no llamar las cosas por su nombre. Mariela Castro no puede permanecer parapetada detrás de las escuetas palabras de un comunicado donde no se lee una condena proporcional al error que ha cometido nuestra delegación en la ONU. El próximo domingo, ella estará presente en el programa Pasaje a lo desconocido de la televisión nacional para presentar un documental que toca el tema de la tolerancia hacia los gays y las lesbianas. Creo que sería un buen momento para que nos explicara por qué su respuesta no ha sido más enérgica, por qué su silencio nos ha sonado tan encubridor
(Doble discurso, doble moral, puertas de vaivén, opacas de un lado y transparentes del otro. Texto tomado del blog Generación Y.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario