Hace cien años, en La Coruña, las chicas de la foto se casaron legalmente. Marcela como la novia y Elisa haciéndose pasar por Mario. A pesar de que las descubrieron, la unión nunca fue anulada y por eso se la considera el primer matrimonio homosexual de España. Una exposición, un libro, una película y un premio que lleva sus nombres son parte del homenaje que hoy reciben desde el cielo.
“Yo, que dominaba a mi esposo y que podría dominar a un regimiento con caballos y todo, no pude hacer nada bueno de ella.” La madre de Marcela Gracia Ibeas, con su bravuconada de género burlador o de mujer cojonuda a secas, no se sabe bien si aclaraba u oscurecía, teniendo en cuenta que la estaba observando un tribunal de señores escandalizados y probos en el año 1901 y en Galicia, que tanto su hija como su flamante nuera habían sido condenadas a prisión y que ella estaba acusada de encubrir a las dos. La prueba: no sólo la mala educación sino el haber asistido en carácter de madre de la novia junto con el tío de la otra que ofició de padrino a la ceremonia religiosa que se llevó a cabo en la vicaría de San Jorge ante un párroco doblemente engañado, ya que semanas antes había bautizado a un joven, menudito y algo afeminado viéndolo en retrospectiva, deseoso de entrar al rebaño justo en tiempos en que la Iglesia perdía puntos frente al avance protestante y que no era otro que Elisa, la otra mujer, que luego de años de amor, encubrimientos y peleas familiares había decidido no sólo vestirse de hombre sino “renunciar a lo femenino con un recurso de rara inteligencia”, como escribió en ese momento en un artículo Emilia Pardo Bazán, recurrir a la ley, o sea, la Iglesia, para convivir con su amada como mandaba entonces Dios. Elisa había construido un pasado para su personaje: Mario era hijo de un inglés ateo que al enamorarse de una señorita católica con antepasados militares había abrazado también su fe y ahora quería recibir un set de sacramentos. Marcela, por su parte, anunció en el pueblo que se casaría con Mario, un primo de su ex amiga Elisa, muy parecido a ella, claro está. Las mujeres se casaron y regresaron a su pueblo, donde la gente enseguida reconoció la trampa y no paró hasta verlas presas primero y fugitivas después.
Fuente de inspiración
La historia se narró a lo largo de un siglo muchas veces. Como escándalo en las primeras planas (“Matrimonio sin hombre” o “Novios de contrabando” fueron los titulares más ingeniosos) de los diarios de Galicia, de Madrid, del mundo y de la Argentina, ya que el final de la saga, como en la de tantos gallegos de principios de siglo, aparece un barco que las deposita en Buenos Aires, donde no todo es tanto mejor, pero al menos se les pierde el rastro. Los más recientes relatos las convierten en heroínas, estandartes del activismo. O sea, en la vida real no tuvieron paz y en la otra no tendrán reflejo fiel. El colectivo Glttbi que las ha declarado precursoras del feminismo y la lucha contra la discriminación sexual hoy otorga el “Premio Elisa y Marcela” a las iniciativas que luchan por los derechos de gays, lesbianas y transexuales, y hace tiempo que reclama una calle con sus nombres. Hace poco se tradujo al castellano el libro del catedrático y decano de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de La Coruña, Elisa y Marcela. Más allá de los hombres (Ediciones del Silencio), que recorre todo lo que dijeron los diarios de la época y reconstruye a través de esos indicios y algunas argumentaciones teóricas a posteriori; hasta fines de enero, una exposición las homenajea en La Coruña y el año que viene aparecerá otra versión en una película dirigida por Isabel Coixet.
Raquel Platero, maestra e historiadora de la vida cotidiana de las lesbianas en España, advierte ahora que esta pareja amenaza con convertirse en tardío cuadro de circo, que hubo muchos casos de lesbianas que nunca se escondieron a pesar de los tiempos opresivos, y que si nos enteramos de ésta es “porque hubo fallos en el plan trazado, no sabemos nada de las historias de éxito porque salieron bien”.
Dos maestras
Si lo pudieron hacer fue, ante todo, porque no eran tan normales: las dos, letradas e independientes económicamente, eran maestras. Si no levantaron sospechas mientras convivieron no sólo fue por la tan denunciada invisibilidad del erotismo entre mujeres sino porque entonces las maestras estaban regidas por un código estricto: algunos colegios llegaban a prohibir que se casaran, nada de maquillaje ni vestimenta sensual, una segunda madre también sería una mujer de segunda...
¿Por qué se casaron? Narciso de Gabriel sostiene en su libro que Marcela estaba embarazada. Probablemente la necesidad de no caer en el estigma de la madre soltera las llevó a jugarse por un deseo impensable: ser un matrimonio ante la ley. De hecho, la prensa primero se juega por el encumbramiento de la amiga, pero ocurre que una vez que en el pueblo las descubren y que el dedo acusador señala no tanto a la que cumple con la maternidad sino con la que no cumple con la feminidad, Elisa/Mario redobla la apuesta. El párroco de San Jorge, alertado por el de Dumbría, el pueblo de ellas, la cita para desenmascararla y ella responde que no hubo tal engaño sino que es hermafrodita; de hecho, si una prueba visible había allí, estaba su costumbre de andar por todos lados con un revólver en el bolsillo... Los médicos la revisaron, no encontraron su coartada y así fue que luego del juicio ambas huyeron a Portugal, donde tuvieron un tratamiento un poco más amable. Una vista gorda les permitió tomar un barco que las trajo a Buenos Aires. Cuando llegaron aquí, con la hijita a cuestas, trabajaron de mucamas y una de ellas –Marcela, por supuesto– se casó con un viejo, el comerciante danés Christian Jensen, y aquí supone Narciso de Gabriel que con esperanzas de una muerte pronta y una herencia salvadora. Elisa aquí se hizo pasar por la hermanita soltera y comieron perdices hasta que el viejo, descontento porque el matrimonio no se consumaba, le hizo juicio y lo perdió cuando descubrió que tenía en su casa a las famosas gallegas “del casamiento sin hombre”. Salieron en los diarios otra vez; luego, como siempre pasa, dejaron de salir; y a partir de entonces se les perdió el rastro.
De Gabriel llega a aventurar que el embarazo de Marcela fue planeado por ambas para dar más credibilidad al matrimonio con Elisa. De hecho, cuando los diarios retomaron la historia con comentarios del estilo de “Marcela ha tenido una niña de generación espontánea, como las lombrices”, Elisa se enfrentó a la prensa: “¿Es cosa del otro mundo que nazca un niño o una niña? No hay nada más natural. ¡Una mujer tiene un hijo! (...) ¡No somos dos criminales!”.
Un pequeño detalle: o por negligencia o porque, como afirmaron los médicos, lo que habían hecho estas mujeres acarreaba un peligro de contagio social y llegado un punto resultó mejor no hablar más del asunto, el acta de la boda no fue anulada nunca y aún hoy el matrimonio de estas dos mujeres consta en el Registro Civil de San Jorge, La Coruña, España.
(Liliana Viola escribió la crónica "Tortilla española", donde da cuenta de un matrimonio de lesbianas oriundas de La Coruña, escrito reproducido tal cual del suplemento `soy` del diario argentino Página/12."
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