La diplomacia no consiste en vestir elegantemente, ser muy hábil y decir cuando te encuentras con dos conocidos ‘Discúlpenme, no recuerdo el nombre de uno de ustedes; les ruego que hagan el favor de presentarse ustedes mismos’, y así no quedar mal con ninguno de ellos. No. La diplomacia es la capacidad de negociar en función de la fuerza bruta que te apoya. No es lo mismo la diplomacia de un país poderoso que la de un país endeble económica y militarmente. Sin embargo hay ocasiones en las que esta actividad de la diplomacia constituye un hecho hermoso y valiente. Es el caso de la República del Ecuador frente al Reino Unido en el asilo concedido al periodista y empresario Julian Assange.
De momento el pez grande no se ha comido al chico, pese a haberle enseñado sus amenazadores dientes. Julian Assange no será entregado para extraditarle a Suecia para ser juzgado por dos delitos sexuales, y previsiblemente reenviado después a EEUU por haber revelado millones de mensajes de los servicios de seguridad norteamericanos que descubrían las atrocidades e intrigas de sus gobernantes. De modo que la realidad diplomática de Ecuador no se reduce al enfrentamiento con el Reino Unido, sino que cualquiera que no sea bobo entiende que es una cadena de feroz presión que termina en los Estados Unidos de América donde el señor Assange puede ni más ni menos que ser condenado a muerte. Los implacables e intocables Estados Unidos.
Reino Unido amenazó a Ecuador con que asaltaría su Embajada si no entregaba a Assange y lo sacaría por la fuerza. Eso es un asalto y no el de los supermercados de Mercadona.
Los británicos, fieles escuderos, se pierden ahora en imprecisiones conceptuales y gramaticales postulando que un asalto diplomático no es igual que un asilo político. Por eso el final de Assange puede ser la cámara de gas. Y por supuesto Suecia bien se cuida de aseverar que no lo extraditaría.
El caso es que Assange lleva dos meses viviendo en la embajada ecuatoriana, pero el problema será que no se sabe por cuánto tiempo porque Reino Unido se niega a concederle un salvoconducto o garantía para que Assange pueda abandonar la embajada y salir del país. Veremos en qué queda. Tal vez dentro de un par de meses, silenciosamente, la diplomacia encuentre una salida aceptable, sin tener que someter a Assange a esa forma de secuestro obligándole a permanecer 15 o 20 años en el zulo de la embajada como por ejemplo le ocurrió en su día al cardenal húngaro Mindszenty asilado en la embajada norteamericana en Budapest.
Fue emocionante cuando el ministro ecuatoriano de Exteriores anunció la concesión de asilo. Los periodistas comenzaron a aplaudir. Hay veces en que la diplomacia sirve para algo más que para ser ‘diplomático’. La dignidad de Ecuador ha resplandecido. Esperemos que los poderosos no lo humillen y se venguen. Y es que no hay mejor diplomacia que la decencia y el respeto a los derechos humanos. La embajada ecuatoriana es territorio ecuatoriano, como todas las embajadas del mundo. ¿Habría tomado España la misma decisión si Assange se hubiera refugiado en la Embajada española en Londres, con el embajador Federico Trillo al frente?
(editorial de Arturo González, "La diplomacia", reproducido íntegro de Público.)
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