sábado, 24 de agosto de 2013

AUXILIO LACOUTURE DESDOBLADA

uno.
Como muchos compañeros de mi generación, conocí a Alcira en la Facultad de Filosofía y Letras, en Ciudad Universitaria mientras cursaba la licenciatura en Letras Hispánicas. Alcira siempre vistió ropa de manta tejida y bordada, que en la década de los años setenta del siglo pasado estuvo de moda en la clase media (ilustrada). Alcira tuvo la costumbre de cargar fólders, algún libro de Arthur Rimbaud o Rainer Maria Rilke aunque nunca la vi asistir a ninguna clase, era de los típicos habitantes de la facultad que uno nunca sabía cuándo habían aparecido, como las nubes (de Baudelaire), en el aeropuerto, imperceptibles nubes hasta que se tornan amenaza de tormenta. Con alguno de los fólders que ella cargaba se cubría la boca mientras te hablaba -le faltaban las piezas óseas frontales-, o te contaba cualquier nimiedad o preguntaba por algún poeta de la misma escuela.

dos.
"Me llamo Auxilio Lacouture y soy uruguaya, de Montevideo, aunque cuando los caldos se me suben a la cabeza, los caldos de la extrañeza, digo que soy charrúa..." Roberto Bolaño recreó la figura de Alcira en la composición de Amuleto, novela de la que llegó a mis manos, esta semana, una edición encuadernada de manera artesanal y "pirata". La portada se reproduce de la tercera edición original en la colección "Compactos", de Anagrama, 2013, con un precio, según la etiqueta adherida en la cuarta de forros de 7.90 euros.

tres.
En ese entonces, mediados de la década 1970, corría la especie de que cuando el Ejército invadió CU, 1968, Alcira no sólo no huyó sino que se escondió en los baños del tercer piso de la Facultad, donde fue violada, golpeada y desalojada. Por lo menos, para mí, era parte de su aura de exiliada. También por aquellos entonces, una compañera de carrera, Rocío Duque, contaba que cuando irrumpieron los militares en busca de los supuestos autores intelectuales del movimiento estudiantil, que culminaría con la matanza en la Plaza de las Tres Cultura, en Tlatelolco, Alcira trepó con sus libros y demás a una barda para saltar a la parte techada de los corredores exteriores, pero no lo logró, por lo que con una mano se tomó de la barda o barandal de la escuela y con la otra, mientras se cubría la boca, estaba chimuela -como era su costumbre-, gritaba ¡Auxilio, socorro! Años después me enteré de manera circunstancial que había regresado a su país; y más tarde, supe que ya había muerto.

cuatro.
Que uno se encuentre un ejemplar de un libro cualquiera en fotocopias Xerox, es de todos los días; pero que llegue a mis manos una edición reciente de Amuleto cuando se conmemora la primera década de la muerte de su autor, con una portada de Dante Gabriel Rossetii (1860), no sabe uno si es mera coincidencia o un guiño estruendoso de RB por los episodios vividos/padecidos juntos...

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