Las dádivas
La mano que se abrió sobre mis días
es una mano grande como el cielo.
Me dio raíz, memoria, y para respirar
una herida que llaman la rosa de los vientos.
Plenitudes de aljibe que rebalsa
y vacío de túnel que eternizan los ecos.
Luz para ciertas horas
y la hora necesaria de oscuridad sin término.
Horizontes, mirada,
la presencia segura de los cuerpos.
El gozo del hallazgo,
el llanto del adiós en el pañuelo.
La vida. Muchas muertes
-una por cada amor del que es su centro-.
Todo. Y para decirlo
palabras y palabras. Y silencio.
(texto tomado del blog "mitakuye oyasin")
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