lunes, 18 de junio de 2012

La Manuela murió en Torreón

  
cero.
Hace un poco más de tres dècadas (1978) apareció la novela de Luis Zapata, El vampiro de la colonia Roma, obra que trasladaba a la ciudad de México no sólo al pícaro español de Francisco de Quevedo y al anónimo lazarillo de Tormes y la cuerda de hambrientos de aquel entonces, sino que también ubicaba al buscón mexicano en una colonia de clase media informada y semiilustrada. Con esta obra, su autor fijaba un punto de quiebre con la llamada "literatura de la onda", cultivada principalmente por José Agustín como su talento más sobresaliente, pues era la continuación de una escritura y un habla coloquial, sólo que ahora ubicada en el submundo gay y sus respectivos sitios de recreo y ligue. Aunque muy anterior a Zapata ya se conocía la novela de José Revueltas, Los muros de agua (1941) en ésta el narrador es solidario con la pareja gay que purga una condena en las Islas Marías, mientras que la historia de Zapata el narrador, se sobreentiende, se asume homosexual, óptica que deriva, lógicamente, en una novela Queer. Sirva este párrafo introductorio para entrar en seguida en materia a propósito del libro de relatos de Carlos Velázquez (Coahuila, 1978), La marrana negra de la literatura rosa, Sexto piso, 2010, que incluye "La jota de Bergerac".

uno.
Alex no habita un cuerpo equivocado, Alex aborrece su propia nariz que le deforma la visión del mundo, su ideal de belleza y perfección; su deformidad le enturbia la armonía que alcanza cuando se "viste" de Alexia, de otro cuerpo, de otro aroma, de otra vibra. Aunque Alex vaya diariamente al gimnasio y se entrene doce horas continuas, o diferidas en dos sesiones, sabe que al llegar al otro extremo de la piscina o de la vida, ahí, como una maldición, permanecerá ese promontorio monstruoso/asqueroso. Alex es como la bruja del cómic de La Pequeña Lulú, como el jorobado al que delicadamente nos acercamos a tocarle la giba para que nos dé suerte, como el Hombre Elefante con quien, en secreto, nos identificamos por nuestros múltiples talones de Aquiles que escondemos como seres baldados, como apestados sociales, como disidentes de la norma heterosexual. Obstinada, Alexia lleva tres años tratando infructuosamente a acceder a la corona de Miss Gay de Torreón; su nariz de yunque, como en el handicap del hipódromo, la lleva a la derrota y la frustración.

dos.
Al igual que otras ciudades de Coahuila, Torreón es una ciudad joven -poco más de cien años-, aunque ya tiene un paisaje novelístico. Iniciación al relámpago, de Saúl Rosales Carrillo, es un ejemplo reciente de esa geografía urbana de contados edificios diseminados en calles, avenidas y bulevares principales. Por esas polvosas arterias se desplaza Alexia "la vestida", de la calzada Colón a la calle Múzquiz, como parte de una fauna que se despliega al anochecer y hasta la siguiente madrugada, en pos de la carroza de Cenicienta antes que ésta se metamorfosee en un tráiler de condones. La "vestida" de Torreón es hija, acaso nieta, de la Manuela de El lugar sin límites, aquélla se acicala la peluca mientras escucha a Amanda Miguel; y la otra entra en el burdel con "El Relicario" o "Flores Negras". Aunque ambas poseen la facultad de transformar sus andrajos en modelos importados en cuanto se visten, en tanto se transforman en la "otra", así sólo sea para ser presas del escarnio de mayates, chichifos, padrotes y locas.

tres.
Con su cinta experimental El mariachi, el cineasta Robert Rodríguez alcanzó a llamar la atención no sólo de estudiantes jóvenes de cine sino también de Hollywood: había inventado una nueva sintaxis cinematográfica a partir de sus defectos narrativos, de una necesidad de expresión sin recursos económicos suficientes pero con una imaginación harto fresca. En esa obra primeriza había alcanzado una visión nueva, una amalgama de cine y cómic, llave de entrada para contratar a Salma Hayek y Antonio Banderas para una recreación de más aliento. Algo así ha logrado Carlos Velázquez (Coahuila, 1978) con La marrana negra de la literatura rosa,volumen de relatos que incluye la historia "La jota de Bergerac", la otra versión de la criada de San Joaquín o La Vencedora y anexas, colonias de la periferia de Torreón, que sale a talonear noche tras noche en busca del príncipe azul que le financie la operación de la nariz. En el bolso de mano carga una agenda y en la agenda los teléfonos de todos los cirujanos plásticos de La Laguna. Pronto se cruza con Wilmar, beisbolista cubano que encuentra en la "vestida" -la nieta de la Manuela-, su talismán, amuleto o fetiche, como la Caponera en El gallo de oro, de Juan Rulfo.
cuatro.
Alexia, a diferencia de su antepasado literario la Manuela, se venga de su garañón cubano -que también es de ida y vuelta, a diferencia de Pancho Vega-, que, le dijeron las locas intrigosas, le pone los cuernos con la Molko, un efebo gay casi andrógino. Razón suficiente  para que la vestida abomine de su modelo femenino Marga López, la "heroína" de Salón México, el esterotipo de la puta pobre que desaira al policía enamorado, Miguel Inclán. Cada generación asume sus arquetipos de belleza femenina; y los de la jota de Bergerac son Lupita D'Alezzio, Gloria Trevi, Alejandra Guzmán -por el contenido "temerario" de sus rolas- y, eventualmente, Paulina Rubio y Eva Longoria. El desenlace de este relato largo o esbozo de novela corta ya se vislumbra desde que Alexia decide mandar al diablo al pelotero cubano, hasta el momento en que le cercena el miembro con la navaja que carga en el bolso. A medias pero la vestida consuma su sueño, no es electa Miss Gay aunque en la Marcha del Orgullo Homosexual ocupa el lugar principal en la vanguardia. Final fársico y de humor negro,  consecuente con el tono y la tesitura de cómic que construyó su autor.
cinco.
El relato del que aquí nos ocupamos evidencia, también, el desconocimiento que su autor, Carlos Velázquez, tiene de la sicología del homosexual travesti o "vestida", como él le llama, pues seres como la Manuela y Alexia asumen su rol "femenino" por encima de sus defectos y son capaces de encarnar a una "mujer" sensual y seductora dentro de su representación -son excelentes actores de su propia proyección femenina-. Pero, como lo señala el narrador Rubem Fonseca, al travesti como Alexia no le interesa practicarse la emasculación o ablación -perdería una parte importante de sus "encantos" o un "arma de defensa" frente a los mayates-, ya que como profesional del sexo sabe que "a muchos clientes les gusta también ser sodomizados" (en La novela murió,  Cal y Arena, 2008)  de donde sale sobrando la aclaración del narrador de Coahuila: "¡Yo no sé por qué no me hice joto! Es uno de los grandes misterios de la naturaleza, crecí entre cantineras, ficheras, vestidas, jotos, prostitutos. Mi hermana fue fichera. Pero me gustan las viejas, es lo mío." (en "La golden age coahuilense", reportaje de Guillermo Sánchez Cervantes, revista Gatopardo.) En este acercamiento inteligente del reportero de investigación con Velázquez y otros escritores relativamente jóvenes, nos enteramos que sólo tiene estudios de Prepa, que tiene un excelente oído para registar los giros del habla popular de Torreón y que su escasa capacidad de análisis de la novela en general, le hace emparentar la obra de Roberto Bolaño con el realismo mágico (¡!), como escribió de su puño y letra en la revista Luvina, número 66, correspondiente a la primavera 2012, "Sada vs. Bolaño."


(Una primera versión de esta nota apareció en la e-review Replicante, correspondiente a mayo 2012.)