No es más que una casa
clavada en el suburbio.
Una casa con su techo sus paredes
sus ventanas y sus puertas. Su historia.
Por ella me muevo segura
y la conozco tanto como a mi cuerpo.
¡A nadie se le ocurre
contar cuántos dedos tiene!
Así, no cuento cuántas cosas tengo en esta casa
pero tengo lo que necesito.
Preparo mi café, cocino mi comida
y mi lugar ante la mesa es siempre el mismo.
Si estoy contenta me siento en el patio
y me contagio de la frescura de las plantas.
Si estoy triste ordeno hasta que la tristeza es soportable.
La casa nunca está muy desordenada
y no paso demasiado tiempo en el patio
por lo que creo que la vida
me es al fin
benévola.
De noche duermo con la ventana abierta
en una cama grande y mullida
consciente de que el planeta gira de oeste a este
y a una velocidad increíble.
(texto tomado del sitio "otra iglesia es imposible")
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