miércoles, 10 de julio de 2013

J. Conrad: la lectura interior

Joseph Conrad es, hay que decirlo de inmediato, un novelista genial, una de las más altas cumbres de la literatura inglesa, y al mismo tiempo un escritor incómodo en aquel privilegiado Olimpo. Es distinto a sus contemporáneos, y también a sus antecesores, por la opulencia total de su lenguaje, por el tratamiento de sus temas, por la mirada con que contempla al mundo y a los hombres. Es un moralista a quien repugnan los sermones y moralinas. Es el autor de extraordinarias novelas de aventuras donde éstas terminan por convertirse en experiencias interiores, viajes al fondo de la noche, hazañas que ocurren en los pliegues más secretos del alma. Es un conocedor profundo del mapa inmenso conformado por el imperio inglés, y un testigo cuya mirada desnuda a cualquier empresa colonizadora. Es un "raro" en el sentido más radical de la palabra. Un novelista ajeno a cualquier escuela, que enriqueció a la literatura inglesa con un puñado de novelas excepcionales, entre otras: Lord Jim, Bajo las miradas de Occidente, Victoria, Nostromo, El agente secreto, La línea de sombra y Corazón de las tinieblas, que a juicio de algunos es su obra maestra.

Llegar a Conrad marca uno de los momentos inolvidables que puede registrar un lector. Volver a él es, ciertamente, una experiencia de mayor resonancia. Significa poner los pies, una vez más, sobre una infirme tierra de portentos, perderse en las varias capas de significación que esas páginas proponen, postrarse ante un lenguaje construido por una retórica soberbia, agitada, cuando al autor le parece conveniente, por ráfagas de ironía corrosiva. Sobre todo es encontrarse de nuevo ante los Grandes Temas, esos que uno encontró en los trágicos griegos, en Dante, en los dramaturgos isabelinos, en Cervantes, Milton y Tolstoi. La obra de Conrad se nos presenta como monumental, conclusiva y totalizadora, y el lector llegará jadeante hasta las últimas líneas de cada una de sus novelas para descubrir que aquello que parecía ser un sólido mausoleo es más bien un tejido que puede hacerse y deshacerse, que su carácter es conjetural, que nada ha sido conclusivo, que la historia que acaba de leer puede ser descifrada de muy diferentes maneras, todas, eso sí, desoladoras.


( Sergio Pitol, traductor de J.C., trozo tomado del sitio "neorrabioso".)

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