Querida Ana, Ljubljana es como
una pesadilla espantosa. Lo primero que se te ocurre
en esta ciudad es cortarte las venas o atarte una soga al cuello
o tirarte del edificio Neboticnik. Para soportarla, tendrías
que estar siempre borracho o colocado. Los amigos no son
amigos, los conocidos no son conocidos, los amantes
no son amantes, la madre no es madre, el padre
no es padre, la esposa no es esposa, el suelo no es suelo,
toda flota en un vacío infinito, fantasmas, espectros,
engendros, el agua no es agua ni el aire aire ni el fuego fuego.
Querida Ana, Ljubljana, tu ciudad, es el fin del mundo, es
vivir sin esperanzas, como un vegetal, es un infernal suplicio,
una pesadez en el estómago, es una acumulación
de energías negativas que sólo pretenden convertirte
en un ser estúpido y lisiado. Ljubljana, una serpiente
sonora, que te abraza con suavidad, con ternura, despacio,
y te falta el aire y no puedes librarte de ella, siempre
va contigo, te persigue a rastras, tan colorida,
inocua. ¡Venga, desaparece, húndete en el pantano,
regresa al lodo para siempre,
sálvanos!
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