Todo cambia: si la palabra pajero siempre fue un insulto, hoy puede ser la contraseña para ingresar a un club, un motivo de orgullo y también algo mucho más concreto (aunque lo de “concretar” suene como una contradicción en términos tratándose de onanismo): es un motivo de encuentro. Cada vez son más los hombres que se asocian con el fin de hacerlo solos, pero en grupo. Se definen como “hombres de mente abierta que gozan de los placeres de la masturbación sin ninguna orientación sexual en particular. Formamos grupos virtuales y reales, sólo para pajeros, que quieran compartir experiencias con otros iguales a nosotros”, dice el copete de un site. Cabe preguntarse quiénes son los “iguales a nosotros” y aventurar entonces que si en la línea de tiempo que viene erosionando las identidades fijas no habrá que agregar la letra P a la lista de las identidades alternativas, y luego, si el abecedario pronto no se nos va a ir quedando corto. Resulta interesante en esta carta de presentación cómo el punto de la “orientación sexual” aparece puesto entre paréntesis, no importa si te gustan los hombres o las mujeres, la membresía del club está dada por la práctica y no porque seas gay o hétero. Tenés que ser hombre, claro, y por hombre aquí se entiende tener pene, pero no importa la orientación sexual, aseguran. Claro que estamos hablando de encuentros sexuales, intercambios de placeres. Esto que suena a inclusión también es una paradoja. ¿Quién admite a quién? ¿Si un hombre quiere tener sexo con o delante de otro hombre puede no ser homosexual por eso? ¿Cuál es la frontera en la clasificación de las prácticas sexuales entre masturbarse ante alguien y tener relaciones con ese alguien? Los modos de vivir la sexualidad tanto dentro de la heterosexualidad como de la homosexualidad, al exponerse tan vivamente en Internet, dejan más prácticas en evidencia y obligan a replantear nuestras definiciones. La semana pasada, sin ir más lejos, se dio a conocer el nombre del Campeón Mundial de la Paja 2011. El japonés Masanobu Sato tiene una novia a la que no le interesa tanto el sexo como a él, y a partir de esto que pudo ser un problema, la pareja ha encontrado un modo de compartir los gustos y disgustos, el chico ha compartido la práctica masturbatoria (dos horas diarias) en un record, ella a su lado trabaja y además le cronometra el tiempo. ¿Se diría que tienen sexo? ¿Cuentan las fantasías que a él lo inspiren en la definición de lo que hacen juntos pero solos?
Códigos de honor
El deseo de ver cómo otro lo hace al mismo tiempo que uno, frente a la webcam, para ser visto en vivo y en directo, hace rato que puede cumplirse en Internet. Pero la fantasía de ser tocado por las manos de otro, también. El site http://pajaadictos.blogspot.com recibió más de 20 mil visitas en tres semanas, y los blogs que se ocupan de aglutinar aficionados cada vez son más.
Un orgulloso de su hobby –hobby que ocupa casi el centro de su vida y miembro de Paja Adictos– describe la mecánica de estos encuentros: “Ahí reina el respeto. Yo te respeto a vos y vos me respetas a mí, y si sos gay, a mí, mientras no te metas conmigo y respetes las reglas, no me interesa”.
Pero, ¿qué es lo que hacen? Raúl, un hombre de 35 años, contador, casado y con dos hijas, una de 11 y otra de 7, responde como quien conoce el reglamento de memoria. “Somos un grupo de hombres que nos juntamos por el gusto de la paja, compartimos eso. Como dice el título del blog, nos definimos como gente de mente abierta, nada más. La mayoría no somos gays.” Se organizan encuentros que hoy se llevan a cabo tres o cuatro veces a la semana, empezaron por uno y se fueron ampliando. “Nos pajeamos sentados en un sillón –sigue Raúl–, uno pajea al otro y así, o parados.” También hay variantes: está la paja en círculo, cuenta un miembro de otro grupo, lo cual sirve como disparador de energía extrema, que llega a la cúspide del placer en el momento en que levantan a alguien que se está masturbando y lo tiran para arriba, mientras el elegido sigue sin parar con su trabajo. “Así aumenta la adrenalina hasta puntos inimaginables.” Ante la pregunta infaltable sobre si la esposa sabe acerca de estos encuentros, el contador pone voz de trueno: “No, ¿cómo se te ocurre? Esto es algo privado, funciona como un club, es una agrupación donde nadie le falta el respeto a nadie. Nos juntamos a pajearnos, nada más, y muchos ya nos hicimos amigos”. Braian, de 23, es gay y dice que le gusta ese grupo porque “acá no vas a encontrar a ninguna loca afeminada, son todos tigres. Mirá, te voy a mostrar el perfil de uno de mis preferidos”. Hace doble click en el Pajasutra y aparece el mensaje de Gladiador con el que Braian se masturba: “Capo, me gustaría conocer un flaco, que sea re-adicto a la paja, algo tímido, inseguro, tranki, y que quiera tener un compañero de pajas bien macho que lo haga sentirse protegido. Me cabe que mientras me lo hagas, sientas que se lo hacés a un tipo que no tiene los huevos colgando al pedo sino que sería capaz de pelear contra otro macho por defenderte. Que además le quepa acompañarme cuando pinte una pelea. Yo sería capaz de enfrentarme en una pelea contra otro macho rival que me quiera disputar mi fuente de placer”.
Braian, encantado con la muestra de “hombría” de su compañero de juegos, continúa con la descripción de sus gustos: “No, no tengo novio. Mis viejos saben de lo mío y todo bien, pero como vivo con ellos no puedo llevar hombres a casa. Igual, me gusta hacerlo en lugares semipúblicos: cíber, baños, galpones, no sé si me gustaría hacerlo en una casa. Generalmente me encuentro con dos o tres, que ya somos amigos, pero, como ellos no siempre pueden, porque trabajan, están con sus hijos y eso, me pongo a levantar mails de la página de pajeros. Hay un par de cibercafés, en el centro, que son los lugares de encuentro, y nunca fallan, siempre a alguien encontrás. Googleo y miro fotos de los lugares. Son cibercafés que tienen cabinas privadas, con puertas y precinto. Los cubículos son grandes y rebalsan de luz. Calculo que ahí entran hasta cinco o seis personas”. Descripto así, el club suena muy parecido a lo que en otra época fueron los cone porno. Tal vez el gran cambio ahora esté en la organización y en la declaración de heterosexualidad de la mayoría de sus miembros.
Cada grupo mantiene sus reglas, entre las que se destaca con mucha vehemencia que no hay penetración ni chupadas. En muy pocas ocasiones, según estos testimonios, se produjo una escena de sexo oral; pero cuando pasa esto no suelen volver a llamar a esa persona, porque “no somos gays, aunque a muchos les cueste entenderlo, nos gusta hacernos la paja con desconocidos o amigos”. Es muy frecuente encontrarse con grupos que les gusta sacarse fotos y subir videos, en la web se pueden encontrar cientos. Los paisajes de fondo más comunes son parques de noche, la reserva ecológica, Puerto Madero. Las posiciones preferidas son de a tres, sentados en un sillón; en segundo lugar aparece otra vez de a tres, parados, donde también juegan un espadeo de miembros.
El target de la gente que integra estos grupos es variado: van de los 20 a los 45 años promedio, también hay hombres casados y chicos con novias; los gays declarados son una minoría, y en algunos grupos reza un cartelito: “Gays abstenerse”. No se admiten bromas que nunca faltan y Raúl cuenta que frente a la pregunta irónica de un visitante, acerca de si hacían concursos y ganaba el que llenaba el vasito de leche, directamente le bloquearon el acceso.
(crónica de Facundo R. Soto, en suplemento "soy", Página/12 on líne, Buenos Aires.)