Las estaciones de la tierra (II)
Pensar que no he plantado nunca un árbol,
que no he tenido nunca un hijo.
Hasta ese punto me parezco al mar,
estéril, solitario.
Ni un ciprés encrespado,
ni un sauce húmedo y lento, ni un euforbio
ramificado en delta, ni un ciruelo
ni un duraznero ni un manzano
hice crecer jamás, ni un gajo
rosa o candido en marzo, ni siquiera
un cachorro de hombre.
Como la ola golpea la orilla,
sin fecundarla, sin dejarle
más que algas y resecas raíces,
así —¿no dices?-— yo golpeo
la vida.
Pero la he amado,
tierra, yo te he amado.
("marcelo leites", traductor pablo anadón)
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