Como si se estuviera anticipando a lo que vendría, su última foto de portada en Facebook lo retrata partiendo, con un bolsito, como en cada viaje, como en uno de tantos que ha hecho en su vida. Esta semana nuestro colectivo y todo el mundo del arte han sufrido una pérdida muy dolorosa. Marcus Vinícius de Souza Santos, más conocido como Marcus Vinícius, el artista performático brasileño de 27 años, se ha ido de este mundo, dejando un vacío enorme en cada unx de nosotrxs, haciéndonos comprender el inefable ser de la muerte. Desde ese día me duele el cuerpo, nos duele a muchxs. En su muro se han dejado mensajes que provienen de todas partes del mundo, en todos los idiomas, con miles de bellos recuerdos de su alegría, de su bondad, de su ser tan especial, de su pasión por el arte que transmitía en cada una de sus obras, poniendo el cuerpo, como él sabía. En lo personal, Marcus significa mucho para mí. Había sido un viejo amor que conocí en plena Marcha del Orgullo. Ese día marchó conmigo, besándome, abrazándome, rodeado de banderas de colores, con una birra en la mano, gritando y cantando por la aprobación de la Ley de Identidad de Género, convencido de que en Argentina era posible la igualdad de derechos. Cuando llegamos al Congreso, tuvimos que separarnos. Me acuerdo que se preocupó por saber cómo nos íbamos a volver a encontrar entre tanta gente, y recuerdo que le dije: “¡Andá! Si ya te encontré una vez, te voy a volver a encontrar”. Me miró, se sonrió y me besó al irse. Así fue, lo volví a encontrar y juntos lanzamos al aire un globo blanco, mientras pedimos un deseo y lo vimos partir hasta volverse invisible entre las nubes. El resto fueron días de mucho amor, de desayunos, cenas y meriendas; de besos y abrazos; de mates y ensaladas de frutas. Luego ese amor devino en una gran amistad, a la que le debo mucho de mi presente.
En una de nuestras últimas charlas me habló de su preocupación por los crímenes de odio contra la comunidad lgbt que se cometían en Brasil, me preguntaba hasta cuándo sucederían. Me contaba sobre una performance que había realizado en Córdoba y me decía: “Otra vez tuve alas, y que me costaron mucho, me dolieron, y seguirán doliendo hasta que la vida siga otro camino”. Sólo espero que ya no te duelan, mi querido Marcus. Sólo espero volver a encontrarte como aquel día, cuando el destino lo decida nuevamente.Paz, luz y mucha fuerza para sus familiares y amigos.
(nota de Federico Napiarkorvski, Mi adiós a Markus, en "soy", Página/ 12, Clarín.)
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