Según un comentario de Jorge Luis Borges asentado por Adolfo Bioy Casares en sus diarios, “en Crítica [Roberto Arlt] estuvo dos días y lo echaron porque no servía para nada. No sabía hacer absolutamente nada. Me explicaron que solo en El Mundo supieron aprovecharlo”. Los datos históricos contradicen tal opinión: Arlt ingresó en el diario de Natalio Botana en febrero de 1927 y trabajó como cronista de policiales hasta marzo de 1928, cuando fue convocado por El Mundo, donde comenzaría a publicar sus “Aguafuertes porteñas”. Descontando la dosis de veneno, habría que ver sin embargo si no hay algún resto de observación justa en las palabras de Borges. La publicación de El facineroso , una recopilación de las primeras crónicas y aguafuertes de temas policiales, permite apreciar esa etapa en la vida de Arlt, una de las menos conocidas y a la vez fundamental en la constitución de su mundo narrativo. En el prólogo, Alvaro Abós rastrea las correspondencias entre datos y escenas de los textos periodísticos y episodios de una obra literaria que “se relaciona estrechamente con el crimen”. El delito aparece en sus crónicas y pasa después a la ficción en el modo en que Arlt observa el mundo y construye su propia figura, la de un escritor al que socialmente le interesa más “el trato de los canallas y los charlatanes que el de las personas decentes”. En “Usura transatlántica”, Arlt dice que su experiencia periodística es el plus que le aporta detalles “que los escritores argentinos jamás han explotado”.
El libro presenta veintiún textos escritos entre 1927 y 1929. La mayoría se publicaron sin firma, “pero su atribución a Arlt se justifica en detalles del propio texto, a veces retomado por Arlt en sus libros posteriores, o a veces por testimonios de los amigos y compañeros de Arlt, como se indica en cada caso”, explica Abós.
Si bien no fue su primer artículo, “Me voy a suicidar, vivo en Uruguay 964” aparece como el bautismo de fuego. Arlt acude al llamado de una mujer que anuncia su intención de matarse y una vez en la casa logra desarmarla y poner final feliz a “una escena sombría dostoyescana”. El resto de las crónicas tratan de pequeños crímenes, de suicidios de personas sumidas en la miseria, de curiosidades para tomar en broma, como las apariciones de fantasmas. Pero la noticia es apenas el punto de partida; lo que importa es la historia, los detalles, la puesta en escena de los diálogos, los personajes que asoman en un relato escrito con los recursos de la ficción. En Crítica, las notas son menos de los periodistas que del diario, y por eso en vez de la firma lo que aparece es la mención hiperbólica del propio medio. En el diario de Botana no hay intermediarios visibles en el diálogo con el público, a diferencia de lo que ocurre más tarde en El Mundo. En el paso de un diario a otro, Arlt sale del anonimato del reportero, se convierte en un periodista que firma sus notas y, como tal vez pensaba Borges, encuentra un espacio como escritor.
(nota de Osvaldo Aguirre en el sitio "revista ñ", Clarín.)
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