Una fotografía para dar cuenta de un momento. Una fotografía para incendiar los días. Una fotografía para cambiar la historia.
El único periodista que asistió al llamado fue Malcolm Browne. Armado con su cámara, el reportero de la Associated Press llegó a una calle cerrada de Saigón (Vietnam) en la mañana del 11 de junio de 1963.
Lo siguiente es historia, una de las imágenes más impactantes de la guerra de Vietnam, un documento esencial con el cual el conflicto entró en la justa perspectiva de la verdad: horror, destrucción, la pérdida de toda esperanza.
Varios monjes rociaron con combustible para avión a Thich Quang Duc, monje budista, ícono. Sentado en posición de flor de loto, el hombre, ante la mirada impávida de 500 personas, tomó un fósforo entre sus manos, lo prendió y lo dejó caer encima de él.
La imagen es eso, el fuego de la guerra encima de un cuerpo que dice completamente lo contrario, habla de paz, de resistencia, de coraje y valor más allá de la carne, del humano.
La fotografía fue publicada en la primera página de cientos de diarios en el mundo y, así como las llamas que prendieron al monje, el documento fue el comienzo de un levantamiento popular en contra del régimen de Vietnam del Sur (apoyado por Estados Unidos), que terminó en el derrocamiento del presidente del país asiático y su hermano, jefe de seguridad nacional.
Además de la revolución en las calles, la fotografía tomada por Browne fue uno de los primeros retratos descarnados de lo que en el discurso oficial de los Estados Unidos era un asunto ganado.
Fotógrafos de la talla de James Nachtwey han repetido hasta la saciedad que las imágenes de los reporteros gráficos de la época comenzaron a desdibujar el panorama inalterable de una guerra justa y bien ganada. En últimas, el trabajo de profesionales como Browne terminó por inclinar la balanza de la opinión pública, además de ser la primera chispa en la carrera de una generación de jóvenes que años después andaría persiguiendo en fotografías la verdad detrás de las mentiras en tantas otras guerras.
El poder de la imagen para hablar de lo esencial es lo que hace del trabajo de Browne un asunto para celebrar y conmemorar hoy, cuando el fotógrafo se fue, pero queda su legado, una historia hecha cuadro a cuadro.
(nota de Santiago La Rotta clonada del sitio de El Espectador, Colombia.)
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