Ellos no se van, somos nosotros
que nos desvanecemos como la niebla.
Ellos no lloran, nosotros somos
quienes tragamos papel tinta y tintero.
Ellos no se confiesan, somos nosotros
que cobijamos cuerpos como heridas.
Ya no palpitan, no oyen, no responden,
se evaporan como el agua al fuego.
Ellos no maldicen, no se muerden
la lengua, somos nosotros, su minoría
Su delirio, su guitarra, la partitura
abandonada, al garete,
La voz débil que evoca
la cuerda trozada, la nota roja.
Pero un día, yo pienso, el temporal
se va, el ausente vuelve.
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