viernes, 4 de octubre de 2013

Márkaris y el ciego Tiresias

En la tercera parte de su trilogía de la crisis, Petros Márkaris saca a Grecia del euro. Su última novela, Pan, educación y libertad (Tusquets), se inicia el 31 de diciembre de 2013, el día antes de que el país se rinda a lo inevitable y diga adiós a la moneda única. España e Italia comparten su triste destino. Pero eso no marca el fin de la pesadilla o el inicio de la recuperación. Es tan solo la continuación con otros moldes de un vía crucis que implica devaluaciones, impagos de salarios, desempleo escandaloso, quiebra del Estado, protestas crónicas, enfrentamientos de clase y generacionales, búsqueda estéril de los culpables, desencanto con los políticos, auge de la extrema derecha xenófoba y pérdida de fe en el futuro.
Es ficción, pero también es realidad. Puede que Grecia no salga del euro dentro de tres meses, tal vez no lo haga nunca, pero con dracma o sin dracma la crisis existencial se ha instalado para quedarse en el país que inventó la democracia. Y Márkaris y su creación literaria, el comisario Kostas Jaritos, se han convertido en sus cronistas.
En Con el agua al cuello, Márkaris arremetía contra banqueros y especuladores. En Liquidación final, contra el fraude fiscal. Y en Pan, educación y libertad, por fin, contra algunos de quienes combatieron la dictadura de los coroneles pero que luego contribuyeron a la corrupción generalizada que culminó en el desastre actual. Su manera de castigarlos es que los maten. Técnicamente, son víctimas. Per los asesinos los ven como criminales que deben ser ajusticiados. Tampoco Márkaris muestra compasión con ellos. Y su policía, Jaritos, se limita a buscar a los vengadores porque esa es su obligación, no porque crea que merecen ser castigados.
El escritor griego tiene ya muchos años (76) y demasiada obra publicada como para preocuparse por ser mal interpretado. Por eso, y tras dejar clara su condena a la ultraderecha xenófoba que anhela la emergencia de un Hitler de nuevo cuño, se despacha a gusto y sin complejos contra la generación de la Politécnica. Es una referencia a los sucesos de noviembre de 1973 cuando la dictadura de los coroneles ordenó el asalto a sangre y fuego de la Universidad Politécnica, en el centro de Atenas, violando su fuero, con objeto de desalojar a los estudiantes que la ocupaban. Hubo decenas de muertos y siguió una dura represión con centenares de detenidos y torturados. Fue el comienzo del fin del régimen, aunque la puntilla se la dio un año más tarde la crisis de Chipre.
Para parte de los griegos, un número considerable de los héroes o no tan héroes de esas jornadas trágicas se cobraron con creces la factura cuando se produjo la restauración democrática. Consiguieron títulos y honores académicos sin merecerlos, se hicieron ricos gracias al tráfico de influencias, utilizaron los partidos, los sindicatos y el aparato estatal para su exclusivo beneficio personal. El grito de guerra de los rebeldes de 1973 fue “¡Pan, educación y libertad!”. De ahí el título del libro. Y de ahí la marca que el asesino en serie va dejando sobre los tres cadáveres: Pan en el de un empresario de éxito. Educación en el de un laureado profesor universitario. Libertad en el de un líder sindical. Tres ídolos con pies de barro.
Opina Jaritos: “Igual que en la jerarquía eclesiástica se empieza de diácono para ascender a obispo, en la generación de la Politécnica se empezaba siendo un simple luchador antifascista para llegar a ser empresario, profesor universitario o alto cargo sindical”. Y la viuda de uno de los asesinados, conocedora de que su marido era un fraude, explica que esa misma gente “ocupó todos los puestos relevantes cuando cayó la dictadura militar, y a todos los niveles: en la política y los sindicatos, en las cooperativas agrícolas y en la enseñanza”. Y no para contribuir al bien común, sino al suyo propio.
No fueron los únicos. Aunque muchos de ellos sigan aún en lo alto de la pirámide, luego llegaron otros. Lo peor es que contribuyeron, cuando no fueron responsables directos, a llevar al desastre a una Grecia que se acostumbró a vivir con una corrupción estructural y por encima de sus posibilidades. Y ahora el pueblo exige la rendición de cuentas. En la vida real, eso se refleja en las protestas callejeras y en las urnas. En la ficción de Márkaris, la solución es mucho más drástica: el asesinato.
La Grecia que se muestra en Pan, educación y libertad es la de la mendicidad convertida en profesión, la de los padres que hacen una olla común con sus hijos independizados, la del pluriempleo que no llega ni para cubrir los gastos más esenciales, la de la conversión de los emigrantes en cabezas de turco, la del auge de Amanecer Dorado (hoy por fin en la picota), la de la dura lucha por la vida de mucha gente decente, la de la falta de esperanza. Y la de la rabia contra los responsables del desaguisado.
Márkaris también resucita la peseta. Ahora solo falta que surja un émulo suyo que ilustre el desastre español desde la novela negra, un género que le iría como anillo al dedo.


(reseña de Luis Matías López en el sitio "público.es")

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