lunes, 7 de septiembre de 2020

Shota Iatashvili

La muerte en cifras



Está muerto… Okey, pero ¿qué hacemos con él?
Al fin y al cabo perecen los árboles.
Saltan por el aire las estrellas, cerca
de las vallas se paralizan los perros…
¿Estaba enamorado?, pero ¿qué hacemos con él?
Alguien puede reírse hasta ahogarse
con estas palabras tan caducadas.
Había estado sufriendo, dicen…
¡Ah, con razón!
No, sencillamente suena mejor decir que,
un auto lo atropelló mientas cruzaba la calle,
pensando en “Las alas de la muerte”
como un título perfecto para sus poemas.
En pocas palabras, digamos que no escuchó los gritos ni el sonido de los frenos,
ni las huellas barrosas del neumático en el libro
que cayó de sus manos, y
que se llamaba “El arte de amar” y
y que había comprado cinco minutos antes
de un mercader que lo tenía expuesto en medio de la acera
y con venta directa en la calle.
Ahora veamos lo que llevaba dentro de sus bolsillos:
diecisiete cigarrillos, marca Polior,
una entrada de teatro para el 31 de diciembre para
(El espectáculo “Rigolleto”),
algo de dinero: en cifra exacta//para ser exacto — un rublo con quince,
digamos que llevaba una chaqueta verde,
y que en su bolsillo había
un bloc de notas y una pluma estilográfica,
un pañuelo hecho un higo,
una hoja de papel doblada con las notas siguientes:

perejil — 2 manojos
puerro — 1 manojo
papa —- 3 kg
cebolla — 3 kg
número de Ketino — 22-27-39

y del lado opuesto,
había una nota confusa y tachada:
“Mis manos estaban tan a gusto sobre tus pechos,
pero ahora están helados otra vez;
habré de estirármelos frente a la chimenea del Infierno
para liberarme de este escalofrío y este dolor”.
Las palabras estaban tachadas y acompañadas de un boceto
de un hombre risueño con una nariz graciosa…
Eso es todo.
Ah sí, Artusha fue la que embalsamó el cadáver;
Kolla, Murman y Jora se encargaron de cavar la tumba;
su madre, mientras arreglaba su mejor suite
y hurgaba en los bolsillos con sus manos trémulas,
descubrió que tenía a un hijo fumador…
La noticia del obituario fue publicada el 28 de diciembre;
y para la música del funeral, eligieron a
Chopin, Mozart, Beethoven y Phaliashvili;
el entierro tuvo lugar a las tres y media del día 31;
cien personas asistieron al velorio
(sirvieron caviar rojo porque el negro estaba más allá de su alcance) y
los que se quedaron, se apuraron en irse,
porque estaban tentados por otras fiestas
con champán, pasteles y dulces…
¡Qué lástima, todas estas sepulturas en la Nochevieja!

Qué lástima…



("altazor", traducción del inglés al español  khédija gadhoum)

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