Necesito silencio para escuchar
cómo la miel y la cera luchan
para encender esa flama;
para oír el aleteo
de termitas obstinadas
con el sinfín de los cuerpos;
que callen las puertas,
que paren el arrastre
de cadenas, candados y llaves;
que sólo se aprecie la caída
aturdida de un cuervo, sus
plumas tornasol, el párpado hechizado;
que nadie de día, en el frío,
en la fuente, en el sueño
masculle conjuros;
que el sol, el ojo, el oído
guarden el silencio de un amanecer
tonsurado.
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