La protección contra el padecimiento es ridícula. La fotografía de ese escenario racional, geométrico, ordenado, símbolo del éxito (y de su destrucción), es extraordinaria. Todo se desarrolla en medio de la más cuidadosa escenografía, en el más puro gusto aristocrático de una glamorosa mansión dieciochesca. Nadie puede hacer nada contra la estrella que amenaza todo: sólo se observa el incontenible acercamiento: la ominosa Antara, la estrella roja de Escorpión, está allí: bella, enigmática, imponente, silenciosa avanza arrolladora. Desde el primer avistamiento, los inconvenientes no cesan de fluir: dificultad para circular, retrasos, cansancio, ausencias, cada gesto es fallido, torpe. Tras un banquete sacudido en su ritmo, se produce la huida de los invitados, y por último se instala la soledad, el cansancio, el insomnio, el sonambulismo, la morosidad, el paulatino desmoronamiento del tejido social y familiar. La envidiada novia, lo pierde todo: trabajo, marido amoroso, al día siguiente echa raíces el agotamiento, la ausencia de agenda, antes del final.
¿Sólo es posible observar, maravillado, su belleza, su lento avance hasta el aplastamiento, en medio de rupturas, suicidio, disputas, acritud…?
(Quizá desde la proyección de "Malditos" de Luchino Visconti no habías visto una cinta sobre la decadencia de la aristocracia devenida burguesía, quizá desde "La pianista" de Haneke no habías visto una película tan cruda sobre el sexo, acaso desde "Las amargas lágrimas de Petra von Kant" de Fassbinder no habías visto de una forma tan rigurosa el desmoronamiento del individuo. Nota de Antonio Marquet en "mesterdejotería".)
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