Agua de mayo
En el tren que una tarde me llevó
de Salamanca a Ávila,
no olvidaré que estuve
totalmente de acuerdo con la vida.
Era una tarde en que diluviaba,
y frente a mi ventana iba pasando
todo el campo mojado: trigales ya crecidos,
a los que el agua daba un verdor muy reciente;
dehesas con encinas entregadas
a la quietud de su ensimismamiento
y terneros impávidos pastando
bajo la espesa lluvia;
algún pueblo pequeño,
con sus cigueñas en los campanarios.
Y arriba un cielo trágico, como de fin de mundo,
lleno de apretujados nubarrones
sin cesar hostigados por hermosos relámpagos.
Marchaba el tren despacio; yo iba en el tren muy solo,
pero estaba contento y nada me faltaba,
porque es fácil sentirse venturoso y colmado
en una tarde como la que digo,
aunque sepamos bien que en otras ocasiones
puede la vida ser despiadadas y terrible,
aunque el amor se acabe, y aunque exista la muerte.
("fundación juan march", madrid mmv)
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