El gruñido
VIII
A quién espero y quién soy yo,
digo
y es un callar para decir,
y me acuesto en la cama blanca del hospital,
mientras me atan los brazos y las piernas.
Las luces amarillas y rojas
se volvieron del color de la nieve.
Y alguien que no conozco
me envió un ramo de tulipanes
que la enfermera esconde debajo de la mesa.
Rezo:
"Padre nuestro que estás en los espejos
San Tificado sea tu desorden."
No.
Así no era la oración.
Y todo intento de memoria es un error
que la memoria impone.
Rezo:
"Que venga a nosotros tu silencio.
Hágase tu rebeldía,
así en la tierra como en el cielo.
El vacío nuestro de cada día,
dánoslo hoy.
Y perdona los pecados que no cometí,
aunque de una forma u otra seré culpable."
Por qué será
que cada vez que intento reconstruir el mundo,
el lenguaje se infecta y me distrae.
Unión-Pegamento-Argamasa-Engrudo.
Infección-Antibiótico-Infección-Antibiótico-Infección.
Todo ángel
es un idioma corrompido
cuando las palabras no bastan
("el gruñido y otros poemas, antología poética", ed. ruinas circulares, buenos aires, argentina, 2011)
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