Viscosas y hambrientas en el extremo
de una hoja, o apenas
una gomosa resistencia bajo el zapato,
ellas, sin saberlo, aparecen
desde ningún lugar,
en la lentitud de otro tiempo.
Demasiado quietas
para el baile, demasiado húmedas
para la alegría, empujan ciegas
el peso de una montaña perdida
y la modesta levedad conquistada...
Hay un poema del viejo Jôsô,
el discípulo del gran Basho,
en que se compara a una de ellas:
así la casa en espiral de su espalda
abandona, un día, junto a su riqueza.
Todo a cambio de la intemperie
y de la lúcida estela que nunca se seca.
("marcelo leites")
No hay comentarios:
Publicar un comentario