domingo, 14 de junio de 2020

Uriel Martínez (1950 )


                                                                         autor




Fase 3 (parte 9)


Querido B.
Salí de casa antes del mediodía. Llevé encasquetada la gorrita de seda azul y el cubrebocas que me regalaron el jueves. Con el anterior estuve cerca de tres semanas en uso diario; ya le hacía falta una lavada. Así que ya tengo uno de repuesto; no he querido hacerme de uno con imágenes tomadas de los héroes de los Millennial, que van del Joker, Batman y Robin, a monitos de manga y de Frida la pintora estilizada como niña cejijunta. Ya en el centro de Dogville, luego de salir de la farmacia, vi abierta una librería y pasé a preguntar por "Anna Karenina", me mostraron tres ediciones: una de Porrúa, otra de Alianza Editorial y una tercera de Altea. Le pasé los precios a un cliente interesado y luego pasaré a recogerla.

Antes de despedirme de la señora atenta, me señaló la mesa de ofertas: ahí estaba una edición que no conocía ni sabía de su existencia: "Iluminación y fulgor nocturno". Por suerte quedaba un ejemplar: la autora me estaba esperando para llevarme el último ejemplar (por lo menos a la vista), Carson McCullers. A casi ochenta días de iniciado el enclaustramiento por la pandemia de Covid19, la vida me deparó esta sorpresa. "La nieve es más fina. Hace frío y los tonos azules del cielo anuncian más frío. La nieve se vuelve agua en los cristales y el viento hace chirriar las bisagras.Si estuvieras aquí, beberíamos algo fuerte y jugaríamos al ajedrez. Tengo lo sensación de que, en la próxima Primera Nieve, podremos estar juntos. Procuro no hacer caso de ésta. Estoy preocupada, y muy triste.
        "Cuídate, cariño.
        Siempre tuya,
        Carson"

"Iluminación y fulgor nocturno" es una edición que reúne una autobiografía que su autora dictó meses antes de su muerte, incluye también una serie de cartas rescatadas que intercambiaron ella y su pareja  el militar James Reeves McCullers, mientras él participa en la Segunda Guerra Mundial. Algunas misivas se perdieron por los viajes y mudanzas frecuentes de él; esas cartas sólo ellos las conocieron, quizá otras nunca fueron enviadas, otras acaso fueron interceptadas y -esto quizá es ya mi fantasía-, se encuentren en algún archivo de uno u otro gobierno, olvidadas; o simplemente fueron incineradas.

Estimado B.
Me admira percatarme de que las nuevas generaciones de autores -de entre 25 y 35 años-, no hayan leído a esta sureña, que ni siquiera sepan que hay una adaptación cinematográfica de "Reflejos en un ojo dorado" (1967), no sólo memorable por la dirección de J. Huston sino por el trabajo actoral de dos monstruos -Marlon Brando y Elizabeth Taylor-; ni aun siendo egresados de la Escuela de Letras distingan que Carson es femenino, muchos menos habrán oído de otros góticos sureños como Flannery O'Connor, Truman Capote o Tennessee Williams. Abrigo más confianza en un lector auto didacta que en un académico millennial, por lo menos el primero sabe que Hans Castorp es una criatura de un Nóbel alemán. Quizá sea también que tengo la ventaja de doblarles la edad en cuanto a experiencia de lector; y aunque me hice adulto con la competencia desleal de la televisión a las horas dedicadas a la página impresa, leí en su momento a otros alemanes que hicieron mella en mi adolescencia: los autores de, por ejemplo, "Siddharta" y "Así hablaba Zaratustra". Aunque son obras que siguen siendo moneda corriente en las librerías de segunda mano, de oportunidad y de "viejo", como se dice en Dogville. También tengo la ventaja de que el móvil llegó a mi vida hace cinco años (me resistía a usarlo), aunque hasta el día de hoy no me ha hecho de una Tablet ni de un horno de microondas, por ejemplo. En fin.

A veces despierto a las 4 am. Después de beberme un café instantáneo Dolca, trato de retomar el sueño sin conseguirlo. Pasados 30 minutos me levanto y abandono la cama. En la sala, sentado al sofá, me percato en la necesidad de tener un grifo que gotee toda la noche para que me arrulle, una monotonía que por momentos me espante; luego recuerdo que en otra ciudad -era la década de los años 70-, antes de conciliar el sueño me arrullaba la monotonía de las termitas en las vigas de madera; escucharlas me consolaba al imaginar que un día esa labor callada terminaría triunfal con toda una ciudad, un  Estado con vocación maderera. Más adelante, viviendo en otra ciudad, tuve un reloj despertador con campanilla, aquel tic-tac me remontaba a una infancia lejana, a una habitación apenas iluminada por una veladora blanca donde me arropaba el silencio. Era esa etapa llamada infancia donde el mundo se componía de lápices de colores, gomas de borrar, cuadernos de raya simple y doble raya, cuadernos de cuadrícula, saca puntas de acero o de plástico, de plumas Bic de un peso, de bicolores de punta azul y punta roja; de muchos ejemplares de libros de Texto Gratuito, todos con la misma ilustración en las portadas: una chica enarbolando una bandera como Niña Heroína de una patria falsa, hechiza, artificial.

Amigo B.
Finalmente cerca de las 6 am,renuncio a conciliar el sueño y abro la edición (acaso) póstuma de Carson Mc Cullers y subrayo con lápiz de punta suave un párrafo: "Pero ambos somos fuertes y podemos vivir dentro de nosotros mismos. Puede que sea éste el secreto de nuestra relación; nos echaremos muchísimo de menos durante cierto tiempo, pero luego vendrá la recuperación. Otros, amándose con un gran amor, pierden al ser amado y son valientes. Si nos llegara a ocurrir, seremos como ellos.
    Sé buena y dulce, como eres siempre. Trata de ver y crear toda la belleza posible en esta vida.
    Te deseo una hermosa Navidad y que 1945 sea un año lleno de paz para todos nosotros, Como siempre,
          Reeves"

Amigo B.
Es singular que de pronto recuerde a una actriz de cine en un papel secundario. Es singular buscar datos de ella en la web y encontrar que murió de cáncer tiempo atrás; así me pasó con Sandy Dennis, a quien recordaba al lado de Richard Burton y Liz Taylor en "Quién teme a Virginia Woolf"; igual sucedió con el actor Tony Musante; ambos en cintas en blanco y negro. Estimado B., escribe pronto.

Querido B.
En esta larga temporada de encierro y tedio, de pesadillas tempranas y de impotencia por todo lo que sucede en los alrededores, se sumó un episodio desagradable. Sucede que un contacto de FB que me mantuvo bloqueado un mes, me envió una solicitud de "amistad". Sin pensarlo dos veces -mantuvimos la relación por whatapp- le readmití. Públicamente, me envió la siguiente solicitud: que subiese la portada de un álbum de música por día, durante veinte días, con aquellos autores o cantantes o ejecutantes que me hubiesen "marcado" y que, además, cada día yo propusiera a un amigo a que nos secundara en el juego alienante y vacío. Le respondí que ese mismo día en que me había etiquetado, yo subiría una lista de diez CD y al día siguiente otra lista con los otros diez (para desembarazarme cuanto antes del "compromiso"). Me respondió que no, debía yo hacerlo con las reglas establecidas por un desconocido estúpido. Es un juego "trivial", le dije públicamente, "no entro a ese juego". De inmediato pensé en bloquearlo pero no lo hice.



El niño perdido




1.
Dogville.- Desde que inició la pandemia a sembrar nubes borrascosas en este pueblo, cerraron cantinas, cervecerías y plazas públicas en donde los músicos ambulantes se ganan la vida. Incluso grupos de huicholes músicos (dúos, tríos y cuartetos y demás), desaparecieron. Quizá los grupos originarios regresaron a sus pueblos y comunidades del norte de Jalisco, localizados en barrancas, montañas y desfiladeros a reencontrarse con sus dioses, a ofrendarles copal, a hacerles una síntesis de su vida; quizá fueron a esperar las lluvias y a preparar la pomada de peyote que comercializan en el centro histórico de Dogville. Acaso se fueron a elaborar morosamente las artesanías que ofertan al turista que incursiona en este pueblo de subsuelo rocoso, de agua salitrosa, de camas de tepetate y cielos crueles.

2-
Pronto, sin embargo, los músicos criollos ignoraron el encierro y demás recomendaciones de autoridades especializadas en pandemias y contagios; la necesidad los hizo diseminarse por los puntos estratégicos de la aldea llamada Dogville: cruceros con y sin semáforos, puentes, esquinas, bocacalles para hacerse visibles con su música vertida a los cuatro puntos cardinales. Apelaron a los buenos sentimientos de aquellos que van o vienen en coches, camionetas, grúas y peatones temerarios. Todos urgidos por la necesidad de ver el pan nuestro de todos los días. Esta mañana, cuatro cuadras antes de llegar a la parada del camión urbano, escuché los golpes de tambora y demás instrumentos propios de una banda. Eran seis o siete músicos más un ayudante detenido entre dos carriles con la gorra estirada, en espera de la moneda voluntaria, el billete urgido y anhelado.


3-
Me cooperé con una moneda con el joven de la trompeta. Pregunté por el origen de su aparición, "Todos somos de aquí", Cómo se llama el grupo, "No tenemos grupo, nos acoplamos para trabajar este día", Pues se acoplan bien, "Cuál le tocamos", me preguntó sonriente, No, gracias, estoy esperando mi camión (ahí viene). Trepé y siguieron con su jornada. Recordé la pieza "El niño perdido" y recordé al dramaturgo de Sinaloa, Óscar Liera (rip).


Dogville, junio 2020

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