Nada de tus prestigios...
Nada de tus prestigios santos.
Las mujeres te esperaban como un advenimiento,
y llegaste con marihuana en los bolsillos,
y el cabello en desorden,
quién sabe de cuáles correrías salido apenas.
Y tenías algunos enigmas que responder
como a la Reina de Saba.
Te reías de verlas tan piadosas,
tus hermanas de leche,
y como Shiva en el Bosque de Pinos,
desplegando un gran falo
las sedujiste en las barbas de sus maridos,
los ascetas.
Y ellas te siguieron.
Ninguna maldición te alcanzaba,
oh Fumador-de-Hierbas-Intoxicantes.
Arriba, señales de espejos en las ramas.
La tierra quieta, esperando,
como en día de mucha fiesta.
Y allá bajaban los Concheros
con sus flautas y sus tambores tristes,
sus cascabeles de semillas secas.
Danza de espejos bajo el sol.
En el barrio de la Cruz tronaban cohetes.
De los postes habían colgado banderas de colores.
La gente ebria por las calles
iba en procesiones tambaleantes,
a punto de caer en las piedras disparejas.
A la noche luces de bengala,
tus espejos de humo.
Los cohetes retumbando como disparos.
Gente amante del fuego.
En tantos lados hallamos
cartuchos de bala enmohecidos,
quemadura de pólvora en los muros.
Los niños soplaban contra los rehiletes,
soplaban contra las flores
volando sus pétalos al viento.
Mujeres te seguían.
(texto tomado de Espejo al sol, poemas 1964/1981, ed. SEP-Plaza y Valdés, México, Serie Creación, El Nigromante, no.22, México, 1988.)
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