Cuando el poeta eleva su
espejo
El rostro de Bagdad es una sombra y un incendio.
El rostro de Bagdad, esas blancas piedras
que se
reflejan en el agua de los tiempos.
El
rostro de Bagdad
en tu
espejo es fuego, una lluvia de meteoritos,
tempestades y el estallido de los cielos;
como
un profeta fatigado por la visión de sus ojos,
se
halla realmente agobiado por aquello que está viendo.
Tú
levantas tu espejo
y le
pides que la imagen deje de sangrar
que
cese el flujo constante de la sangre sobre las afiladas piedras,
ésa es
mi madre patria.
Y tus
ojos están repletos de lágrimas,
el
Tigris es un tatuaje sediento que rodea tu cuello
(texto tomado del blog "alpialdelapalabra", versión de Esteban Moore H.)
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