Un día me contó Ricardo que salió una mañana de domingo a trotar por la ribera del río Pance en Cali, Colombia, y que de repente fue embestido por un tipo que lo despojó de sus pertenencias dejándolo en meros calzones y lejos de su casa.
Para mí no era muy clara aquella anécdota, tan de cuento de hadas y tan escasa de detalles. Por eso mismo, continué preguntándole al respecto. A tanto insistir, me dijo lo que verdaderamente había sucedido aquel día. Había ido al valle de los Hongos, un pequeño valle que bordea el río a escasos minutos de la ciudad de Cali por la vía que conduce a pueblo Pance (lugar que ya había escuchado mencionar por amigos de la universidad que iban en busca de hongos alucinógenos). Que, de repente, le dio por subir desnudo a un árbol para tomar el sol y que de un momento a otro, un chico salió corriendo con todas sus pertenencias. Terminó su corta historia diciéndome que jamás se me ocurriera ir por ese lugar, porque era extremadamente peligroso y que él mismo por ningún motivo iba a permitir que yo fuera a ese lugar solo. Dicen por allí, que "siempre lo prohibido es causa de tentación". Así que empecé a insistir en querer ir a ese lugar, y pues nada…"puedes llegar a cualquier parte, siempre que andes lo suficiente", y eso ya lo había dicho Lewis Carroll.
Por fin un día me lo contó completo: que era usual ver en el Valle de los Hongos a hombres desnudos subidos en los árboles a plena luz del sol, y que además de llamarse este lugar el Valle de los Hongos, también era llamado: Valle de las Ninfas o Valle de las Mariposas. Con esto fue suficiente para atar mis cabos sueltos. Luego até más cabos y me di cuenta de que había oído hablar otras veces de ese lugar, que hay susurros y versiones parecidas. Entonces con mayor razón me entró la curiosidad de ir a conocer aquel lugar. Un día lo logré. Todos los sábados o domingos salía con Ricardo a montar bicicleta a la Ciclo Ruta; pero el sábado 6 de octubre de 2007, 11.17 a.m., cambiamos nuestra ruta habitual de montar bicicleta por la vía que conduce a pueblo Pance. Ir a este lugar significa pasar obligatoriamente por un costado de aquel valle tan mencionado.
Aquel día entramos al sitio pasando por debajo de la cerca y con la primera exploración visual del lugar me sucedió algo extraño, pues para mí era algo así como entrar a otra dimensión. Me llené de nervios, de una infinita curiosidad en medio de un toque de morbo que salió a flote. Empezamos a caminar por la ribera del río, cuando de repente vimos a lo lejos un chico desnudo, que posaba sentado sobre la rama de un árbol seco, mientras otro desde abajo lo miraba y se acariciaba el bulto. Más adelante, otro chico caminaba desnudo muy tranquilo con las ropas en la mano; otro se bañaba en el río, también desnudo, mientras el otro acostado en la hierba exhibía su torso al incandescente sol del mediodía. Y así, seguí mirando al horizonte y vi más chicos caminando desnudos y otros subidos en las copas de los árboles.
Mientras tanto, nosotros seguíamos caminando con las bicicletas en la mano. Ese día no hablé, sólo caminé y observé. De repente, le dije a Ricardo que quería bañarme. Tímidamente nos desnudamos y nos bañamos en el río. Yo subí a un pequeño árbol que estaba despojado de hojas, me quedé de pie en una de sus ramas, mientras el sol posaba sobre mi cuerpo. Por un momento cerré los ojos, mientras ojos inquietos que pasaban me miraban. Sé que no se detenían, porque a mi lado estaba Ricardo quien cuidaba la escena. Ese mismo día, le pedí a Ricardo que me tomara una foto. Fue la primera de una serie que ahora forma una exposición.
Desde entonces, seguí frecuentando el Valle de las Ninfas, intentando tener contacto con los chicos que llegaban al lugar. Pero me llené de imposibilidad. Sólo pensaba en que la gente que allí llegaba, lo que menos quería era ser entrevistada o fotografiada. Ese era un lugar que aún guardaba la magia de no ser descubierto, y yo no quería llegar con carácter de conquistador de una tierra con dueños. Ya había sido conquistado y despojado de mi herencia por hombres vestidos hasta el cuello. Aquella conquista emancipadora que tuvieron que sufrir mis antepasados. Sentía que por este pequeño valle no habían pasado Cristóbal Colón, Américo Vespucio o Francisco Pizarro despojando de vestiduras a las gentes, arrebatando su alma y libertad. Yo no quería repetir la historia, no quería ser quien pisara aquel lugar que fascinaba por los cuerpos de hombres desnudos en el río o en las copas de los árboles. Yo me sentía parte de este valle, y por ello tomé la decisión de que fuese mi propio cuerpo quien diera testimonio de aquel maravilloso lugar, donde las ramas de los árboles parecían brazos que se abrían para ofrendar sus frutos. Un mimetismo de ramas y cuerpos que se unían en uno solo…
El Valle de las Ninfas se convirtió en el espacio perfecto para realizar fotografías con chicos que querían danzar desnudos sobre un árbol. Donde yo era en esta ocasión el observador pero también quería ser el observado. Así, nació Adanes, una serie de fotografías de chicos desnudos sobre árboles en diferentes escenarios naturales en el Valle del Cauca Colombia y en la periferia de la ciudad de Guadalajara, en el estado de Jalisco, México.
Empecé entonces una ardua investigación. Así pues, indagando y preguntando sobre este lugar, coincidió, que el Valle de los Hongos, Valle de las Mariposas o también llamado Valle de las Ninfas, aquel pequeño valle en la periferia de Cali, bordeado por las cristalinas aguas del río Pance que bajan desde las laderas de los farallones, este pequeño Valle, también había sido el lugar de inspiración y encuentro de artistas que hallaron en las aguas cristalinas del río, el sol, los hongos, los árboles de guayabas, tachuelos, guayacanes, gualandayes y guamos, el espacio propicio para dejar volar su inspiración. Pues entre los años sesenta y setenta Cali fue permeada por una gran actividad cultural desde la plástica, la gráfica, la fotografía, la literatura, la crítica, el teatro y el cine, con personajes como Andrés Caicedo, Luis Ospina, Miguel González, Carlos Mayolo, Fernell Franco, Ever Astudillo, Oscar Muñoz, Enrique Buenaventura, entre otros jóvenes inquietos que entregaron a Cali sitios de encuentro y reflexión en torno de las artes, y que hoy perduran en la memoria de la gente caleña. Me enteré que el Valle de los Hongos, así como lo llamaban, fue el escenario de este grupo de artistas que alucinaban por mostrar al mundo una Cali llena de cultura al lado de los árboles, el río, la hierba y las vacas que parecían alargar sus formas como ninfas de su inspiración.
La gente que llega al Valle de las Ninfas hoy generalmente se encuentra los fines de semana, aunque también se puede encontrar gente en los días hábiles. Están allí desde las diez de la mañana hasta las seis de la tarde. En su mayoría son chicos con cuerpos muy cuidados que buscan en este lugar un lugar de encuentro y exhibicionismo. Tendrán entre 18 y 40 años los paseantes, así como los frutos de los árboles.
Vi en ocasiones chicos que tenían relaciones sobre el mismo árbol, en la hierba o dentro del rio. Si es un lugar de compra y venta, no completamente, es posible que sí se produzca algún tipo de negociación por sexo, pero no se puede decir que todo lo que ocurre aquí ocurre por dinero. Es un lugar que está fuera de la ciudad. No hay ley que lo prohíba ni nadie que regentee. Los chicos en los árboles siempre están desnudos. Y desde abajo se consigue relacionarse con ellos si mediar palabra, por cruce de miradas, tal vez algo comparable con el cabeceo del tango.
Este lugar se llama el Valle de las Ninfas, no por las chicas que aquí llegan, pues es más frecuente ver chicos que chicas; es simplemente una metáfora que hace alusión a las ninfas mitológicas. Respecto de las chicas, es frecuente verlas en parejas. Son chicas que no van a encontrarse con otras chicas.
Henry Narváez Perlaza es biólogo marino y maestro de artes plásticas del Instituto Departamental de Bellas Artes de Cali. Desde la plástica y la fotografía ha investigado imágenes, poses y silencios de los cuerpos y sobre todo del homoerotismo. Actualmente esta exposición itinerante se encuentra en Cali, y en octubre se presentará en la Universidad de Guadalajara, Jalisco, México.
(crónica tomada del sitio "soy", diario Clarín, Buenos Aires.)
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