domingo, 23 de agosto de 2020

Uriel Martínez (1950 )


                                                                              discog



Fase 3 (parte 19)


1.

Después de seis meses de encierro, ayuno y confinamiento me he programado para salir al mundo en vísperas de otoño -en atención a la tercera estación del año y mi ingreso al peldaño de los llamados hombres maduros. Me he percatado del paso dado en estos días al encontrar en el centro botánico de Dogville un manojo de varejones de resina con aroma a Kamasutra. Desconozco esta fragancia pues es la vez primera en la vida que la adquiero. Desconozco también si al ingresar al sueño soñaré con alguien deseado-convocado-invocado en ciertas noches de cárcel voluntaria que me ha deparado la Pandemia. En todo caso, abordaré el asunto en otro párrafo. De momento el hallazgo de esta palanca que me induzca al descanso me ha llevado a una imagen observada hace más de tres décadas en otra ciudad.

2.

Durante un tiempo compartí departamento en la Avenida Ámsterdam en la colonia Hipódromo Condesa, en CDMX, con un antiguo conocido recién separado -en realidad fue abandonado- de su primera mujer. Ahí fui testigo de cómo un hombre, R, previo a su siesta vespertina, aseaba su recámara antes del descanso, y encendía luego una varita de incienso. Transcurrida una hora de sueño, se preparaba el primer trago para enseguida darse un baño antes de salir a sus ensayos: en ese entonces se entrenaba en una obra de William Shakespeare. La pieza dramática narraba la historia de un rey que, en vida, decide heredar a sus hijos los bienes que poseía. La acción lo lleva a ver cuáles son en realidad los sentimientos de su descendencia: sólo la menor de sus hijas muestra nobleza de alma, en tanto que el rey progresivamente pierde la razón. R el actor ya listo, salía a su compromiso en su auto VW hacia el sur de la ciudad. Hoy reconozco la costumbre de, periódicamente, valerme de esa resina en días que requiero de un equilibrio emocional extraviado a raíz de un confinamiento asumido casi voluntariamente.

3.

Amo despertarme a las cuatro am y asomarme a la ventana. Amo correr el cristal y sacar desnuda la mano derecha y calar así la temperatura -con cinco dedos apuntando como cinco pararrayos que llaman y tantean la madrugada, como un ciego seguro del camino-; amo el silencio que a esas horas priva en Dogville: el sueño de aquellos derrotados por el cansancio que nos deja un cuerpo inerte, el silencio que al fin han guardado los perros al ver que nuestros fantasmas se han retirado a su reposo, el humo que asciende en espiral del cenicero a la ventana como quien busca el oxígeno faltante en pulmones. Amo la voz de Cesaria Évora que un día nos dejó discretamente su versión de "Bésame mucho", amo recordar el día que la esperaban en mi pueblo para verla y escucharla, la voz del locutor de radio que anunciaba la cancelación de su concierto "por causas de fuerza mayor": la "Diva Descalza" estaba hospitalizada. Era el preámbulo de un desenlace preanunciado. Era semana santa y la borrasca anunciaba tormenta.

4.

Amo despertarme y no escuchar el canto de grillos, amo recordar aquellas madrugadas previas a la Pandemia en casa de los abuelos, el primer café caliente y el primer tabaco del día. Amo el recuerdo del ronroneo de la cisterna en la Avenida Ámsterdam, ronroneo que nunca se detuvo durante los cuatro años que habité ese departamento, amo recordar a los invitados de R a beber hasta ya avanzada la mañana. Amo recordar a Julio y sus charlas de teatro esos ratos de alcohol, esas noches que se iban como agua. Amo evocarlos a ellos, mis muertos. Era Ámsterdam 316, cerca del parque México y cerquita de Insurgentes sur. Hubo un momento en que fuimos vecinos los dramaturgos Óscar Liera, Tomás Urtusástegui, Hugo Argüelles y otros más. A R lo visitaban José Caballero, Tina French, Patricia Bernal y otra gente de teatro del norte del país. Era un vecindario de la ciudad, como los departamentos Mazatlán (Peyton Place) en la colonia Condesa, habitados por pintores, músicos, escritores y otros de oficios varios.


Dogville, agosto 2020                                                                                                       (Inédito)







1 comentario:

serteco3 dijo...

La parte 1 de la narracion es el deseo de muchos, sumergirse el los brazos de Morfeo para vivir el placer en otra dimensión y hacer lo que en vida no nos atrevimos o simplemente no se dio.
Las otras partes de la narracion al igual que al autor me remiten a esa época de oro en esa zona de la cdmx para los artistas, desconozco si en la actualidad sea igual (lo dudo) cada tiempo, cada década tiene sus sabores y circunstancias particulares.
Me gusto, me gusto! Buen texto! Buen Poema! Buena narración. Felicidades