Compartí mi celda con una fiera salvaje,
escribí en la mazmorra mi nombre con un clavo
ardiente,
viví en el mar, jugué a la ruleta,
vestido de frac comí quién sabe con quién.
Desde la punta de un témpano divisé medio mundo,
fui azotado dos veces, tres veces casi me ahogo.
Abandoné el país que me vio crecer.
Con los que me han olvidado se puede poblar una
ciudad.
Deambulé por estepas parecidas a los gemidos de los
hunos,
vestí lo que cada día se pone de moda,
sembré centeno, cubrí con cartón negro el granero
y bebí toda clase de agua.
Introduje la mirada azulada al convoy de mis sueños,
tragué el pan del exilio, sin dejar boronas.
Permití a mis ataduras todos los sonidos, excepto el
el aullido;
me convertí en murmullo. Ahora tengo cuarenta años.
¿Qué puedo decir de la vida? Que resultó muy larga.
Sólo soy solidario con los sufrimientos,
por ahora no me han llenado la boca de arcilla,
de ella sólo se escucharán agradecimientos.
("el instante maravilloso, poesía rusa del siglo xx", unam, méxio, 2004, trad. jorge bustamante garcía)
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