martes, 5 de junio de 2012
Jelinek, odio al premio
¿Desea chocar?
No, de ninguna manera, y aunque se diga que lo he deseado, es una época pasada. Posiblemente durante mi juventud.
¿Siente placer cuando escribe?
Sí, disfruto mucho cuando escribo. En realidad para mí, lo más importante es escribir, el acto mismo de escribir...
Ha obtenido las distinciones más importantes, pero también es una de las escritoras más aisladas, ¿no es una paradoja?
No, en absoluto. La escritura es una cosa solitaria, siempre estamos solas. No puedo imaginármela de otra forma, aunque muchos colegas puedan trabajar en cafés o en los trenes (...) Por principio evito a la gente, ese pretendido público lector, antes que nada, para preservarme.
¿Desde el Nobel la gente ha cambiado en su país hacia usted?
Sí, quizás sea mi imaginación, pero, al contrario de los críticos que son más prudentes, la gente me odia todavía más.
¿No siente después de tantas luchas políticas, culturales, la necesidad de un poco de paz?
Sí, por supuesto, diría incluso que no deseo más que estar tranquila, que me dejen en paz, como se dice.
El lugar de la mujer en nuestra sociedad, aunque haya evolucionado, no parece todavía floreciente.
Usted acusa a los hombres, pero también a las mujeres, culpables ante sus ojos de aceptar la dominación masculina.
Nunca he pensado que los hombres sean los únicos responsables, es todo el sistema patriarcal y falocéntrico que condeno, ese sistema que no cree, por ejemplo, en el gran potencial científico y cultural de las mujeres, en su poder de creación-y esto me concierne igualmente aunque me haya impuesto en mi oficio y me hayan concedido algunas distinciones- el desprecio patriarcal dominante hacia las obras de las mujeres es uno de mis temas principales, es también lo que más me hace sufrir. El desprecio es una cosa sutil, solo quien es víctima lo siente, el dominador muchas veces ni se da cuenta. Lo que equivale a despreciar doblemente. Hoy, de hecho las mujeres que escriben son más numerosas, pero solo cuenta la obra de los hombres. Siempre he pensado que es un problema global de sociedad y critico igualmente a las mujeres por haberse hecho cómplices de ese poder. Digamos que el hombre se define por su trabajo, la mujer por su ser, su cuerpo. Y solo figura cuando es joven, de ser posible, bella.
Sus libros son a menudo agresivos, pero ¿no podríamos leerlos por su humor, un humor muy judío?
(...) curiosamente en Austria, me consideran una fanática sin humor, lo que sorprende cuando se piensa que la literatura austríaca tiene mucho más humor que la alemana...
¿podría describir el lugar donde escribe?
En Viena, en una casa individual. Una pequeña habitación que da sobre mi jardín y sobre una montaña verde, con bosque. En Munich, donde voy y trabajo muy poco, en una gran habitación en un apartamento de alquiler, ubicado en una de las partes más bulliciosas de la ciudad, lo que no ayuda realmente al trabajo.
(tomado del Nouvel Observateur, entrevista de Didier Jacob.Traducción de la escritora Patricia de Souza, en el blog "palincestos".)