viernes, 2 de noviembre de 2012
Cesare Pavese (1908/1950 )
Paternidad
Hombre solo, delante del mar inútil,
esperando la noche, esperando la mañana.
Los chicos juegan, pero este hombre querría
tener él un chico y mirarlo jugar.
Grandes nubes forman un edificio sobre el agua,
que cada día se desploma y resurge, y colorea
la cara de los chicos. Estará siempre el mar.
La mañana hiere. Sobre esta húmeda playa
se desliza el sol y se aferra a las redes y las piedras.
Sale el hombre por el turbio sol y camina
a lo largo del mar. No mira la húmeda espuma
que corre por la orilla y no tiene nunca paz.
A esta hora, los chicos dormitan todavía
en la tibieza de la cama. A esta hora, dormita
dentro de la cama una mujer, que haría el amor
si no estuviese sola. Lento, el hombre se queda
desnudo, como la mujer lejana, y desciende al mar.
Después, de noche, cuando el mar se desvanece, se oye
el gran vacío debajo de las estrellas. Los chicos
en las casas enrojecidas se van cayendo de sueño
y alguno llora. El hombre, cansado de esperar,
levanta los ojos a las estrellas, que no oyen nada.
Hay mujeres, a esta hora, que desvisten a un chico
y lo hacen dormir. Hay alguna en una cama,
abrazada a un hombre. Por la negra ventana,
entra un jadeo ronco, y nadie lo escucha
sino el hombre, que conoce todo el tedio del mar.
(texto tomado del sitio "otra iglesia es imposible. versión de J. Aulicino.)
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