La furtiva se sienta en el
pasto crecido
para descansar de un recorrido agotador
a través de un campo desierto.
Perseguida, acosada, espiada, denunciada, vendida,
fuera de toda ley, de todo alcance.
A la misma hora en que se ponen las cartas sobre la mesa
y un hombre dice a otro:
«Hasta mañana».
Pero mañana estará muerto o se habrá ido lejos.
En la hora en que tiemblan las cortinas blancas en la noche profunda,
cuando el lecho trastornado de las montañas
abierto ante su invitada desaparecida
espera a algún gigante de más allá del horizonte,
la furtiva se sienta, se duerme la furtiva.
No hagan ruido, dejen descansar a la furtiva
en una esquina de esta página.
Teman que se despierte,
más enloquecida que un pájaro que se golpea contra los muros.
Teman que muera en su
casa,
teman que pulverice todas las ventanas rotas,
teman que se esconda en un ángulo oscuro,
teman despertar a la furtiva dormida.
(texto tomado del sitio "el placard, versión de Jorge Fernández.)
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